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Risas

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Llamo a mi amiga Rosa. Siempre arrastra la voz para decirme un hola con la letra “o” prolongada: “hooooooola Té”. Y no se por qué nos da la risa. La mía de bisagra. La suya, seguramente una de las mejores risas que acompañan mi vida. Porque Rosa se ríe toda entera: con el cuerpo, con la cara, con los ojos, con las manos. Y es que la risa no es igual para todas las personas. Hay risas tímidas, abiertas, recatadas, ruidosas, silenciosas… ¡todas ellas magníficas!

He sido siempre una firma defensora del llanto. La verdad es que en casa tengo fama de llorar demasiado… y demasiado pronto. Que mi hermano Álvaro comienza su discurso de Navidad, yo ya tengo los ojos humedecidos; que pongo el vídeo de mi boda como cada aniversario desde hace 23 años… lloro con el primer acorde. ¡Qué bueno un buen llanto de emoción! Pero oigan, que me equivoco, que este artículo va sobre la risa.

Reír; es bonito hasta el verbo. La risa, como el llanto, libera al cuerpo y a la mente de cosas que llevamos dentro. El otro día en casa, despidiendo a mi madre, algo pasó que no debo contar en este artículo que le provocó a ella y a mi hija un ataque de risa de esos que te doblan por la mitad y te hacen apretar las piernas porque, la verdad, sientes que se te escapa el pis. La suerte es que yo tenía el móvil en la mano y fotografié la secuencia. Y cada vez que veo las fotos, me vuelvo a reír. Como explican en la película “Inside Out”, generamos momentos imborrables y este será, ya para siempre, uno de ellos. Aquel ataque de risa de mi madre con su nieta.  

La risa es buena en la vida personal, familiar y, también, fundamental en el trabajo. Yo tengo la inmensa suerte de tener una compañera con la que me río muchísimo. Nos reímos de cada drama y de cada marrón que nos cae en el trabajo; nos reímos de nosotras mismas. Porque saber reírse de una misma; es un don. Y a Lorena y a mi nos une esa capacidad; es nuestra forma de quitarnos miedos, tensiones, faltas de tiempo y demás movidas laborales. Eso genera un ambiente que nos hace ir a trabajar con ganas y salir con ganas de volver; y trabajar al ritmo tan exigente con el que trabajamos. También sabemos ponernos serias; pero molamos más riendo y haciendo reír, conseguimos más de nosotras mismas y conseguimos mucho más de los demás.

Me hacen gracia – pero no de la buena- las personas que identifican la risa en el trabajo con una distracción. Para mí es un indicador positivo de la salud emocional y el bienestar de las personas; es energía positiva que me gustaría poder incluir en nuestros KPIs. Y me llama la atención que, en cambio, cuando vemos a alguien enfadado o que está llorando, nos preocupamos por el motivo de su emoción y no pensamos que esté perdiendo el tiempo. Yo me río mientras le doy a la tecla; pero, si me enfado aunque le dé, no le doy bien.  

Los líderes juegan un papel fundamental en la creación de una cultura organizacional que valore el bienestar emocional de los empleados. Promover un ambiente de apertura y confianza, donde se celebre el humor y se reconozcan las emociones – todas ellas, también la risa – como parte intrínseca de la empresa, es esencial para que la experiencia de ir a la oficina sea enriquecedora y para que sigamos aprendiendo a cuidar de nuestra salud mental.

Por más risas en el mundo.