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¿Quieres ser espía? John Le Carré te enseña

En estos días de verano he leído una de las últimas novelas de John le Carré, “El hombre más buscado”, publicada en 2008 pero que la tenía un poco apartada, de lo que ahora me arrepiento.
Manuel Vega

Ahora se cumplen 60 años de la primera novela del inglés (que se hizo ciudadano irlandés poco antes de morir por su postura en contra del Brexit) “Llamada para el muerto” con su más querido personaje, George Smiley, tal vez su “alter ego” y que le acompañó 10 novelas y muchos años en los que intercaló otras obras.

En sus primeros relatos la Guerra Fría fue el catalizador dominante de sus argumentos y cuando esta terminó, el terrorismo islámico, las acciones norteamericanas en distintos frentes, los entresijos oscuros de las farmacéuticas y algún otro tema aislado ocuparon las páginas de sus más de veinte novelas, casi todas ellas llevadas al cine o a la televisión.

Sus personajes, calificados como complejos o turbios, pero siempre con un aroma de esa caballerosidad de la que hacen gala los británicos. Nada que ver con esa brutalidad que nos llega, ya sea en novela o película, de los EE UU y sus más afamados espías de ficción.

Y es lo que yo quiero rescatar de mis experiencias como lector o espectador de los espías. Mi conclusión es que cualquiera puede ser espía, pero siguiendo lo que nos ha enseñado John le Carré.

Para conseguirlo no es necesario ser un “cachas” o un experto en artes marciales y mucho menos un superhombre. Estos personajes son un ejemplo de la historia de los últimos años de los EE UU en donde no ha habido una guerra en la que no hayan participado (después de la 2ª Guerra Mundial han perdido todas, por cierto) y donde no tienen enemigos se los buscan. El caso es tener en actividad constante a sus servicios de seguridad y entre los que ejercer la brutalidad sin pestañear es una condición casi indispensable.

John le Carré, en todas sus novelas, nos enseña que esto último no es necesario. Vale más la inteligencia, ña astucia, la mente fría y el análisis profundo de cada situación. Y no es necesario vivir alejado de la familia. En conclusión, ser espía es compatible con llevar una vida tan normal que la de cualquier ciudadano, aunque en algunas ocasiones haya que poner algo de “picante” para que esta dedicación al espionaje tenga un poco de adrenalina.

Con la tecnología actual la profesión de espía nos obliga a unos conocimientos no siempre fáciles de adquirir, pero si queremos ser espías algo nos tienen que costar.

Esta profesión, como todas, requiere comenzar con humildad y, poco a poco, ir subiendo en la complejidad de las acciones y en el escalafón. ¿Cuántos se habrán movido en el entorno de las farmacéuticas para descubrir las fórmulas mágicas de las vacunas?

Pero el campo del espionaje es muy extenso, caben en casi todo el espectro empresarial y económico. Y tú puedes, perfectamente, llegar a ser un espía. Sólo tienes que proponértelo. Pero huye del ejemplo Villarejo. Mira como ha terminado. Sigue los ejemplos de John le Carré: humildad, prudencia y mente fría.