Mundo Animal

Los collares eléctricos para perros ¿hay que prohibirlos?

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La diputada del Parlamento Europeo  Aurélia Beigneux, miembro de la Comisión de Medio Ambiente, Salud Pública y Seguridad Alimentaria ha preguntado a la Comisión Europea  sobre el permiso de la venta y uso de los collares eléctricos de adiestramiento canino.
LMN

Aduce que “permitir la venta de este tipo de collares parece ir en contra del artículo 7 del Convenio Europeo para la Protección de los Animales de Compañía, que prohíbe el uso de ayudas artificiales para el entrenamiento que causen sufrimiento físico y psicológico”.

Los collares eléctricos ya están prohibidos por varios países miembros de la Unión Europea y en países no miembros del territorio. En Reino Unido es un debate que lleva abierto desde hace años.

En nuestro país, con la aprobación del anteproyecto de Ley de Protección, Derechos y Bienestar de los Animales, también nos sumaremos al conjunto de países que prohíben su uso.

¿Cómo funcionan los collares eléctricos?

Estos collares contienen un dispositivo con dos diodos que envían una descarga eléctrica al cuello del perro, bien desde un control remoto o mediante un impulso automático si detecta vibración, como en el caso de un ladrido.

Su función es la de ser una herramienta para corregir conductas indeseadas, como que ladren en exceso, que tiren de la correa, muestren agresividad o tengan el mal hábito de saltar sobre la gente para saludar.

Por lo general, los collares disponibles en el mercado permiten ajustar la intensidad de las descargas, o bien prescindir de este uso y que en su lugar emita una vibración o un pitido desagradable para el fino sentido auditivo de los canes, y cuya finalidad en todas las opciones es la de detener de forma inmediata la actividad que está realizando el perro.

¿Qué dice la ciencia?

Las investigaciones sobre la utilidad de esta práctica no dejan lugar a dudas y confirman la tendencia general de educadores caninos, etólogos, veterinarios y asociaciones caninas internacionales sobre los inconvenientes que provoca tanto en la salud de los como en su funcionalidad directa.

En primer estudio realizado en el Reino Unido,  el resultado es que el uso de un collar eléctrico aumenta el estrés y la ansiedad en los perros y genera un miedo y desconfianza permanente que modifica su comportamiento general, reduciendo su interacción social tanto con otros perros como con las personas.

En otro estudio se evidenció que era más efectivo a medio y largo plazo corregir estas conductas indeseadas mediante refuerzo positivo que a través de un collar eléctrico, por lo que además de los riesgos físicos que suponen las descargas y sus efectos psicológicos negativos, su beneficio práctico no es tan destacable como cabría suponer.

Así pues, queda por saber qué responderá la Comisión Europea a la pregunta realizada por la eurodiputada y si, tal como les inquiere, incentivarán a los Estados miembros a cumplir con el artículo del Convenio Europeo o si, en caso de negarse, el Parlamento prohibirá la venta y el uso de estos dispositivos.