Deporte y vida sana

Conchita la Bailarina

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Esto de la fisioterapia es una ciencia maravillosa. Son años de carrera, cursos, máster, artículos y muchas lecturas para que luego, en pocos segundos en consulta, tengas que dar soluciones creativas a problemas diversos.

A veces en la primera sesión aciertas con una solución definitiva. Otras te lleva varias sesiones hasta que se enciende la bombilla. Y en cuanto aciertas… ¡una maravilla! Os cuento el caso de Conchita…

Hace unos años acudió a mi consulta una pareja de edad avanzada. La citada era la mujer ya que en mi agenda estaba el nombre de Concha. No obstante, desde el principio solo hablaba el señor… La mujer sonreía levemente y de vez en cuando me miraba asintiendo. El hombre me contaba que su mujer llevaba semanas con dolores terroríficos en las lumbares y nada ni nadie se los aliviaba. Hasta lloraba del dolor y se quedaba agarrada a las columnas por miedo a moverse. Al terminar su relato el caballero me dejó con su mujer y me dijo que la esperaba fuera en la salita.

-¡Conchita! ¡Vamos a explorarla!- Le dije a la buena mujer. Primero de pie y luego tumbada la exploré como hago con todos los pacientes. Era de pocas palabras pero obedecía a mis indicaciones con mucho dolor y encorvada a mas no poder. El dolor era ostensible. Empecé a tratarla en la camilla y cuando llevaba 10-15 minutos ella me dijo sobresaltada: -¡Bueno ya está! ¡Hemos acabado!- Yo me asusté porque pensaba que había hecho algo que la había molestado… Mientras se levantaba yo la iba aconsejando unos pequeños ejercicios y la conveniencia de verla en unos días. Se vistió con cara de mucho dolor. Mi cara era de agobio por la tensión de la situación pero ella no parecía inmutarse… ¡Todo muy raro! Al salir le digo al marido lo que hemos hecho y reservamos cita a los 2 días… Pensaba que anularían por el supuesto enfado de ella.

Yo me quedé preocupado y decidí examinar su historial en otros departamentos de la clínica porque desde traumatología me la habían derivado como lumbalgia mecánica. Encontré un pequeño apunte en medicina general que ponía: «Déficit cognitivo”. Esa explicaba todo. Había algo en su cabeza que no funcionaba bien…

A los dos días, para mi sorpresa, acudieron de nuevo a mi consulta. Acompañé a Conchita a mi sala y salí a hablar con el marido fuera. Le pregunté si estaba diagnosticada de algo y ya me dijo que tenía “Alzheimer”. Eso lo explicaba definitivamente. Entré a tratar de nuevo a su mujer y me hizo lo mismo que el primer día. Se levantó a los 15 minutos… Muy difícil poder tratarla. Además no había mejorado nada: muy dolorida, coja y encorvada.

Vino un tercer día y es cuando se encendió la bombilla. En cuanto la tumbé vi que eso no iba a funcionar. Así que antes de que se levantara ella sobresaltada decidí pedirla que se levantara. -Conchita, vamos a bailar.- Le dije… No sé porque se me ocurrió eso. Yo no soy nada bailarín… Pero en ese momento Conchita se levantó y se puso a bailar mientras yo tatareaba una canción y batía palmas… Erguida, sonriente y ninguna señal de cojera ni dolor. ¡Yo estaba alucinando! Me fui corriendo a avisar a su marido. Cuando entró no daba crédito y me dió un abrazo llorando de la emoción. Pensó que le había hecho una técnica nueva o una manipulación habilidosa. Pero nada más lejos de la realidad… Simplemente le ¡había invitado a bailar!

En fin, con esto quiero mostrar que los estudios no son todo. Que los fisioterapeutas tenemos que estar muy formados. Pero estimular la creatividad y la empatía son cualidades humanas que a veces nos hacen tener más éxito que la ciencia pura. ¡Palabra de fisio!

Jesús Serrano Lázaro/ Fisioterapeuta

Clínica Improve/Club Deportivo El Estudiante