Businessman with alter ego climbing career ladder

Radio MENTAL FM

Compartir

Resulta que ese “soniquete” indecente que resuena en mi cabeza cada vez que algo me preocupa tiene un nombre: el mental. Cuando mi amiga Ana me pidió que lo desconectara, creí que nunca podría hacerlo. Y resulta que sí; aprender a escucharlo y contestar, comunicarse con ese mental, cambia la emisora de la cabeza.

Que la vida es una montaña rusa es algo que me dijo mi padre hace muchos años.  Parece que cuando más arriba y seguro estás contemplando las preciosas vistas de tu vida, empiezas a caer a una velocidad de vértigo con todas las cosas saliéndote mal. Mi padre decía que entonces es cuando sale lo aprendido:  la capacidad de volver a subir, despacio, con esfuerzo, con calma… hasta volver a la cima y a las preciosas vistas.

En plena bajada desesperada, el objetivo debiera ser centrarse en solucionar los problemas. Es entonces cuando una voz en nuestro cerebro, lejos de ayudarnos en ese propósito, comienza una locución sin fin, cruel y machacona, que no solo te recuerda el problema, sino que lo multiplica. Esa voz te muestra con extraordinaria dureza que tú eres responsable de ese problema; que tú te lo has buscado; y que seguro que viene algo peor. Esa voz que sobredimensiona la situación se mete en el sueño; en el libro que lees; en la serie que te has puesto precisamente para no pensar… Y a esa voz, mi amiga Ana la llama “el mental”.

Una vez más la comunicación es la clave. Nos empeñamos en silenciar esa voz, a pedirle al cerebro que guarde silencio, a ponerle distracciones para apagarla. Y es todo lo contrario a lo que tenemos que hacer. Comunicar es hablar y escuchar. Es tomar conciencia de lo que dice el otro, aunque ese otro sea odioso y no deje de recordarnos desde el síndrome del impostor – “si es que tu no sirves, estás ahí porque engañas a todos” – hasta las peores consecuencias de lo que está pasando – “y ya verás, esto arruina a toda tu familia”. Escuchar a esa voz es abrir la puerta a contestar:

–          Querida voz interior. Verás, yo tengo toda esta experiencia y las personas valoran de mí esto y aquello. No soy perfecta, claro, pero sí tengo todas estas virtudes que yo si pongo en valor. Y querida voz interior, esto no nos arruina, esto lo arreglamos apretándose unos meses el cinturón.

Cuando empiezas a comunicarte con tu odiosa voz interior, descubres que eres capaz de acallar un poco. Y entonces llega el mejor momento que es cuando le cantas las cuarenta:

–          Querida voz interior. No solo no me haces daño, si no que me estás haciendo más fuerte. Y ahora me voy a dormir; descansa tu también que tendrás que pensar nuevos argumentos para hacerme daño.

Esto, que parece fácil, no lo es. Supone dejar de mandar callar y aprender a dialogar contigo misma. Algunos recomiendan la meditación o la oración; yo, por mi oficio, recomiendo que la comunicación efectiva que tanto practicamos hacia fuera se vuelque a nuestro interior para dominar a esa voz odiosa y lograr que se calle cuando queremos decidir a solas qué nos preocupa y en qué dimensión.

–          Hasta luego, mental; cambio de emisora cerebral. 

TAMBAB