Cultura y entretenimiento

Quincy Jones, un genio en la sombra, compositor de pop, R&B y jazz, ha fallecido a los 91 años

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El inmenso Quincy Jones: el arquetipo del genio en la sombra que con un talento sensacional era capaz de impulsar a la estratosfera una música genial y al mismo tiempo popular.

Sus tres álbumes con Michael Jackson son historia mayúscula de la música pop, un ciclo de trabajo en el que Jones mostró no solo su talento creativo, sino un instinto arrollador para crear música popular y al mismo tiempo fabulosa. Las cifras son inigualables: Off the Wall fue un éxito instantáneo y ya acumula en EEUU en torno a 20 millones de ejemplares vendidos; Thriller se convirtió de inmediato en el disco de una generación, un álbum icónico que aún es el más vendido de la historia, con unos 70 millones de ejemplares; tras ellos siguió Bad, con Jackson como la mayor estrella musical del mundo, del que se llevan vendidos unos 45 millones de ejemplares.

Tres discos históricos por sus ventas, pero también por su calidad musical, en la que Quincy Jones fue trascendental como arquitecto de ese sonido que convirtió en pop una astuta combinación de funk, R&B, electrónica de sintetizadores, rock y música disco. Aquel sonido y su relevancia tuvieron (siguen teniendo) una influencia abrumadora en la música negra de EEUU, y fenómenos como el bum del R&B a principios de los 2000 no se podría explicar sin las canciones de esa trilogía inmortal.

El carismático y vividor Quincy Jones nació en Chicago el 14 de marzo de 1933, comenzó su carrera musical como arreglista a principios de los años 50 y no dejó de trabajar hasta hace unos pocos años. Una increíble trayectoria de siete décadas cuyos logros no caben en un obituario, sino que merecen, mucho más que la mayoría de las estrellas, un libro entero.

Instalado en Nueva York a princios de los años 50, desde ese primer momento se mostró genial en el sentido literal de la palabra, inventivo y con una personalidad arrebatadora. Compositor, arreglista, productor y director de orquesta, fue decisivo en sus inicios en el jazz, cuando aportó un soplo de aire fresco a las grabaciones de artistas referenciales como Miles Davies, Count Basie, Cannonball Adderley, Lionel Hampton, Dizzy Gillespie, Art Farmer, Clifford Brown y Tommy Dorsey, y a cantantes gloriosos como el mismo Frank Sinatra (ya en los 60, el Sinatra de Reprise, maduro y jefazo del rat pack en Las Vegas), Sarah Vaughan o Dinah Washington. No había cumplido 30 años y ya colaboraba tanto con viejas leyendas como con jóvenes renovadores, muestra perfecta de su versatilidad creativa.

A los 24 años se instaló durante un tiempo en París, fue contratado por el importante sello Barclay y fue productor y arreglista en algunas grabaciones de los titanes de la chanson Jacques Brel y Charles Aznavour.

El chico era tan impresionante que en 1961 se convirtió en el primer ejecutivo negro de la industria discográfica de EEUU, cuando fue nombrado vicepresidente del sello Mercury. Ese paso le alejó del jazz hacia el pop (fue arreglista de Ray Charles en su momento cumbre de popularidad y de Paul Simon tras su ruptura con Art Garfunkel) y pronto se introdujo en un nuevo terreno: las bandas sonoras. En 1963 compuso la música de El prestamista de Sidney Lumet, el primero de más de una treintena de scores de Hollywood (incluyendo maravillas como En el calor de la nocheA sangre fríaThe Italian Job -la de Michael Caine- o El color púrpura).

En 1974, el cuerpo de Quincy Jones colapsó tras 40 años viviendo con intensidad noche y día. Superó un aneurisma cerebral y eso le convenció para bajar la intensidad de su agenda. Empezó a elegir más sus trabajos y musicalmente se concentró en la música negra moderna, sobre todo el R&B. Lo hizo tanto como productor de megaéxitos del grupo Rufus junto a la gloriosa Chaka Khan, como con su carrera en solitario.

En los 80, en la cúspide de su popularidad, fue también productor de la canción benéfica We Are the World, coescrita por Michael Jackson y Lionel Richie para combatir la hambruna en Etiopía. También fue un megaéxito: se vendieron más de 20 millones de singles y aún es uno de los 10 sencillos más exitosos de la historia del pop.

Solo por su carrera en la música popular, Quincy Jones tiene garantizado un lugar en la historia tras su muerte a los 91 años. Sus trabajos como productor, compositor y arreglista le convirtieron en uno de los profesionales más respetados de la industria, con 28 premios Grammy, así como en una celebridad de pleno derecho. 

