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Comunicación y simbolismos en tiempos de guerra

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Reconozco que no encuentro hoy esa alegría que siento cuando el director de La Mirada Norte, Juan Ussía, me pide que escriba mi artículo. En estos días una no encuentra la forma de ser optimista con la guerra de Ucrania y esas imágenes de personas que están sufriendo y muriendo y que se combinan con las de otras personas, yo misma, que continuamos con nuestras rutinas, alegrías y desalientos.

Una guerra.

Y la vida sigue.

También la comunicación.

Desde que Rusia invadiera Ucrania, no han faltado las marcas que han decidido suspender sus operaciones con Rusia; entre ellas, por ejemplo, Inditex. Con ello, las empresas deciden asumir pérdidas económicas – en ocasiones muy cuantiosas – quedando por ver hasta cuándo se prolonga este compromiso. Otras marcas han cambiado los colores de marca utilizando los de la bandera de Ucrania y, otras, han organizado el envío de ayudas diversas.

Por supuesto ya se han alzado voces críticas sobre cualquiera de las opciones elegidas por las marcas. Algunos hablan de que suspender las operaciones con Rusia es una acción de “marketing con propósito” porque es más fácil hablar de marketing que de conciencia. Que de todo habrá, pero parece gustarnos siempre más la primera opción. A mi me gusta pensar que hay una mujer con conciencia al frente de Inditex tomando este tipo de decisiones. Disculpen la licencia feminista; acaba de pasar el 8 de marzo y siguen faltando mujeres en puestos clave.

Críticas también a los que deciden cambiar los colores de sus marcas como muestra simbólica de su apoyo a los ucranianos. Les critican el simbolismo como si de ellos dependiera la paz mundial y se hubieran limitado a cambiar sus colores de marca pudiendo acabar con la guerra.

¿Sirven de algo estos gestos?

Pues miren. En estos días he visto la película “Room” sobre el secuestro de una adolescente que pasa 7 años encerrada con un hijo que tiene en cautiverio, fruto de las violaciones de su secuestrador. Cuando logran escapar y volver a la casa que ella dejó siendo una adolescente, hay algo que le indigna: ver cómo el resto de las personas que formaban su mundo han seguido con sus vidas. Y es que ¡qué gran verdad que la vida sigue, aun cuando nada vuelva a ser lo mismo!

Así que sí; seamos simbólicos si no podemos ayudar de otra manera. Mostremos que sabemos lo que está pasando a 3.757 kilómetros de Madrid. Salgamos a la calle con folios blancos; colguemos palomas de la paz en los balcones; añadamos la bandera ucraniana a nuestra foto de perfil…  Igual que nosotros estamos conociendo el drama de tantos ucranianos a través de sus redes sociales, ellos estarán viendo que nuestras vidas siguen. Tal vez piensen que ni siquiera pensamos en ellos, que no rezamos por ellos.

Pese a las críticas de los que todo lo dudan, sigamos impulsando acciones que, aun carentes de ayuda efectiva, sirvan para decir: aquí estamos y estamos con vosotros. Gritemos por la PAZ.

Tambab