Opinión

Un daiquiri con Hemingway. Volver a La Habana

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Me cuentan que los turistas empiezan a volver a Cuba después de lo peor de la pandemia. Y no me extraña. Todos los que han estado alguna vez en la isla, sean del color que sean e independientemente de las ideas políticas, volverían. ¡Qué ganas de ir al Floridita y tomarme ese excepcional daiquiri en su legendaria barra al lado del busto de Hemingway!

Manuel Vega

Teníamos esperanzas que la renuncia de Raúl Castro y la llegada al poder de Díaz Medel iba a significar un cambio radical y una evolución de la isla hacia una apertura, aunque fuera poco a poco, de la dictadura que pervive desde que Fidel Castro derrocó a Batista, otro dictador pero de otro signo. Contrario a su régimen político, pero fascinado por sus encantos. Contradicciones que se tienen.

Cuba, por muchas razones, está en la mente y en el espíritu de muchos españoles. Fue, junto con Filipinas, el último vestigio de nuestras colonias allende los mares. Muchos de ellos tienen un antepasado que emigró a la isla. Incluso Fidel fue invitado a Galicia por Fraga Iribarne para conocer la tierra de sus antepasados emigrantes y no ha habido un presidente español que no haya visitado la isla.

 No descarto una última visita aunque, de momento, me conformo con verla en las películas, como en la parte de ‘El Padrino’ en la que Coppola profundiza en la relación de la mafia americana con Batista, por poner un ejemplo, y, con más detenimiento, leer cosas sobre la isla en los libros que caen en mis manos..

La novela que más me ha impactado ha sido “Cuerpos Divinos”, una biografía novelada de Guillermo Cabrera Infante en la que narra la vida de un periodista (él, en definitiva) unos años antes de la revolución, durante la revolución y unos años después. Cabrera Infante, sin estar muy significado, fue partidario de los revolucionarios, colaboró después con ellos, tuvo algún cargo importante, como embajador o responsable de la propaganda de los insurgentes. Pero terminó en desacuerdo total con Fidel y el Partido Comunista y se exilió. Pasó por Barcelona y se instaló en Londres donde murió.

Animo a leer esta novela aunque su español es totalmente cubano y utiliza términos y palabras desconocidas para nosotros, pero es una delicia y nos acerca mucho a lo que ha sido y es Cuba. No hay que olvidar que su población está compuesta por descendientes de aborígenes llegados de otras partes de Sudamérica y con los que ya se encontró Cristóbal Colón, de españoles por supuesto, de esclavos traídos de África (muchos españoles se dedicaron al comercio de esclavos) y de otros países y culturas.

Todo ello hace de Cuba un país muy especial con una población muy variopinta, en donde hay pobreza y escasez de muchas cosas por el embargo que sufren desde su alianza con los países del telón de acero y los regímenes comunistas.

Pero el que la ha visitado no olvida el Malecón de la Habana, los colores de las casas de la parte vieja, El Floridita y sus daiquiris o La Bodeguita con sus mojitos , o recordar a Hemingway y todas sus aventuras, su residencia Finca Vigía, hoy museo, los antiguos coches americanos, reliquias multicolores que sus propietarios conservan y arreglan cualquier cosa que les falte o se averíe con sus propias manos.

Hemingway y su segundo hogar

No se puede hablar de este mítico bar-restaurante sin mencionar al escritor. El lugar donde hoy se encuentra El Floridita fue en sus comienzos, hace más de dos siglos, una bodega muy visitada por los cocheros de punto que adquirían allí la harina que mezclada con agua daban a sus caballos. Terminarían vendiendo el espacio que se convertiría en “La Piña de Plata”.

“La Piña de Plata” fue fundada en 1819 y además de bebidas alcohólicas se podía calmar la sed con zumos, batidos de leche, una bebida con sabor a almendras llamada horchata y refrescos a base de frutas.

A finales del siglo XIX se vendieron allí las primeras combinaciones o mezclas simples de ron, ginebra, vermut o coñac, que terminaron siendo los antepasados de los clásicos cócteles internacionales.

En 1898, “La Piña de Plata” cambia su nombre por “La Florida”, un bar abierto a pie de calle desde el que se podía disfrutar de los olores, colores y el fresco nocturno, o simplemente observar el continuo ir y venir de transeúntes.

Algunos dicen que el bar La Florida paso a ser El Floridita «por dejarse querer» pero la verdadera razón del cambio de nomenclatura se debió a que había otro bar famoso en la época, el del Hotel Florida, en la calle Obispo, y los propios clientes sintieron la necesidad de distinguirlos y diferenciarlos.

Sus grandes impulsores como negocio fueron anteriormente trabajadores del bar. El catalán Constantino Ribalaigua Vert, Constante como le llamaban sus amigos, fue su cantinero legendario. Junto con dos empleados, el barman Boadas Perera y el chef Jan Lapont, adquirieron el bar en 1918.

La barra de caoba de 10 metros de largo y los mismos frisos corintios de su inauguración permanecen hasta hoy. El estilo británico Regencia y la decoración de El Floridita se remontan a la década de 1950. De esa misma época son la carpintería, las lámparas y las pinturas en las paredes.

Su eslogan es «La cuna del daiquirí» y el propio Hemingway acrecentó su fama con una frase que atrajo a turistas de todo el planeta: «Mi mojito en La Bodeguita, mi daiquirí en La Floridita».

La presencia de Hemingway

Una escultura a tamaño natural de Hemingway recostado a la barra es obra de Villa Soberón. Un busto, realizado por Boada, flanquea la banqueta en la que acostumbraba a sentarse el novelista para tomar su trago favorito, «el Papa Special».

Cuando Hemingway visitaba el lugar se tomaba varias copas de daiquiri y se llevaba otro par en un termo para el camino. A veces se lo servían en una copa especial -previamente helada- que iba bebiendo mientras el chofer lo conducía hasta la cercana Finca Vigía, la casa que tenía en las afueras de La Habana.

Hemingway, su más representativo cliente, ocupó durante 20 años la misma butaca del bar. Hoy está separada por una cadena. Siempre lo esperaba un fresco daiquiri a su estilo, que terminó por llamarse Papa Hemingway.

El Floridita y el Daiquiri han sido inmortalizados en la literatura en más de una ocasión. Tal vez la más detallada descripción fue escrita por el propio Hemingway. Su libro “Islands in the Stream” ofrece un retrato del bar donde pasó largas horas de su vida. “La bebida no podía ser mejor, ni siquiera parecida, en ninguna otra parte del mundo… Hudson estaba bebiendo otro daiquirí helado y, al levantarlo, pesado y con la copa bordeada de escarcha, miró la parte clara debajo de la cima frappé y le recordó el mar”, escribió entonces.

El Floridita ha sido punto de encuentro durante años de los más selectos visitantes que han conocido La Habana. Los cocteles más vendidos de su amplia carta son el Papa Hemingway, el Daiquiri Floridita, el Daiquiri Mulata, el Daiquiri Rebelde, el Daiquiri Clásico, el Presidente y el Havana Especial. Si habéis llegado hasta aquí leyendo os habréis dado cuenta del interés que tiene Cuba en general y el magnetismo que ejerce La Habana para los que no han ido nunca y para los que están pensando en repetir. Os invito a un daiquiri en La Floridita junto a Hemingway, aunque sólo sea su busto apoyado en su lugar preferido de la barra.