Cultura y entretenimiento

Sofía Loren cumple 86 años y cuenta sus secretos en sus memorias

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Hoy cumple años el gran mito erótico del cine europeo. Fue cortejada por las estrellas de Hollywood, pero se casó con el productor Carlo Ponti, que le doblaba en edad.

Tras una infancia marcada por la miseria, la actriz italiana se mantuvo en lo más alto durante muchas décadas. Cuando hizo los 80 años publicó sus memorias de las que traemos aquí algunos pasajes.

La suya es una vida de puro cine. Arranca con las penurias de la II Guerra Mundial, la pobreza, el hambre y el sufrimiento, como en una buena película del neorrealismo italiano. Pero luego todo eso se transforma en fama, encanto y éxito, al estilo de esas viejas superproducciones americanas.

 Es la italiana más universal. Una actriz tan conocida como la pizza y considerada tan hermosa como la diosa Venus (en 2006, a sus nada menos que 76 años, un sondeo la proclamo la mujer más bella del mundo y ahora acaba de ser nombrada Miss Italia ad honorem).

La diva por excelencia del cine italiano, la primera interprete de habla no inglesa en ganar un Oscar a la mejor actriz. Sus memorias llevaban por título‘Ayer, hoy, mañana’, como el filme de Vittorio de Sica que protagonizó junto a Marcello Mastroianni y que incluye el famoso strip-tease que luego Robert Altman recrearía 30 años después en ‘Prêt-à-Porter’.

«Existen muchas biografías no autorizadas, algunas repletas de cosas que no son ciertas. Al llegar a este importante cumpleaños he pensado que podía valer la pena poner las cosas en su sitio y contárselas al público directamente, sin filtros. Finalmente soy yo en primera persona la que cuenta mi vida». Comentó al presentar sus memorias.

 Todo el libro, deja palmariamente clara la complicada relación queSofia Scicolone (lo del Sophia con h y lo del Loren vendrían mucho después) siempre ha mantenido con su progenitor.

La actriz nació en 1934 en Roma, en la categoría administrativa dedicada a las madres adolescentes, y fue lo que entonces, para escándalo de muchos, se llamaba una hija ilegítima.

Su padre, un tal Riccardo Scicolone, accedió a darle su apellido, pero no sólo se negó en redondo a casarse con su madre sino que ni siquiera accedió a reconocer a la segunda hija que tuvo con ella. De hecho, hasta los cinco años, la actriz creció convencida de que su abuelo materno era su padre. Llamaba a su abuelo papá, a su abuela, mamá y a su madre -una napolitana joven y guapa- mamita.

«Rezaba a Dios para que mi madre no viniese a buscarme al colegio: su belleza exagerada me hacía sentir vergüenza. Era demasiado rubia, demasiado alta y, sobre todo, no estaba casada. Yo en cambio era morena y delgadísima. Me llamaban palillo», recuerda la actriz.

Pero esa madre tan exótica y alejada de los estereotipos de la que se abochornaba Sofia («Yo soñaba una madre normal, con el pelo oscuro, una bata gastada, las manos ajadas y los ojos cansados») resultó sin embargo decisiva en la carrera artística de la niña. Esa mujer, Romilda Villani, había acariciado el sueño de convertirse un día en estrella del celuloide, pero la fantasía se había desvanecido al convertirse en madre soltera y verse obligada a sacar adelante a la familia.

Sin embargo Romilda Villani no estaba dispuesta a que sus hijas también perdieran el tren del espectáculo, así que se volcó con ellas, animándolas a presentarse a pruebas y concursos y acompañándolas de aquí a allá. Con 14 años Sofia fue elegida Princesa del Mar. Con 15 participó en el concurso de Miss Italia. Y con 16 se plantó con su madre en Roma, en los estudios de Cinecittà, para ver si le daban un papelito de relleno en Quo vadis.

A Leroy le hizo gracia la chica y le dio un pequeño papel. «Miraba con los ojos desorbitados a Robert Taylor y a Deborah Kerr. Sólo poder respirar su mismo aire me parecía un sueño. Pero las rosas tiene espinas, y la parte mala aún tenía que llegar», escribe la actriz.

Cuando desde el departamento de administración dijeron por megafonía su apellido -«Scicolone»- a la llamada se presentó ella y otra persona: la mujer de su padre. «No recuerdo bien la dinámica de los hechos, pero nunca he podido olvidar el dolor profundo que sentí en ese momento. Yo era poco más que una niña y no me interesaban las intrigas de los mayores. ¿Y para qué quería yo un apellido sin el afecto del hombre que lo llevaba? Había crecido sin él, y nada en el mundo me lo podía devolver. La mujer de mi padre se puso furiosa. Mi madre me defendió como pudo. Y el verdadero culpable, como siempre, ¡estaba ausente!».

