Cultura y entretenimiento

«Invisible», un Paul Auster genial en la cumbre de la narrativa

Soy un seguidor incondicional de Paul Auster, uno de los mejores novelistas de la historia. Con Invisible me ha vuelto a pasar lo que me ha pasado en novelas suyas anteriores. Le sentimos a nuestro lado, contándonos esas historias geniales.
Manuel Vega

Paul Auster nos coloca en esta ocasión en 1967. Adam Walker, el protagonista, es un aspirante a poeta y estudiante de la Universidad de Columbia, asiste a una fiesta donde conoce a una enigmática pareja formada por el sofisticado Rudolf Born y la silenciosa y seductora Margot. En poco tiempo, Walker se encuentra atrapado en un triángulo perverso que tras un repentino acto de violencia alterará el curso de su vida para siempre.

Tres narradores diferentes cuentan la historia de ‘Invisible’, una novela que viaja en el tiempo, desde 1967 hasta 2007, y se traslada de Morningside Heights a la orilla izquierda de París y, de allí, a una isla remota en el Caribe. Una obra sobre la ira juvenil, el hambre sexual y la incesante búsqueda de la justicia.

Así se desarrolla ‘Invisible’

La historia, como decimos, arranca en un lugar conocido. Adam Walker, estudiante en la universidad de Columbia (como el autor), que tiene veinte años en 1967 (como el autor) y aspirante a poeta (lo mismo) conoce al inquietante mecenas francés Rudolf Born y a su entonces novia Margot.

Tras una aventura con Margot y el salvaje acuchillamiento de un pobre atracador, Cedric Williams, que trataba de robarles el dinero y el reloj a Born y a Walker, se termina a un tiempo con su idea conjunta de fundar una revista literaria, con su amistad y, por ende, con el flirteo con Margot.

Hasta aquí todo levemente bohemio, pero convencional y, como corresponde a cualquier obra contemporánea que aspire a vender ejemplares, en clave thriller. Es al pasar capítulo cuando nos enteramos de que lo que hemos leído es la narración que Walker ha enviado décadas después, ya enfermo, a un antiguo compañero de universidad, James Freeman, escritor famoso, para retomar su amistad y para que evalúe la calidad del escrito de cara a un futura novela llamada provisionalmente ‘1967’..

¿Cuánto de verdad hay entonces en la narración de Walker? Ninguna, o toda. Freeman consigue que el protagonista le envíe desde su cama de moribundo la segunda parte, en la que se narra, en segunda persona a sugerencia suya, una escabrosa relación incestuosa entre Walker y su hermana Gwyn, sin ahorrarnos detalles íntimos.

La narración se interrumpe en el momento en que el joven Walker viaja a París y con los apremios a Freeman para que se vean porque siente que su tiempo se está acabando.

La tercera parte de la novela de Walker llega ya a manos del escritor tras el fallecimiento de su autor y son una serie de notas que James Freeman reelabora en tercera persona para dotar de cuerpo a la narración. En ellas se cuenta la relación de Walker con Born en París; su amistad con su prometida, Hélène, y sobre todo con la hija de ésta, Cécile, enamorada en secreto de Walker y que, despechada por este, no le cree cuando le revela sus dudas éticas sobre el prometido de su madre y el asesinato a navajazos del joven ratero Cedric Williams en Nueva York.

El libro concluye con la entrevista de Freeman con Cécile Juin y el diario que ella le entrega en que da cuenta de su visita a un crepuscular Born, pocos años antes de su muerte, en una remota isla del Caribe.

Narraciones que se convierten en textos a corregir, entradas en un diario, notas de un moribundo enmendadas por otro narrador, textos que cambian de persona para elevar su tono literario, personajes que se esconden tras otros nombres con ánimo de disfrazar de mentira la verdad, aludidos que reniegan de los hechos contados.

Pocas veces desde ‘Ciudad de cristal’, la escritura de Auster había sido más rica, más plena, más dispuesta al juego, al gozo y a la experimentación, pero sin cruzar nunca el umbral de lo disparatado y de esa sensación del contar por contar que tanto lastraron ‘Viajes por el Scriptorium’ y ‘Un hombre en la oscuridad’.

Con una visión intransigente, Auster nos ubica en el borroso límite entre la verdad y la memoria, entre la autoría y la identidad, para producir una obra de poder inolvidable que confirma su reputación como «uno de los autores norteamericanos con la imaginación más prodigiosa».

Auster, de nuevo, no defrauda. ‘Invisible’, por su riqueza narrativa, por el solapamiento de géneros y narradores, por su trama tan rutinaria como demencial al mismo tiempo, bien se puede convertir en una de las obras maestras tardías de un autor que parecía condenado a vivir a la sombra de su famosa trilogía.