Cultura y entretenimiento

Agatha Christie y la novela policíaca “amable” vuelve a estar de moda

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El asesinato también puede ser algo entrañable, familiar y disfrutable. Y el enigma, en su variante detectivesca, es tanto o más cosa de mujeres, que de hombres.
Manuel Vega

Esto es lo que, en definitiva, nos transmiten los defensores, o mejor dicho, los detractares de la novela negra que quieren separar de lo que se llama, en este momento, “Cosy Mistery”.

Piden que los lectores se olviden de los polis atormentados por el alcohol y los problemas familiares. De los psicópatas eruditos que escenifican la biblia en verso para sus crímenes sangrientos. De las grandes ciudades con sus policías corruptos, mafias y depravación sistémica. De los detectives que solucionan los problemas a golpes y a tiros. De la contaminación ambiental, física y moral a la que combaten inútilmente los y, sobre todo, las protagonistas de la mayoría de novelas policíacas de las últimas décadas.

Hace años que las televisiones nos han ofrecido largas series basadas en personajes como Hércules Poirot y Miss Marple de Agatha Christie, el Padre Brown de Chesterton, el Nero Wolfe de Rex Stout, el Perry Mason de Erle Stanley Gardner, el Maigret de George Simenon o, por supuesto, el mismísimo culpable y padrino de todos: el Sherlock Holmes de Conan Doyle. También han surgido muchas otras y otros no menos populares y longevos, gracias al secreto amor del público por el crimen misterioso.

El relevo ha sido tomado por las plataformas en streaming y reconozco que algunas he visto y muchas me han decepcionado. La reina ha sido y es, mientras no se demuestre lo contrario, Aghata Christie con sus protagonistas principales, que ya hemos comentado, Poirot y la Señorita Marple. Y digo que es la reina porque es la más reproducida en series y en el cine, naturalmente.

No pongo en duda la calidad literaria de la novelista británica, no pretendo ser el más listo, pero que tampoco me tachen de ignorante, pero tengo mi propio criterio sobre la literatura que califico como subjetiva, no sólo para mí, sino para todos, menos para los más expertos en lingüística que para eso se han preparado.

Por eso, independientemente de sus grandes novelas, sin secuelas, como no puedo compartir el entusiasmo de los “Cosy Mintery” por Poirot y Marple. Si Aghata Christie se hubiera conformado con publicar, por ejemplo, ‘Asesinato en el Oriente Express’ sería una novela grandiosa, por otra parte con varias versiones cinematográficas. Pero no, tuvo que poner en el mercado novelas del detective belga, por no hablar de la Señorita (Miss) Marple.

En este momento, todo el que quiera, puede sintonizar en su televisor el canal Paramount (es gratis) en donde llueven todas las aventuras de ambos personajes. Y te lo tomas, cuando lo ves, como el que se toma un caramelo, sin mayores pretensiones. Son historias que parecen escritas de atrás para adelante. Esto es, primero se elige quien va a ser el asesino y luego se van hilvanado los “detalles” que llevan a Poirot, con su “superinteligencia mental”, a explicar cómo descubre al asesino.

Aghata Christie fue la primera que quiso ridiculizar al belga, aunque no desde el principio y lo quiso “matar” pronto, pero no la dejaron. Era un chorreo de dinero en las diferentes monedas de todo el mundo. De hecho, la novela en la que “mata” a Poirot la escribió en 1927 y fue publicada 50 años más tarde.

Y la serie del detective no está hecha con muchos medios. Son entregas, todas, corales, no se sabe muy bien cómo y por qué aparece, cómo se puede estar siempre entre los integrantes de las clases privilegiadas, de qué vive y cómo hace para vestir con esas prendas tan caras. Simplemente aparece ahí y, después de llevarnos por diferentes sospechosos hasta explicarnos que no damos ni una al señalar al que creemos que ha hecho el crimen. Sólo él hilvana los detalles que le llevan a descubrir al ( o a la) que ha cometido el crimen. Y todas las novelas y entregas televisivas iguales, pero diferentes. Y la imagen que se da el belga en esta serie británica es lamentable. Se asemeja más a una estatua de cera que a un ser viviente.

No quiero entrar en la similitud que tiene Hercules Poirot y su amigo y ayudante y Sherlock Holmes y el suyo. No es mi intención de entrar en la polémica sobre si uno es copia de otro como han sugerido más de un estudioso del tema. Este artículo trata, no de menospreciar estas novelas de, para sus defensores, llamada ‘novela negra’.

Tal vez se me note que yo empecé a descubrir las novelas de crímenes con   los inventores de un tipo de novela que más tarde se agrupó en ese sector de la literatura “negra”.