Pero el legado de Jones y también abarca el mundo audiovisual. Esto incluye su faceta como productor de cine y series, que le llevó a trabajar con Martin Scorsese (director del videoclip Bad, para Jackson) y Steven Spielberg (El color púrpura), así como a impulsar la carrera de Will Smith con El príncipe de Bel Air. Y también una de sus facetas más aclamadas: la de autor de bandas sonoras. 

Desde que firmó su primera partitura en Hollywood, la carrera de Jones en la pantalla ayudó a romper barreras raciales, generó melodías inolvidables y estuvo marcada por las constantes de su autor: trabajo incansable, astucia y buen hacer. Aquí repasamos sus mayores hitos. 

En 1964, cuando Sidney Lumet le propuso encargarse de la BSO de El prestamista, Quincy Jones estaba muy lejos de ser un novato. Su currículum no solo abarcaba trabajos como músico, sino también posiciones ejecutivas (como director musical para la compañía francesa Barclay y, desde 1961, como vicepresidente de Mercury Records) y estudios de composición con Olivier Messiaen Nadia Boulanger.

Sumando a esto que Jones había firmado ya una banda sonora (para la película sueca Pojken i trädet, 1961), estaba más que listo para encargarse de este drama con Rod Steiger, una de las primeras cintas de Hollywood que abordaban las secuelas del Holocausto. 

Tras El prestamista, Jones siguió trabajando con Lumet y con otros directores de la llamada ‘generación TV’ como Sydney Pollack (La vida vale más, 1965), Norman Jewison (En el calor de la noche, 1967) y Richard Brooks, para quien firmó la BSO de A sange fría. En 1968, Jones no solo se llevó dos nominaciones a los Oscar gracias a este último filme y Manning, sino que también pasó a la historia como el primer músico afroamericano nominado a Mejor canción original. 

Convertido ya en uno de los compositores de moda en la industria, Quincy Jones no paró de trabajar. Además de firmar partituras para el cine (entre ellas, la del clásico de acción Un trabajo en Italia, 1969) firmó también cabeceras para series de TV, como las populares Ironside Banachek. Su trabajo para el show Raíces en 1977 le llevó a su primera (y única) victoria en los premios Emmy. 

Durante los 70, la condición de workaholic deQuincy Jones le había deparado varios sustos relacionados con su salud, entre ellos un aneurisma cerebral que le fue detectado en 1974. Debido a esto, sus trabajos para la pantalla fueron espaciándose cada vez más. Sin embargo, aún tuvo energía para vivir un par de momentos históricos.  

En 1978, debido a su amistad con Sidney Lumet, el músico se embarcó en uno de los trabajos más particulares de su carrera: ponerle música a El mago, una adaptación musical de El mago de Oz a ritmo de funk y soul. Dicho filme contaba con la superestrella Diana Ross como Dorothy… y, en el rol del Espantapájaros, con un adolescente llamado Michael Jackson.

Si bien El mago no se llevó ninguna de sus cuatro nominaciones al Oscar (entre ellas, Mejor banda sonora), sirvió para poner en contacto a Jones con un Jackson ansioso por dejar atrás su imagen de niño prodigio. Decir que los tres álbumes resultantes de la colaboración entre ambos (Off The Wall, 1979, el superventas Thriller, del 82, y Bad, 1986) cambiaron la historia de la música pop es quedarse muy, muy corto.  

Asimismo, en 1985 Jones se decidió a firmar su primer trabajo como productor de cine tras hacerse con los derechos de El color púrpura. Gracias a él, Steven Spielberg venció sus reticencias y se hizo cargo de esta adaptación de la novela de Alice Walker, con Whoopi Goldberg como protagonista, famosa en su día por conseguir 11 nominaciones a los Oscar… y no llevarse ningún premio. 

Sin embargo, El color púrpura ha sido reivindicada por la historia, en parte por el trabajo de su director y su reparto, y en parte por una banda sonora en la que brilla Miss Celie’s Blues, la canción compuesta por Jones, Lionel Richie Rod Templeton. 

Por mucho que los trabajos de Quincy Jones en cine y TV se volvieran cada vez más escasos e irregulares desde aquel momento, el nombre del músico siguió presente en Hollywood gracias a las innumerables películas y series que repescaban sus antiguas composiciones.  Entre estos títulos estuvo Austin Powers (1997), aquella parodia del cine de espías firmada por Mike Myers que usaba su Soul Bossa Nova (1962) como tema principal. 

Como todos sabemos, la película en cuestión resultó un éxito que generó dos secuelas. Y la última de ellas, Austin Powers en Miembro de Oro (2002), contó con Jones para el festín de cameos de sus créditos iniciales, junto con Tom Cruise, Danny De Vito, Gwyneth Paltrow, Spielberg y muchos otros.