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Alegría, de José Hierro

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“Llegué por el dolor a la alegría”. Así comienza el poemario Alegría, del poeta madrileño José Hierro. Es un poema muy especial en muchos sentidos. Ganó el Premio Adonais en 1947 y apuntaló la carrera literaria de un hombre que decidió apostar por la alegría, cuando su mano de cartas estaba llena de tragedia, guerra, injusticia y muerte. La metamorfosis del gusano del dolor a la mariposa del júbilo.
Pedro Robledo

Su familia se trasladó a Santander cuando el poeta tenía dos años. Cuando cumplió catorce, conoció lo que era una guerra civil. A su padre le metieron en la cárcel por defender a la República. Cuando el bando Nacional llegó a Santander, metieron también en la cárcel a un José Hierro muy joven. Fue condenado a doce años y un día, pero finalmente cumplió cuatro años y pudo recuperar la libertad en mil novecientos cuarenta y cuatro, con su padre ya fallecido.

El poeta decide irse a Valencia, y apostar por una vida llena de alegría, luz y belleza, lejos del resentimiento:

“Pero estoy aquí. Me muevo, / vivo. Me llamo José / Hierro. Alegría. (Alegría / que está caída a mis pies). / Nada en orden. Todo roto, / a punto ya de no ser. /

Pero toco la alegría / porque aunque todo esté muerto / yo aun estoy vivo y lo sé.”

Es este un poemario muy hermoso, intimista, catártico. José Hierro domina las estructuras, el metro, el ritmo… utiliza un lenguaje sencillo pero eso no le impide crear imágenes líricas que llegan directamente al corazón del lector. Su oficio hace que los poemas suenen todavía mejor cuando uno los lee en voz alta, aumentando así su huella emocional en todo aquel que los declame.

Y es que Alegría transmite mucha emocionalidad. Apelando siempre a la responsabilidad con uno mismo. En cierto modo, este libro podría ser perfectamente el mejor libro de autoayuda:

“¿Ese gesto de muerte tendrás siempre, alegría?” Se pregunta el poeta. Porque sabe que a pesar de todo el sufrimiento, toda la injusticia, la juventud robada que deja atrás, él sigue vivo, y sabe que sólo él es el responsable de su estado de ánimo. De la forma en la que mire a la vida a partir de ese momento en el que recupera su libertad. De su júbilo.

“Hay que salir al aire, / ¡de prisa! / tocando nuestras flautas, / alzando nuestros soles, / quemando la alegría / […] Hay que salir al aire, / desatar la alegría, / llenar el universo / con nuestras vidas, / porque tenemos prisa.”

José Hierro salió de la cárcel y descubrió la luz dorada del levante. Y construyó su vida personal y literaria sobre esa luz. Todo un ejemplo de cómo superar las dificultades que la vida nos va poniendo, y rehuir de la mentalidad victimista tan dominante estos días.

Tiene un poema titulado El muerto, en el que José Hierro nos habla desde su tumba, muchos siglos después de su muerte. Sin duda, un poema original y atrevido. De todas las cosas que nos puede decir un hombre que lleva siglos fallecido y reflexionando sobre la vida, nos deja la siguiente lección. Para el final de esta página, recurrimos al principio de este poema, que nos recuerda lo siguiente:

“Aquel que ha sentido una vez en su manos / temblar la alegría / no se podrá morir nunca.”