Gravel: La vuelta al origen
Estamos habituados a que los fabricantes de bicicletas lancen un nuevo concepto cada poco tiempo, con la ambición de abrir un nicho de mercado y generar una necesidad en una disciplina deportiva muy consolidada.
Son tantas las modalidades de ciclismo que han surgido en los últimos años, que acudir a una tienda en busca de una bici sin tener muy claro el uso para el que estará destinada y sin haber hecho un estudio previo, puede resultar terriblemente confuso.
Si a esto sumamos los avances tecnológicos que se han traducido en la incorporación de novedades como el freno de disco en bicicletas de carretera, cambios electrónicos, potenciómetros que monitorizan la intensidad de nuestros esfuerzos, o la posibilidad de incorporar un único plato con un amplio desarrollo, nuestra toma de decisión se complica aún más.
Pero la realidad es que el común de los mortales, no necesita una bicicleta de montaña que le permita descender por un cortado, la máxima aerodinámica para disputar el record de la hora en un velódromo, o disponer de información precisa sobre los vatios que es capaz de desarrollar durante el ejercicio. Lo que busca es una bicicleta que le permita disfrutar de las carreteras y caminos que le ofrece su entorno, ya sea sólo o en compañía.
Años de evolución de las bicicletas de montaña, incorporando suspensiones con cada vez mayor recorrido y neumáticos de tractor, han permitido que se puedan afrontar desafíos muy técnicos y exigentes antes inverosímiles, pero paradójicamente se han alejado de su concepción original, que era sencillamente la de poder salir del asfalto con una bicicleta que tuviera mayor agarre, comodidad y menor riesgo de pinchazo que el que ofrecían las tradicionales bicicletas de carretera.
Para cubrir esta necesidad tan básica y volver a la filosofía original, surge una nueva modalidad comúnmente conocida como “multiaventura” o “gravel”. Un concepto tan antiguo como la bicicleta y que elimina cualquier artificio innecesario, buscando la sencillez y ligereza. En esencia, se trata de bicicletas de carretera con una geometría relajada, que incorporan por norma general frenos de disco y un paso de rueda suficiente para montar neumáticos mixtos, o de montaña.
Acostumbrados a las omnipresentes bicicletas de montaña, la idea de salir al campo sin suspensión y con un manillar de carretera puede generar cierta inquietud. Pero basta con probarla unos minutos para que una sonrisa se dibuje en el rostro… Sensaciones perdidas de aquellas bicicletas de antaño, que no requerían de tanta complejidad para disfrutar de una ruta divertida, incluyendo tramos de cierta dificultad técnica.
Cualquier ruta que incluya tramos de carretera y caminos fuera del asfalto, que en una bicicleta de montaña sería lento y pesado, pasan a ser pura diversión. Son bicicletas ideales para moverse por la ciudad con seguridad, o para soñar con grandes aventuras y rutas como el Camino de Santiago. Pero también son perfectamente válidas como bicicletas de carretera con neumáticos lisos. En definitiva, un concepto antiguo renovado, que para una gran mayoría de aficionados, puede convertirse en la bici para todo.
Gustavo López Van Dam Lorenzo