50.000 liras de las de entonces (unos 800 euros de los de hoy día) le pagaron a la Loren por aquel papel. Gracias a ese dinero, la familia pudo comer durante dos semanas. Algo fundamental para alguien que de niña pasó tantas penurias que se tragaba los huesos de los albaricoques para tratar de llenar como fuera la barriga y engañar así al hambre, según le confesó hace unos años a su amiga la periodista Silvana Giacobini, autora de la biografía autorizada Sophia Loren: una vida de novela.

El 9 de abril de 1962 era candidata al Oscar a la mejor actriz por su papel en la película de Vittorio De Sica‘La Ciocciaria’ (Dos mujeres) y decidió no acudir a la ceremonia que se celebraba en Los Ángeles. «Si hubiera perdido me habría desmayado. Y si hubiera ganado me habría desmayado igualmente», ha confesado en alguna ocasión.

Mientras esperaba nerviosa en su casa romana el resultado de la votación, se le ocurrió el modo de meter en cintura al pánico. «Me vino una iluminación. La salsa de tomate, justo, la salsa de tomate. ¡Qué boba no haberlo pensado antes! En la cocina me sentía segura, podría distraerme de ese ansia que no conseguía aplacar. Me puse a picar cebolla, entre otras cosas para ocultar las lágrimas que me caían, e inmediatamente me sentí mejor».

A las 6.39 de la mañana Cary Grant la llamó para darle la noticia: había ganado. El mismo Cary Grant que le había propuesto casarse con él y a quien ella rechazó. «Tuve mis dudas, pero yo ya aspiraba a crear una familia con Carlo Ponti, con quien entonces mantenía una relación secreta», ha confesado en una de las poquísimas entrevistas que concede.

Al final, se salió con la suya y creó una familia con Ponti, y eso que le costóen dos ocasiones perdió al hijo que esperaba. «Tienes buenas caderas, pero no tendrás jamás un hijo», le soltó un ginecólogo. Sin embargo, con la ayuda inestimable de un médico de Ginebra logró traer dos retoños al mundo.

No es necesario recurrir a un psiquiatra vienés para entender que fue precisamente la figura paterna lo que le atrajo de Carlo Ponti. Cuando se conocieron, ella tenía 17 primaveras, el productor estaba casado (nada menos que con la hija de un general), tenía dos hijos y le sacaba 22 años. Así que podía ser su padre. Además la trataba con delicadeza, la aconsejaba, la animaba a estudiar, como soñaba que habría hecho el padre que nunca tuvo.

Entre los documentos inéditos que se incluyen en el libro, hay por ejemplo una fotografía que muestra a una jovencísima Sophia Loren sentada, mientras que Carlo Ponti le acaricia tiernamente la cabeza. La foto fue tomada durante el rodaje de La mujer del río’(1955). «Fue durante ese rodaje que comprendimos que estábamos enamorados», señala. «Siendo mayor que yo, y más allá del amor, representaba el padre que nunca he tenido», admite.

Pero, en la pacata y muy pía Italia de entonces en la que no existía el divorcio, la relación de Sophia Loren con Ponti fue un escándalo. En un intento por formalizar su relación, en 1957 la pareja contrajo matrimonio civil en México. Pero no cambió nada.

A ojos de la República Italiana y de la Iglesia, Ponti seguía casado con su primera esposa y la Loren no era más que su «concubina». El Osservatore Romano, el periódico oficial de la Santa Sede, llegó a hablar de excomunión e incluso condenó la decisión de la actriz de donar sangre al considerar que la que corría por sus venas no era pura.

La cosa llegó hasta el extremo de que una devota ama de casa milanesa, una tal Luisa Brambilla, decidió llevar a la pareja de pecadores ante los tribunales acusándoles de un delito de bigamia. Para evitar ser juzgados (y probablemente condenados), Loren y Ponti se vieron obligados a abandonar Italia.

Sólo en 1966 lograron convertirse en marido y mujer, en una ceremonia civil celebrada en París. Anteriormente, y para que el matrimonio tuviera validez legal, Carlo Ponti se vio obligado a obtener la ciudadanía francesa.

Con quien la Loren sí que no se anduvo con tonterías fue con Marlon Brando, a quien le paró secamente los pies cuando trató de meterla mano. «Le miré y con calma, mucha calma, le solté: ‘Ni se te ocurra. No tienes ni idea de cómo puedo reaccionar: debes tenerme miedo’».

Eso en lo que se refiere al ayer. Hoy Sophia Loren es una señora a punto de cumplir 80 espléndidos años, con 80 películas a sus espaldas, dos premios Oscar (el segundo, en 1991, en reconocimiento a su carrera), que ha trabajado con los más grandes del cine (Alberto Sordi, Marcello Mastroianni, Vittorio De Sica, Frank Sinatra, Cary Grant, John Wayne, William Golden, Anthony Quinn, Peter Sellers y un largo etcétera) y que asegura «sentir todavía el frenesí de vivir».

Estos han sido unos pequeños apuntes de lo que incluye esta biografía de la Loren y alguno de sus secretos contados por ella misma. Como buena napolitana, siempre ha declarado que de lo más orgullosa que se siente es de su familia.