ActualidadOpinión

Nunca un Taxi nos salió tan caro

Compartir
Cuando en 2014 llegó a España la posibilidad de contratar un servicio de transporte personal y privado distinto al Taxi, la mayoría de nosotros no éramos conscientes del trascendental impacto que esta nueva posibilidad iba a suponer en nuestras vidas.
EL SALMÓN NOCTURNO

Uber había nacido cuatro años antes en la ciudad de San Francisco (EE.UU.) y desde entonces, la propia compañía quiso dejar bien claro que pedir un Uber era mucho más que pedir un Taxi. Según sus propias palabras, “Uber es una empresa tecnológica dedicada a conectar el mundo físico y el digital”. Lo cierto es que lo avisaron desde el principio. Y no es menos cierto que la mayoría de los consumidores, ávidos de poder disponer de un servicio de transporte aparentemente más económico y más práctico que el Taxi, no quisimos ir más allá.

Recuerdo que por aquel entonces, muy pronto estalló la polémica entre el gremio de los taxistas en las principales ciudades españolas y este nuevo servicio que ponía en jaque el sistema de transporte personal en nuestro país. Huelgas de taxistas que paralizaban carreteras y arterias principales en las grandes ciudades, ataques entre profesionales del Taxi y conductores de Uber en plena calle que se reproducían en Telediarios y en las Redes Sociales, sentencias judiciales que ordenaban el cese de la actividad de la compañía en España durante muchos meses, etc. Y mientras, ¿Qué hacíamos nosotros, los consumidores? Lo de casi siempre, pensar de forma cortoplacista, tener una mirada muy estática y tratar de salir beneficiados económicamente de este conflicto. Por aquel entonces, cuando conversaba con amigos, compañeros de trabajo y familiares sobre esta cuestión, casi todas las respuestas seguían la misma línea discursiva: “a mí lo que me interesa es que me salga más barato coger un Taxi.”  

Y como la vida es una gran e implacable paradoja, quizás nos encontremos con que haber conseguido un servicio de Taxi aparentemente más barato, ahora nos sale a todos nosotros muchísimo más caro. Me explico. La irrupción y consolidación de Uber en la sociedad a nivel global ha sido tan relevante, que en los grandes foros económicos se habla de la ‘Uberización de la economía’ o del ‘Mundo uberizado’, e incluso analistas financieros, economistas y sociólogos de prestigio, hablan de ‘Uberización’ como el término idóneo para referirse al sistema productivo y laboral característico de la 4ª Revolución Industrial, igual que se utilizó el ‘Taylorismo’ para referirse a la 1ª Revolución Industrial o el ‘Fordismo’ para referirse a la Segunda.

La ‘Uberización’ supone un cambio radical en la relación entre empleador (empresa), empleado (trabajador) y cliente (consumidor final), que está teniendo unas consecuencias especialmente perjudiciales para la figura del trabajador. Subidos al carro de la modernidad, la innovación y la digitalización, y utilizando conceptos muy plausibles y buenistas como el de ‘economía colaborativa’, la ‘Uberización’ ha impuesto un sistema en el que aparentemente todos ganamos. El consumidor final porque ahora puede disfrutar de más servicios y además lo puede hacer de forma más sencilla, accesible y económica; la empresa porque reduce significativamente sus costes de gestión y simplifica la siempre engorrosa burocracia; y el trabajador porque al multiplicarse la demanda, se incrementa exponencialmente la necesidad de dar servicio a dicha demanda. La realidad nos está demostrando que este cacareado ‘WinWin’ en el que ganamos todos, es falso.

Hasta ahora, desde la perspectiva de los trabajadores, la ‘Uberización’ de la economía ha supuesto un aumento significativo de su precariedad. Salarios miserables, horarios de trabajo interminables e intempestivos, y una pérdida absoluta de sus derechos laborales: nada de prestaciones por incapacidad temporal o permanente, sin vacaciones, sin pensión de jubilación, y por su puesto olvídate de la prestación por desempleo o la indemnización por despido. O dicho de otra forma, bajo el pretexto de que ahora es el empleado el que decide su carga laboral, el empleador se desentiende de cualquier responsabilidad hacia él, pero eso sí, decide e impone las condiciones del servicio a prestar por el empleado (precio, condiciones de pago, tiempo de distribución de los distintos servicios, estándares de calidad, etc.).

 ¿Y cómo es posible que todos los avances que a nivel de derechos laborales durante más un siglo de esfuerzo y perseverancia los trabajadores han ido consiguiendo, se desvanezcan de un plumazo? Las empresas que abanderan este nuevo modelo laboral lo tienen muy claro: la relación que estas empresas tienen con sus trabajadores no es laboral, sino mercantil y por tanto, no están vulnerando los derechos laborales de los trabajadores, ya que legalmente no son trabajadores, son meros socios o colaboradores.

Es decir que los cientos de miles de conductores que circulan por las calles de las principales metrópolis del mundo entero con vehículos que pone ‘Uber’ y a los que millones de personas contratan diariamente a través de sus teléfonos móviles para desplazarse de un lugar a otro, no trabajan para Uber, trabajan para sí mismos y son meros socios colaboradores de Uber. ¡¡Toma ya!! Luego lo que hace ocho años los creadores de Uber repetían una y otra vez cuando pusieron en marcha la compañía “somos una empresa tecnológica dedicada a conectar el mundo físico y el digital” no era una frase publicitaria utilizada para transmitir una imagen innovadora y ‘cool’ de la nueva empresa, sino que era la auténtica realidad del negocio que querían desarrollar.

Visto lo visto, me dirijo a ti que trabajas para una empresa y que eres un cliente más en este mundo globalizado, para hacerte algunas preguntas e invitarte a la reflexión ¿estás tranquilo porque consideras que tu puesto de trabajo está blindado? ¿Te inquieta que este nuevo modelo laboral se esté imponiendo con el perjuicio que supone para los trabajadores y sus derechos laborales? ¿Estás viendo cómo esta nueva fórmula empresarial de intermediación a través de plataformas digitales está llegando a muchos otros sectores? ¿Quién o quiénes consideras que deberían intervenir para regular este nuevo sistema laboral que se está imponiendo?

Mientras piensas en posibles respuestas a estas preguntas y si así lo consideras, las compartes conmigo, termino este artículo con una gran cuestión de fondo que apela a nuestra condición intrínseca de consumidores en la sociedad actual, ya sea del servicio de Uber o de cualquier otro: ¿realmente tenemos poder suficiente para determinar y condicionar los grandes cambios estructurales que se producen a nivel socioeconómico en el ámbito internacional? Difícil respuesta. Ahora bien, lo que tengo claro es que si no pensamos que sí que tenemos esta capacidad, y creemos que somos meros títeres de un sistema que hace y deshace a su antojo, es mucho más sencillo resignarse, mirar hacia otro lado y culpar al empedrado.

salmonocturno@gmail.com