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Comunicación “vintage”

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Dice Internet que “lo vintage pertenece genuinamente al pasado, que ha sido creado, diseñado y producido en el pasado y que, como tal, se encuentra en buen estado y tiene un valor estético intrínseco. Es uno de mis propósitos para 2021: devolver a la comunicación su estilo más “vintage”: el uso correcto de las palabras y los signos de puntuación, el clasicismo de una buena carta o de una bonita felicitación sin abreviaturas ni emoticonos.

Como los grandes diseñadores de la moda que volvieron a las prendas de segunda mano bautizándolas con esta palabra tan grandilocuente, los defensores del lenguaje debemos convencer a todas las generaciones de que escribir y hablar correctamente no es “retro” sino sencilla y maravillosamente “vintage”.

Las grandes marcas hacen uso de la “nostalgia” por otros tiempos. Está de moda tener un tocadiscos o ir a una barbería; no es incompatible con usar Spotify o una maquinilla eléctrica. ¿Por qué no entonces convencer de lo maravilloso que es volver a esa escritura correcta ya sea a mano o “a máquina”?

Hay muchos que lo están haciendo. Conozco a un calígrafo profesional, Goyo Valmorisco (goyovalmorisco.com). Le sigo y le admiro y voy viendo cómo le llama una bodega para etiquetar sus vinos o Louis Vuitton, sinónimo de calidad y elegancia, le pide que escriba tarjetas de Navidad personalizadas. La caligrafía es ahora “vintage” y es un avance devolver a las letras su valor artesanal. Toca devolverles también el valor artesanal de su contenido y su correcta redacción. 

Cada Navidad, mi familia y yo escribimos tarjetas de felicitación y en cada viaje enviamos postales. ¿Qué hay detrás? La visita a una tienda; la elección; la compra; la escritura de mensajes escritos a mano a cada persona; la consecución de la dirección (postal, sí, no el correo electrónico); la compra de sellos y la búsqueda de un buzón… ¿Y qué más? Pues lo que hay detrás de cada carta, postal o tarjeta: el esfuerzo y la magia de la comunicación personalizada. ¿Recuerdan lo que era recibir en el buzón un sobre escrito a mano y sin la marca de una empresa que sin duda nos envía una factura?

Hemos pasado una época en la que el ahorro del lenguaje ha marcado nuestro uso de la tecnología. ¿Escribimos “café?”, olvidando lo bello que es leer: “Hola Lola, ¿podríamos tomar hoy un café juntas?”. Felicitamos las fiestas por WhatsApp copiando el mensaje gracioso o ingenioso que otro ha escrito y que solo encuentra la pereza de tener que contestar porque no nos ha dicho nada. Un tiempo en el que, a los que nos dedicamos a esto de escribir, nos han atormentado con la necesidad de utilizar criterios SEO y titulares “AIDA” – atención, interés, deseo y acción – para enterarnos que, últimamente, hasta los más expertos en Google y sus búsquedas piden que se escriba con naturalidad y calidad, pensando en las personas y no en los buscadores.

Así que les invito a participar. Hagan la prueba. Menos es más siempre que se escribe con cariño y atención, pensando en quienes nos va a leer. Prueben a escribir una tarjeta de felicitación; a mandar un correo sin un texto copiado o corporativo; a ponernos románticos o divertidos; a escribir pensando en crear una emoción en quien nos lee. Verán como esta comunicación “vintage” les regala mucho más de lo que el esfuerzo de hacerlo requiere. No lo olviden: al final, estamos hechos de las palabras que utilizamos; de las que quisimos decir y no dijimos y de las que, alguna vez, preferiríamos no haber dicho. Regalar palabras es uno de los más hermosos regalos del mundo. Y hacerlo bien, no cuesta tanto.

TAMBAB