Cultura y entretenimiento

‘El viejo Logan’, el cómic se hace cada vez más importante

El comic parece que se relanza de nuevo después de pasar una travesía del desierto, sobre todo desde que las publicaciones en papel hayan sufrido un tremendo descenso de ventas. Millar firma una historia de un futuro alternativo en la que el mutante protagoniza un western crepuscular en unos EE UU dominados por los villanos.
Redacción

Logan, más conocido como Lobezno o Wolwerine, es uno de los personajes más emblemáticos de Marvel, desde que allá por octubre de 1974 (The Incredible Hulk #180) hiciera su primera incursión en el mundo de las viñetas de la mano de Wein, Herb Trimpe y John Romita Sr. como antagonista de Hulk, los mejores guionistas de la Casa de la Ideas han aportado su particular visión del violento mutante. Fran Miller, Barry Windsor-Smith, Paul Jenkins, Joe Queseda, Chris Claremont, Brian K. Vaughan han sido los grandes talentos que han firmado historias para el recuerdo, pero de entre todas ellas sobresale El Viejo Logan, de Mark Millar. No es probablemente el mejor relato, puesto que se disputan Honor, Arma-X y Origen, pero sí el más rupturista e impactante de todos.

El William Munny del mundo del cómic

Miller construye su obra sobre una historia típica del western, que emparenta de forma directa con el Sin Perdón de Clint Eastwood. Logan ya viejo y rendido pasa sus días en un pobre rancho, que apenas da para sobrevivir. Explotado por sus arrendadores (los sucesores de Hulk) se ve obligado a tomar un trabajo ofrecido por Ojo de Halcón que le va a llevar desde oeste de los EE UU al este. Pero esta no es la América que todo el mundo conoce, en esta realidad alternativa los villanos se han impuesto a los superhéroes y han divido el país en varios reinos: Hulk, Kingpin, Doom y Cráneo Rojo dominan con mano de hierro sus territorios.

El mal triunfa

Esta idea de un universo gobernado por villanos no es nueva para Millar, ya en Wanted (2003) plasmó con gran acierto la misma premisa. Aquí funciona aún mejor porque mueve la trama en dos direcciones, por un lado es una road movie (comic movie) en el que dos personajes hacen un viaje cuyo sentido no está nada claro y por otro va desvelando a través de flashbacks la caída de los superhéores. En este sentido Millar monta un relato bastante coherente de los sucesos que desembocan en la muerte de la mayoría de la comunidad heroica, además se guarda el as en la manga de la situación actual de Lobezno, que explica a su amigo Ojo de Halcón que el hombre que conoció ya no existe y que ellos, los villanos, consiguieron doblegarle. Solo al final del relato confiesa qué paso y cómo jamás volverá a matar a nadie.

El revolucionario de Marvel

Aunque para muchos Bendis ha sido el guionista más importante de Marvel en lo que va de siglo gracias a su reinicio de Los Vengadores, quien de verdad tiene el mérito de convertir al grupo de superhérores en lo que es ahora es Millar. Él fue quien tomo una idea que daba ya síntomas de agotamiento y la puso en otro nivel. Su The Ultimates (2002) tenía mucho más en común con el Watchmen de Alan Moore o con el Daredevil de Fran Miller que con lo que se venía editando por entonces en Marvel. Sus héroes se convirtieron en personajes con debilidades, con problemas reales e incluso con taras mentales. No tuvo reparos en abordar en sus páginas temas como la violencia machista, el ecologismo, el neofascismo y el capitalismo salvaje.

En El Viejo Logan da otro paso más hacia la desmitificación de las leyendas presentando una sociedad dominada por el egoísmo, donde los supervivientes del holocausto heroico moran en un régimen casi feudal y donde no hay lugar ni para el valor ni para la esperanza. Es la última cabalgada de dos viejos que ya vivieron sus días de gloria, pero en los que el lector aún espera encontrar un atisbo de los héroes que fueron.

Una obra de arte

Para los lápices Millar cuenta con uno de los grandes talentos de Marvel, Steve McNiven, con quien ya formó pareja en Civil War. El americano, aunque él presume de ser canadiense, firma aquí su trabajo más notable. Si su dibujo se caracteriza habitualmente por un trazo fino donde pone atención en todos y cada uno de los detalles, en esta ocasión ‘ensucia’ las viñetas aumentando el grosor del trazado para adaptarse a una historia más dura en la que no se ahorra escenas de gran violencia. Combina con mucho acierto páginas con una disposición clásica con otras de gran impacto visual consiguiendo que el lector lleve el ritmo que él desea.