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James Dean, la estrella fugaz de Hollywood, tendría ahora 90 años

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Un Porsche 550 Spyder lo mató un 30 de septiembre de 1955. Tenía el sobrenombre de “Pequeño Bastardo” y condujo a la estrella juvenil más grande de todas hacia la muerte pero también hacia la gloria. Tras chocar de costado con un Ford Custom Coupé que venía en dirección opuesta, le produjo la gravísima fractura de cuello por la que acabó falleciendo.
BettyGS

Como ocurre con otros tantos mitos, aquel 30 de septiembre de 1955, ese coche con aura de maldito sembró la semilla de una leyenda que no se agota, eterno símbolo de la rebeldía y la insatisfacción juvenil, sempiterna imagen que a fuerza de ser repetida se ha convertido en cliché: la del actor y su cazadora roja, su tupé, su cara de efebo inconformista y despistado. Un rostro que, de seguir con vida, ya habría llegado a los 90 años. 

Mucho se ha escrito y dicho acerca de Dean, ese chico nacido en Indiana en 1931 cuya madre murió cuando él apenas tenía nueve años. El tímido miope hijo de un médico que quiso ser actor y que para ello se mudó a Nueva York en cuanto le fue posible.

Por ejemplo, a la hora de hablar de su infancia, de la que se han escrito miles de anécdotas, destaca quizá la que narró Elizabeth Taylor a un periodista a cambio de que la contase una vez que ella no estuviese en este mundo. «Cuando Jimmy tenía once años, comenzó a sufrir abusos por parte del pastor de su iglesia. Creo que aquello le persiguió durante el resto de su vida», relató la actriz años antes de morir, en febrero de 2011.

Aunque casi todos los que coincidieron en un rodaje con él ya no están, muchos vivieron el tiempo suficiente para recordar su calidad como intérprete. Pese a las excelencias de su estilo, pronto se ganó cierta fama de intratable. Al fin y al cabo, venía del Actor’s Studio y, como Brando o Clift, su estilo interpretativo suponía un punto y aparte con respecto a todo lo que se había hecho hasta entonces.

Tras triunfar en Broadway con la obra ‘El inmoral’, su participación en varios programas televisivos y en películas como ‘¿Alguien ha visto a mi chica?’ (1952) lo llevaron hacia el que sería su gran valedor: el Elia Kazan que lo eligió para protagonizar ‘Al este del Edén’ (1955).

En la película, su hiperactividad, su energía y su carácter misántropo no siempre serían bien recibidos por el resto del reparto. Con Raymond Massey, que encarnaba a su tiránico padre, casi llega a las manos. «Nunca sabes qué va a hacer durante una escena. ¡Por favor, haz que lea sus líneas tal y como están escritas!«, le gruñó un día el veterano actor al director de todo aquello.

¿Bisexualidad? ¿Amor con Pier Angeli?

Otra piedra en el rodaje: el que fuese su hermano en la cinta, Richard Davalos, aseguraba que el rol de Caín y Abel de la soleada California de los años 20 que ambos encarnaban casi traspasó los límites de la pantalla y los enemistó para siempre. «No sabía cómo tomarse las críticas duras. Compartir escena con él te podía poner de los nervios. Tenía instinto para perturbar. Al final, él y yo nos acabamos convirtiendo en lo que interpretábamos. Trabajar en esa película nos afectó. En mi caso me costó años superarlo», recordaba el intérprete.

La fallecida Julie Harris, su interés amoroso en la cinta, recordaba en televisión conversaciones muy personales con él. A pesar de las historias sobre su bisexualidad, ella rememoraba lo que el joven le contó sobre el amor que sintió por Pier Angeli. «Un día me enseñó una especie de colgante egipcio, lo abrió y dentro llevaba un cabello de ella, del día que se conocieron. Me dijo que nunca había sentido nada parecido», aseguró.

La vulnerabilidad que dejaba entrever en pantalla era real, a veces dolorosamente real. Meses después de haber iniciado la relación con Pier Angeli, la madre de esta se opuso a que siguiese saliendo con él y la empujó a un matrimonio con Vic Damone. Cuentan las leyendas de Hollywood que el día en que se produjo la boda, en el exterior de la iglesia se podía escuchar el rabioso motor del coche de Dean, que había acudido hasta allí para ser testigo de cómo el amor de su vida se iba de la mano y con un vestido de novia a los brazos de otro.

«Nunca sonreía, no tenía modales»

Las consecuencias de aquel desamor también acabaron salpicando a aquellos que lo rodeaban. Tras rodar ‘Rebelde sin causa’ (1955) -su segunda película como protagonista y la que más simboliza la disconformidad de la generación de los que fueron jóvenes en la década de los 50-, en el rodaje de ‘Gigante’ (1956), estrenada después de su muerte, su maniaca hiperactividad chocó con la pulcritud y el clasicismo del otro protagonista de la cinta, el pétreo Rock Hudson.

Si con Elizabeth Taylor la relación fue tan estrecha como para compartir un sinfín de confidencias, con Hudson la historia fue de mal en peor. George Stevens disfrutaba echando leña al fuego, alimentando la animosidad entre ambos«Era duro estar a su lado. Nunca sonreía, no tenía modales. También era duro rodar una escena con él. Te la acababa robando», dijo Hudson.

Little Bastard, el coche que lo llevó a la muerte

«Trabajó duro para conseguir publicidad y siempre llevaba un fotógrafo consigo», reprochaba el director de la cinta, desmintiendo esa leyenda que asegura que el joven trataba de huir de la fama de Hollywood y de sus servidumbres.

Pese a las críticas, tanto él como el resto del equipo vivieron con estupor y dolor la noticia de su muerte. Aquella tarde de septiembre en la que veían los últimos copiones de lo que se había rodado a lo largo del día, alguien llamó a Stevens por teléfono para contarle el accidente que le había costado la vida a Dean. El chico introvertido que simbolizó la rebelión juvenil había muerto y a él le tocó dar la noticia al resto de su equipo. Taylor se tuvo que ir a un rincón a llorar.

Probablemente fue ella el miembro del reparto que lo conoció mejor. Para el resto, pese a conocer su carácter juguetón y sus manías, era un desconocido. «Jimmy era Jimmy. Era imposible conocerle realmente bien. Pero eso forma parte de la fascinación que despertaba«, dijo Carrol Baker, secundaria de lujo en la película.

Dean se dirigía a las carreras de Salinas y había decidido, a última hora y de forma casual, que conduciría él mismo su “Pequeño Bastardo” para acostumbrarse a él. La muerte lo sorprendió en una carretera que aún hoy guarda vestigios (en forma de monolito) de sus últimos minutos de vida.

Aunque durante décadas han abundado los comentarios laudatorios sobre su figura, convertida en icono pop del siglo XX, probablemente la opinión más sentida acerca del Jimmy Dean que ha cautivado a generaciones la dio su gran amor, esa Pier Angeli que acabó con su vida a los 39 años tomándose un bote de pastillas. Cuentan que en su nota de suicidio, rezaba la siguiente frase: «Tengo un miedo horrible a envejecer; para mí, los cuarenta son el comienzo de la vejez… El amor ha quedado atrás, murió en un Porsche».