El Ego, un enemigo silencioso para llegar a un acuerdo
En muchos de los asuntos que llevamos los abogados, siempre hay una primera fase extrajudicial, en la que se intenta llegar a un acuerdo entre las partes, y otra posible fase judicial en la que no habiendo acuerdo, no cabe otra alternativa que la de acudir a los Tribunales.
El mejor abogado no es el que más juicios gana (o cree que gana), sino el que más juicios evita y el que firma más Acuerdos Transaccionales entre las partes, en una fase que podríamos llamar “amistosa” o “de conciliación”.
Esto es una realidad absoluta, ya que los pleitos no los gana o los pierde el abogado, sino que quien los gana o los pierde es en realidad el cliente, y el que decide es un tercero, un Juez (o Jueza), y no las partes por mucho que crean que poseen la verdad absoluta en su versión de los hechos.
Cuando estamos en la fase “amistosa”, los abogados nos topamos con un enemigo íntimo, intrínseco en las personas, EL EGO de los clientes, que cada persona puede tener más o menos arraigado en su interior, ya que depende mucho del carácter de cada persona o de cómo uno afronta la situación contenciosa que le ha llevado a nuestro Despacho.
No es el que EGO, como exceso de autoestima, sea siempre algo negativo, ya que en muchas ocasiones nos favorecerá y en otras nos perjudicará, como todo en la vida. No somos robots ni puro software elaborados ad hoc para cada persona y para cada circunstancia que nos encontramos en la vida.
Los buenos abogados hacemos una labor extra de “psicólogos” con todos los clientes, pues en el fondo tratamos con sus problemas más íntimos y personales (laborales, familiares o personales), y siempre hemos de intentar de evitar la vía judicial en la medida de lo posible, porque no nos engañemos, en un Acuerdo Transaccional las propias partes deciden sus propias vidas – por expresarlo así-, mientras que en un pleito es el Juez (o Jueza) el que va a decidir las vidas de nuestros clientes.
Y aquí, todos sabemos que un Acuerdo es alcanzar un punto intermedio entre las pretensiones de una y otra parte, un punto en el que se sientan mediana y relativamente cómodos, y aquí tienen que luchar contra su EGO para “tragar” más o menos con las pretensiones y exigencias de la contraparte, hasta alcanzar ese deseado nexo de unión.
“Es mejor un mal acuerdo que un buen pleito”, como se dice en nuestro argot jurídico, es una verdad universal, porque los pleitos los carga el Diablo. En mis más de 23 años de ejercicio profesional he visto perder casos ganados y he visto ganar casos perdidos, porque al final, aunque tengamos una base sólida de argumentos para acudir a los Tribunales a demandar a “nuestro vecino”, la realidad es que los juicios son una Lotería, y las posibilidades reales ante Su Señoría son: 1/3 de que estime nuestra demanda; 1/3 de que desestime nuestra demanda y 1/3 de que estime parcialmente nuestra demanda (esto es, como un “ni para ti ni para mí”).
Por ello, yo siempre recomiendo a los clientes, a los ciudadanos de a pie y a las personas en general que, por favor, aparten ese EGO tóxico y decidan sobre sus propias vidas para firmar un Acuerdo amistoso -con las recomendaciones de sus abogados claro está-, porque sabemos que todo acuerdo es y será duro de pelear y alcanzar, para todos los implicados, y la habilidad social que tengamos para ello influirá mucho en el resultado final.
Intentemos en la medida de lo posible no “lanzar a los leones” a nuestros clientes, pues los Juzgados y Tribunales son un auténtico Circo Romano donde el espectáculo está servido.
Jaime Garrido/Abogado