Opinión

Todas las virtudes del hombre sin sus vicios

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No escribo en estos artículos sobre vivencias personales, pero en esta ocasión lo haré, espero que los lectores me perdonen.
Rosario Tamayo Lorenzo

El 1 de febrero falleció mi perra, Rita, no tenía aún tres años, nunca imaginé el dolor que dejaría su marcha. Su corta vida fue continuo derroche de alegría, amor y lealtad.

Como homenaje a ella, me gustaría recordar pinturas de grandes maestros en los que también aparece una mascota, aunque no siempre hayamos reparado suficientemente en ella…

En el célebre cuadro “El matrimonio Arnolfini” de Jan van Eyck, frente a la seriedad de los esposos, en primer plano aparece un pequeño y simpático grifón de Bruselas, como símbolo de fidelidad y amor terrenal.

“Carlos V con un perro” es el retrato que Tiziano realizó del emperador, combinando su majestuosidad con el detalle de humanidad del monarca acariciando a un gran perro de aguas inglés. Tiziano incluyó también a un pequeño perro a los pies de la Venus de Urbino, que pudiera simbolizar la fidelidad conyugal. La misma mascota aparece en otra obra de Tiziano, “Retrato de Eleonora Gonzaga”, lo que lleva a pensar que podría ser el perro del pintor.

Velázquez representará con maestría la anatomía, raza, carácter y mirada de los perros que aparecen en sus retratos, y que formaban parte de la vida de los monarcas y de las élites del siglo XVII. En “La túnica de José”, vemos un Spaniel Breton que ladra, con tensión muscular y postural, a la túnica ensangrentada mientras Jacob conoce la muerte de su hijo.

En el retrato de “Felipe IV cazador” aparece un mastín que mira directamente al espectador, interpelándole con cierta tristeza. Velázquez también representa al perro fiel en la firmeza de postura del galgo que aparece de perfil en el “Retrato del Príncipe Baltasar Carlos, cazador”, junto a otro que duerme plácidamente junto a su dueño.

En “Las Meninas” el mastín español sobre el que pone su pie uno de los enanos de la corte, simboliza la lealtad hacia la familia real, con un papel central en la composición de la pintura, y que Picasso, en su versión de la obra, sustituyó por su perro salchicha.

Muchas interpretaciones han generado el “Perro semihundido” de Goya: alegoría, soledad, premonición sobre el futuro de España…

Formaba parte de las pinturas que adornaban la Quinta del Sordo y que fueron arrancadas de la pared por el nuevo dueño. Gracias a las fotografías realizadas en su lugar original por Jean Laurent en 1874, descubrimos, siguiendo la mirada del perro, algo parecido a dos pájaros revoloteando, esa mirada podría ser un canto de amor a la naturaleza y podría ser un perro feliz…

Y si quieren saber cómo era Rita, busquen un cuadro del Museo del Prado titulado “Bodegón con florero y perro”, de Juan van der Hamen.

Me despido con palabras de Lord Byron a su perro fallecido: “un ser que poseyó la belleza sin vanidad, la fuerza sin la insolencia, el valor sin la ferocidad y todas las virtudes del hombre sin sus vicios”.