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Un Ingeniero llamado Vitruvio

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En un dibujo del gran Antonio Mingote unos lugareños se lamentan de no poder pasar por el puente ya en ruinas, inaugurado por el ministro de turno, mientras sobre los sillares del romano siguen pasando carros y carretas…
Rosario Tamayo

Efectivamente la sólida ingeniería fue uno de los pilares sobre los que se construyó el Imperio romano, y hay quien dice que una de las causas de su decadencia fue el estancamiento de su técnica.

Así la red de calzadas, que llegó a cubrir 290.000 km, desde Escocia hasta Persia, los puentes y los puertos facilitaron el comercio y las comunicaciones, fundamentales para el crecimiento económico y el control militar. Los acueductos y cloacas garantizaban las condiciones sanitarias en las ciudades, permitiendo su crecimiento.

La arquitectura civil diseñaba templos, termas, basílicas, palacios y monumentos conmemorativos.

Sin olvidar la ingeniería militar, que permitía levantar murallas, poner en pie máquinas de asedio o levantar pilotes sobre ríos helados; precisamente de un ariete ideado para atacar murallas, el «ingenium» o «ingeniator» nació la palabra ingeniero.

Para todo ello fue importante la utilización del hormigón, descubrieron que la adición de agua a la arena volcánica, junto a ladrillos y piedras, mezclado con cal, era el mortero perfecto, y que funcionaba incluso para las construcciones submarinas, como los muelles de los puertos.

Los ingenieros romanos eran polifacéticos, sabían dibujo, geometría, óptica, aritmética y topografía y conocimientos generales en historia, filosofía y derecho. El método más eficaz para aprender el oficio era buscar un maestro a quien seguir los pasos como ayudante.

El tratado de construcción más antiguo que se conserva, titulado «De Architectura», fue obra del ingeniero de Julio César, Marco Vitruvio Polión.

Un liberto, nacido en Italia en el s. I a. C., que participó en las campañas de César, como especialista en máquinas de asedio y movimiento de tierras. Más tarde se trasladó a Roma, donde trabajó en construcciones civiles y siendo anciano redactó este tratado de 10 libros, como un manual de divulgación, gracias a la pensión que tanto César como Augusto le concedieron.

Vitruvio explica cómo los edificios públicos deben reunir tres características a la vez, que deben estar en perfecta armonía: firmitas, utilitas y venustas, es decir, solidez, utilidad y belleza.

Su tratado sentó las bases de la arquitectura renacentista y el llamado «hombre de Vitruvio» de Leonardo da Vinci, ese hombre con cuatro piernas y cuatro brazos dentro de un círculo y un cuadrado, está basado en las indicaciones recogidas por el ingeniero romano, que aplicando sus conocimientos en la arquitectura intentó definir el hombre perfecto a través de la simetría.

Vitruvio, señaló también, por ejemplo, que el plomo no debía utilizarse para conducir agua potable, observando como enfermaban los empleados de las fundiciones de ese metal; inventó el módulo quinario en la construcción de acueductos, y muchas otras cosas…

Pero si quieres conocer más secretos de los ingenieros romanos, el 23 de febrero, en el Centro Anabel Segura, tendremos otra Charla con Moraleja, «La construcción romana: técnicas, materiales y obras».

Te esperamos en Alcobendas!

Rosario Tamayo/concejal Cultura Ayuntamiento Alcobendas