Paul McCartney enloqueció a 16.000 personas en el WiZink Center el primer día
“Buenos días España, buenos días Madrid”, fue el saludo de Paul cuando salió por fin al escenario. 82 años que parecen diez menos envueltos por la pirotecnia que se proyectaba en las gigantescas pantallas laterales, y empezó a entonar los primeros acordes de Can’t Buy Me Love.
Jack Damon
No todos los días se ve y se escucha a uno de los grandes genios de la historia de la música, y aquí había que disfrutar cada segundo como si el mundo se fuera a acabar mañana. Muchos de los asistentes probablemente se enamoraron por primera vez con una canción compuesta por este hombre, y a sus hijos, nietos y quienes estén por venir les ha pasado o seguirá pasando lo mismo.
Como he dicho, empezó muy rock: a Can’t Buy Me Love le siguieron Junior’s Farm y Letting Go, esta última con los tres vientos encaramados a un pasillo de una de las gradas laterales, a unos cuarenta metros del escenario, en una de las sorpresas divertidas de la noche.
Eran dos temas de su otra banda, Wings, y fueron celebrados y bailados por el público, al igual que los de su posterior carrera en solitario, prácticamente con el mismo entusiasmo y emoción que los de los Beatles, con picos como los Let ‘Em In, que llegaría un rato más tarde: un precioso y emocionante medio tiempo, repleto de arreglos coloristas, que llevó a McCartney al piano y le puso a silbar como si fuera un chiquillo feliz.
A lo largo de la noche se le vería tocarlo en diferentes momentos, como también bajos, guitarras acústicas y eléctricas, banjos, ukeleles… El gran multiinstrumentista de los Beatles no tiene fin cuando se trata de sacar melodías de cualquier parte.
Dijo el cantante, en castellano: “Esta noche voy a tratar de hablar un pelín de español», y enseguida se dispararon los acordes de Drive My Car, otra canción que es una verbena. De los Fab Four irían cayendo Got To Get You Into My Life, muy festiva; Getting Better, con su estribillo perfecto para corear, o la más country I’ve Just Seen a Face.
Dedicó un recuerdo a Jimy Hendrix tocando él mismo a la guitarra los acordes de Foxy Lady, otro fue para su mujer actual, Nancy Shevell, de la que dijo que estaba en la sala esta noche y a la que dedicó la romántica My Valentine, compuesta hace una década para ella.
Fue poco antes de empezar una sección de pura arqueología en la que sonaron In Spite of All the Danger («la primera canción que grabamos los Beatles») o Love Me Do, un clásico imbatible en su endemoniada sencillez.
El WiZink se sumió en la oscuridad absoluta y McCartney se elevó a las alturas en una plataforma desde la que cantó, solo y con su guitarra acústica, Black Bird, para seguir con Here Today, que dedicó a su amigo John («Juan», dijo).
Now And Then, el ‘último tema Beatle’ presentado el año pasado, sono más de verdad de los que suena grabado, y para Lady Madonna se movilizaron todos los instrumentos, sección de viento incluida. Aunque en realidad aquello parecía solo el entrenamiento de la banda para una Jet de los Wings absolutamente abrasadora: un temazo glam rock que puso al WiZink patas arriba.
Con la energía perfecta para abordar una nueva sección Beatles en la que conmovieron Something, que dedicó a «mi hermano George» y que arrancó más animada de lo normal con un ukelele y fotos de los dos proyectándose en las pantallas. De nuevo pelos de punta y un remate enérgico que dejó todo preparado para jolgorio con Ob-la-di Ob-la-da.