Confirmado: el fútbol está corrompido

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Este titular puede confundir y hacer pensar a muchos, o a todos, que soy un ingenuo y que me acabo de “caer del guindo”. Pero no, es algo que se sabe pero que no ha preocupado a casi nadie. Hasta ahora.
Manuel Vega

Luis Rubiales ha dejado claro que es él el que maneja el cotarro. Es el Presidente de la Federación deportiva más potente y la que recibe la mayor subvención, varios cientos de millones y que muy pocos saben a cuánto asciende, yo el primero. Y hace lo que quiere con ese dinero y con lo que recibe de patrocinadores, “caché” por los partidos amistosos, cantidades ganadas por triunfos en campeonatos y tantos otros ingresos que se me escapan.

Y el dinero compra voluntades, eso sí lo sabemos todos, y el que reparte (y se queda con la mejor parte) es Rubiales y su “guardia pretoriana”, que la tiene y muy fiel. Sólo es necesario haber visto los aplausos que recibió con su “no voy a dimitir”, que repitió cinco veces y cada vez con más fuerza y de quienes, aunque a partir de hoy y con la decisión de la FIFA de retirarle de sus atribuciones de momento, algunos están dando marcha atrás, pero allí estaban, aplaudiendo y algunos con entusiasmo.

La Federación es un ente privado y no tiene que dar explicaciones. Tan sólo a la Justicia si se cometen delitos. Rubiales, en estos años, tiene varios procedimientos en marcha que los medios de comunicación no se han hecho eco y no nos han informado a los pobres mortales. Aquí tengo que romper una lanza por El Confidencial que sí que ha denunciado algunas de esas acciones oscuras del, todavía, Presidente de la FEF. Lástima del retiro obligado de José María García. Todavía resuena, y muchos recordarán, aquello que acuñó de “Pablo, Pablito, Pablete” en su guerra con Pablo Porta entonces el responsable del fútbol.

El fútbol ha cambiado mucho y el dinero que mueve es cada año más “sonrojante”, por no utilizar otra palabra más fuerte. Antes, los equipos eran propiedad de sus socios. Real Madrid, Barça, Athletic de Bilbao y Osasuna son los únicos equipos españoles que no son sociedades anónimas. Todos los demás pertenecen a accionistas que muy pocos conocen y que buscan o bien notoriedad entre sus conciudadanos o bien rédito económico. Otro caso, que se está produciendo en el universo futbolístico, es el de los jeques árabes que, por capricho o por blanquear sus regímenes políticos, están comprando equipos y que nunca salen bien parados. Que se lo pregunten a los aficionados del Málaga o del Valencia que les parece en la situación en las que les han colocado.

Pero ¿de qué estoy hablando? El conjunto español femenino ha conquistado el Campeonato del Mundo de Fútbol. Algo dificilísimo, que no hay nada más importante en el deporte y que, ojalá no, tal vez no se va a volver a repetir. De ello ya hicimos nuestro humilde homenaje a la hazaña hace una semana. Rubiales nos ha robado esta última en la que tendríamos que estar en esa dinámica de reverenciar, dar a conocer más a nuestras protagonistas, hablar del increíble salto de interés que han despertado en los últimos meses y, por qué no, aplaudir a las firmas que han creído y apostado por el fútbol femenino.

Alexia Putellas, dos veces Balón de Oro europeo, lo ha dejado bien claro: “Se acabó”. Todas, o las más importantes e imprescindibles, la han seguido y corroborado su sentencia. Y, efectivamente, indeseable Rubiales, todo se te acabó.