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Gila, el simpático y sencillo soldado que murió arruinado hace 20 años

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Armado con un teléfono, llamaba al otro lado de campo de batalla: “Oiga, ¿es el enemigo?”. Una frase que ha perdurado en la memoria de muchos españoles y que le acompañará siempre.

BettyGS

Pero no todo en Miguel Gila fue un camino de rosas. Tuvo tres parejas, con dos de las cuales se casó y tres hijos, con una hija no reconocida, Carmen, hasta que ella lo consiguió después de su muerte.

Nació en Madrid, en el barrio de Chamberí, pero su vida fue un continuo ir de un lado para otro. Su gusto por la buena vida le llevó a la ruina y, dicen, no dejó dinero ni para su entierro.

Su primer matrimonio, cuando estaba haciendo la mili en Zamora, fue con Ricarda, una maestra a la que dejó después de cuatro años para volverse a Madrid.  En aquella época mandaba sus viñetas a ‘La Codorniz’ y empezó a publicar sus trabajos, dibujos que aparecieron después en una de sus autobiografías. 

Pero Miguel quería más y estaba seguro de que podía conseguirlo. Y comenzó a actuar en locales haciendo reír a la gente él solo sobre un escenario.

Su primer monólogo, glosado en ‘ABC’, podría ser un resumen de todos sus chistes: “Les voy a contar por qué estoy yo aquí. Yo trabajaba de ascensorista en unos almacenes y un día en lugar de apretar el botón del segundo piso apreté el ombligo de una señora y me despidieron. Llegó mi tío Cecilio con un periódico que traía un anuncio que decía: ‘Se necesita soldado que mate deprisa. Razón: la guerra’. Y dijo mi abuela: ‘Apúntate tú, que eres muy espabilao”.

En Madrid se enamoró de una bailaora de flamenco, Carmen Visuerte, una mujer racial y rubia, con quien tuvo dos hijos, Miguel y Carmen, y con quien nunca se casó. Porque ya estaba casado.

Mientras mantenía su relación con la flamenca se enamoró de una cabaretera catalana de nombre María Dolores Cabo, con quien se fue a vivir a Buenos Aires. Allí inició una nueva vida personal tirando de los éxitos profesionales que había cosechado años antes en sus visitas a México, Cuba y Argentina. Gila era una estrella en América Latina, así que instalarse allí no le costó nada.

Quiso casarse con Cabo y le costó, porque seguía casado con Ricarda. En 1982, en el consulado español de Buenos Aires. Gila había conseguido el divorcio de su primera mujer y pudo casarse por lo civil con el amor de su vida. Con ella tuvo en 1979 una hija, Malena, a quien Gila profesó un amor infinito, algo que contrastaba con el poco caso que hizo a sus dos hijos mayores.

El humor de Gila llegó a todos los públicos, también a través de los medios de comunicación. En este ámbito los televidentes con mayor memoria recordamos su interpretación en el anuncio de Filomátic, cuando, recién afeitado, proclamaba: “Da un gustirrinín”.

Los dos hijos mayores de Gila, que viven en Madrid, no mantienen relación con Malena, que vive en Mataró. De vida discreta y sencilla, Malena Gila Cabo vio como perdía a su padre y a su madre en un corto periodo de tiempo.

Miguel Gila murió a los 82 años el 13 de julio de 2001, en Barcelona, donde vivía en un piso en el barrio de Sarriá, y su mujer fallecía meses después, el 30 de mayo de 2002, a los 62 años.

La única empresa a su nombre, Producciones Artemes SL, dedicada a la producción de espectáculos, resultó ser una ruina. Al gran humorista nunca le importó el futuro. Gastó a manos llenas y no le quedó dinero ni para su entierro.  Figura indeleble de la televisión, el humorista, actor, dibujante de historietas y autor de cientos de monólogos, fue también un referente para un montón de humoristas. A su muerte, el también humorista José Luis Coll no dudó en bautizarle como “la gran carcajada del siglo XX”