Por un puñado de datos
Internet nos ofrece un montón de aplicaciones y utilidades gratuitas. Pero nada es gratis en esta vida. Pagamos con datos enviar gratis correos electrónicos, conectar en las redes sociales o consultar información, productos, servicios… Las famosas “cookies” no son tan dulces como su nombre indica, pero aceptarlas y luego enfadarse al recibir mensajes publicitarios es querer que Internet empiece a cobrar hasta por consultar el tiempo que vamos a tener hoy.
Tras lanzar un correo electrónico de una campaña de “Email Marketing” de la empresa, recibimos este mensaje: ““Dejadme en paz. ¿Por qué me escribís sinvergüenzas? A la mierda vuestro aire acondicionado que a mí me lo ponen más barato”. ¡Qué suerte! Siempre es bueno poder comparar precios; eso sí, no se lo han debido instalar muy bien porque está el señor “calentito”. Eso es lo que a mi compi de marketing y a mí nos sale contestarle. Solo pensarlo nos provoca una sonrisa y, con ella puesta, escribimos con educación nuestra disculpa: “Disculpe señor XX. Usted ha recibido este correo electrónico porque se ha suscrito a nuestro canal. Si no desea recibir más correos, solo tiene que darse de baja. Muchas gracias.” Le damos a enviar y a otra cosa mariposa. Sabemos que cumplimos con la Ley.
Es más fácil darse de baja que escribir insultos. Todos tenemos derecho a cambiar de opinión: a vender nuestros datos a cambio de algo y luego no querer que nos molesten. Yo me he dado de baja en muchas páginas porque la información que me enviaban no iba nada conmigo. Lo hago sin enfadarme; es un trámite más. Tenemos que aprender a proteger nuestros datos, pero también a gestionarlos de igual modo que aprendimos a usar internet y exploramos sus posibilidades.
Los que gestionamos redes sociales o trabajamos en temas de comunicación y marketing, creo que nos enfadamos menos. ¿Saben por qué? Sencillamente porque sabemos que los que leen nuestros comentarios, los que nos llaman o nos escriben, no son los artífices de aquello que nos molesta. E incluso empatizamos con ellos. Por eso la educación y la simpatía siguen siendo las mejores armas de una reclamación.
Antes nos molestaban las llamadas telefónicas; bueno a mí me siguen molestando. Que me llamen a mi número me parece un intrusismo contraproducente para la marca. Pero recibir un puñado de correos y visualizar anuncios comerciales de cosas por las que he mostrado interés, no merece un enfado, aun cuando lo hayan detectado con BigData. Por ejemplo: a mí me sale publicidad de dietas milagro y de nutrición. Jamás me he interesado por ello – así me va – pero imagino analizan mis fotos y detectan que podría cuidarme un poquito más. Lo ignoro y desaparecen. En mi caso, prefiero pagar con datos que pagar con dinero. Si tuviera que pagar por el uso de WhatsApp, estaría arruinada… ¡con lo que me gusta!
Otra cosa distinta, no crean que lo obvio, es el mal uso de los datos. Delinquir, ósea saltarse las leyes de protección de datos, es algo que no debemos consentir y que tenemos la obligación de denunciar. Como las empresas que venden nuestros datos: esas si que son sinvergüenzas y no nosotros con el aire acondicionado.
Vamos aprendiendo; aprendemos a navegar y aprendemos a surcar las olas. Ahora mismo una empresa que nos informa de forma clara y transparente todo lo establecido en el RGPD y la LOPDGDD y que muestra de forma visible y accesible el mecanismo para ejercer nuestros derechos sobre nuestros datos, nos ofrece un valor añadido y una confianza mayor. El que cumple gana y así ganamos todos.
Antes de enfadarte, ENFRÍATE; nos queda un largo viaje de modernidades.
Tambab