Cultura y entretenimiento

El viento comenzó a mecer la hierba, de Emily Dickinson

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Volvemos una vez más a Nórdica Libros para rescatar un trabajo precioso del año 2014. Se trata de una muy breve antología de Emily Dickinson en edición bilingüe. Presentación muy cuidada, con hermosas ilustraciones de Kike de la Rubia, traducción de Enrique Goicolea, e introducción de Juan Marqués.

Pedro Robledo

Emily Dickinson (1830 – 1886) pasó toda su vida escribiendo poesía para sí misma. Recluida voluntariamente en su casa, en constante rebeldía con la realidad social que le tocó vivir. Compuso casi dos mil poemas, pero sólo llegó a publicar en vida los que apenas se cuentan con los dedos de las manos. Hubo que esperar a 1890 (cuatro años después de su fallecimiento) para que su obra empezase a ser pública.

Dickinson es considerada actualmente una de las grandes poetas de los Estados Unidos de América, a la altura de Walt Whitman. Comparte con él no sólo época, sino también el romper con la ortodoxia del momento y ayudar a poner los cimientos de la poesía moderna estadounidense. Alejada de la épica del viejo Walt, Emily Dickinson parece escribir sus versos más para conocerse a sí misma, con temas recurrentes como la naturaleza, la muerte, la vida, desde un punto de vista que va desde lo descriptivo hasta la introspección. Suelen ser poemas cortos con una facilidad especial para llegar a tocar al lector.

Por ejemplo, esta antología abre con el siguiente poema (ningún poema tiene título):

“El agua se aprende por la sed / la tierra, por los océanos atravesados; / el éxtasis, por la agonía. / La paz se revela por las batallas; / el amor, por el recuerdo de los que se fueron; / los pájaros, por la nieve”.

Me recuerda mucho y es hermosamente complementario a estos versos de Alejandra Pizarnik de su poema “En esta noche, en este mundo”:

“No / las palabras / no hacen el amor / hacen la ausencia / ¿Si digo agua, beberé? / ¿Si digo pan, comeré?”.

“El viento comenzó a mecer la hierba” es un libro estupendo para regalar y ayudar a los más jóvenes a iniciarse en el mundo de la poesía. Estamos ante un ejemplar lleno de ilustraciones, una selección reducida de poemas breves, sencillos de leer, pero que tratan al lector con respeto. Una poética cuya belleza está en la complejidad que esconde su aparente sencillez.

“Yo morí por la Belleza, / pero apenas estaba colocada en la tumba, / cuando uno, que murió por la Verdad, / fue tendido en un cercano lugar. / Me preguntó en voz baja “por qué había muerto”. / “Por la Belleza” -respondí-. / “Y yo por la Verdad. Ambas son la misma cosa. Somos hermanos” -dijo él-. / Y así hablamos desde nuestros aposentos, / como parientes que se encuentran en la noche, / hasta que el musgo alcanzó nuestros labios / y cubrió nuestros nombres”.

Fue Juan Ramón Jiménez el primer poeta que dio a conocer a Emily Dickinson al lector español, a través de su “Diario de un poeta recién casado”. Desde entonces se han ido

realizando distintas compilaciones y antologías de su obra, la última: “Abrir mis manos ampliamente” de Lorenzo Roal, en Impronta. Incluso ahora en Apple TV podemos disfrutar de una serie que ficciona la vida de la escritora con un toque muy postmoderno. En fin, Emily Dickinson está de actualidad, y nosotros nos alegramos.

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