¿Tengo que cambiar el embrague? Un par de trucos para saber su estado
El período de tiempo de un embrague aparentemente en buen estado y otro que empieza a fallar es relativamente corto. Por ello, conviene hacer una sencilla prueba para cerciorarse de en qué punto está, sobre todo si el vehículo ha estado un largo tiempo sin funcionar.
G. Pico Pérez
Con el coche en marcha, basta embragar, meter la relación más larga de la que disponga el modelo (quinta o sexta) y soltar de golpe el pedal. Si está todavía en forma aceptable, el vehículo debería calarse al instante. Si no se cala inmediatamente, significa que el disco del embrague comienza ya a patinar y su vida útil se acerca a su fin. Es el primer aviso.
El otro “truco” para saber cómo está embrague es cuando éste patina. Los síntomas son evidentes: al acelerar, el motor se revoluciona más de lo debido y el coche no gana velocidad con la proporcionalidad habitual. Y si se está en una pendiente ascendente, puede que el vehículo ni avance. La pieza ya no permite una transmisión de potencia tan directa entre el motor y las ruedas, porque resbala, y gran parte de los caballos del propulsor se pierden en ese rozamiento y no llegan a los neumáticos. En este caso, el fin es inminente
Cambiar el embrague nunca sale barato y es difícil que baje de 700 u 800 euros incluso en los automóviles más sencillos. En un familiar compacto tipo Volkswagen Golf ronda los 1.000 o 1.200 euros, y de ahí la factura va subiendo hasta unos 1.600 o 1.800 euros en berlinas o SUV medios. Incluso supera los 2.000 euros en modelos de fabricantes de prestigio o en los especialmente potentes.
Los especialistas nos informan de que un embrague en perfectas condiciones puede durar unos 120.000 kilómetros, o sea que ya estamos advertidos y probar, de vez en cuando, el estado de esa pieza indispensable en nuestros coches.