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Una mirada a la Navidad

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Es muy difícil pensar en una Navidad distinta a las que cada uno tiene en su memoria. Y, sin embargo, creo que, en la mayoría de las celebraciones de estos días, la mezcla de emociones sería el denominador común.


Conozco a muchos fans de las Navidades. Ya saben, personas que se ponen ropa y adornos navideños, que prueban y te ofrecen todos los dulces típicos, que van a ver las luces de las calles y decoran sus casas como si fueran parques temáticos. A mí verles me hace muy feliz. Puestos a ser fan de algo, qué bonito serlo de la Navidad.


Después está el extremo contrario: los que se comportan como el señor Scrooge o el Grinch y proclaman odiar la Navidad… o los días festivos. Creo que en todas las oficinas hay uno o más. Preferir estar trabajando en lugar de celebrando es digno de compasión, porque solo hace falta pensar un poco para saber que algo en su vida anterior o presente no funciona.


Entre los extremos, estamos muchos que sentimos un amplio espectro de emociones muy influenciados por las vivencias, los recuerdos y las ausencias. La Navidad, fuera de todo el ruido y la iluminación, es un verano con la familia (de sangre o elegida), pero mucho más corto e intenso. Así como el Niño Jesús reunió a todos en el pesebre, así cada uno tiene una estrella que organiza las celebraciones de la Navidad. ¡Que Dios bendiga a cada una de las estrellas!


Cada uno tiene, por lo general, su fiesta favorita. A mí, la verdad es que me gustan todas, aunque prefiero madrugar el 1 de enero y acostarme pronto el 31, y detesto las cabalgatas del día 5. Cada uno, sus manías.


Y es que, al final, la Navidad no es una única forma de celebración, sino una enorme mezcla. Cada uno la vive a su manera y con quiere… o puede. Cada uno con sus ilusiones, sus fobias, con su fe y sin ella. ¡A nadie echó el Niño de su pesebre!


Si hay algo común en las fiestas navideñas son los valores que deberían unirnos cada año: la unidad, el abrazo, el perdón, el reencuentro, el cariño y el amor a esas personas que, desde el Cielo, nos alumbran para pedirnos que celebremos la vida que seguimos viviendo con ellos… de otra manera. Como dijera aquel tan grande: Tempus Fugit, Amor Manet.

FELIZ NAVIDAD. Siempre contigo.