Cultura y entretenimiento

El “Rey del Cachopo”, pequeño pero matón, condenado

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¿Quién es este personaje con este apodo? ¿Qué hace para ser famoso y que se escriba de él? ¿De dónde sale? Pues un delincuente del que se sabe poco hasta que es buscado como presunto asesino de su pareja hondureña.
Manuel Vega

Román Peña Viruete es un ex hostelero que nació en Madrid en 1973 y vivía en la zona de Embajadores, donde puso en 2016 su primer negocio con el nombre de A Cañada Delic Experience. Es un tipo imaginativo que supo hacer de su negocio algo especial, con un marketing agresivo potenciando el “cachopo”, plato fundamental en la cocina asturiana, como la especialidad, junto con el pulpo, de la que era el mejor exponente en toda España. Al menos es lo que él decía sin cansarse.

Una vida basada en el engaño

Román ha dejado tras de sí un rastro de estafas y engaños a lo largo de dos décadas en las que se ha movido sin ser descubierto en círculos de extrema derecha, periodísticos y de hostelería. Tras llevar a la quiebra una cadena de restaurantes especializados en el cachopo ha vivido a todo gas. Asombra observar sus andanzas a través del ojo de cerradura del pasado: fue un joven falangista infiltrado en sindicatos de clase, tertuliano, entrevistador fantasma de Marine Le Pen, promotor de un máster falso y biógrafo ficticio de Esperanza Aguirre.

En esa época, Román pertenecía a un ala del partido ultraderechista con conciencia obrerista. Eso le llevó a hacer de topo dentro de CC OO con la misión de acercar las tesis falangistas a los obreros, como reveló en un reportaje publicado en Interviú el periodista Alberto Gayo. Lo logró: llegó a ser delegado sindical de Mercamadrid, el mayor mercado mayorista de España.

Román y sus camaradas creían protagonizar una labor de espionaje de alto nivel, pero el asunto tenía más de una trama de aventuras de Anacleto, agente secreto. El proyecto, poco realista y de espaldas al momento que vivía el país, no tuvo éxito. Y Falange de las Jons, antes de que se dividiera en dos, siguió siendo una formación política marginal, sin penetración en el mundo obrero.

Esa fue, que se sepa, la primera de las transformaciones que habría de experimentar Román en los años que estaban por venir. Entre los falangistas dejó un mal recuerdo. Le enseñaron la salida, aunque le reconocen un cierto arrojo y un nulo sentido del ridículo.

Permaneció en paradero desconocido desde el verano, cuando su familia denunció en Valencia su desaparición. Al esfumarse —tras la aparición de un torso calcinado en una de sus naves, lo que puede interpretarse como una amenaza— ha dejado una montaña de deudas, impagos a proveedores e inversores que creyeron en el proyecto de franquicia que había ideado: A Cañada Delic Experience.

Esta repentina desaparición ha hecho aflorar su pasado. Y resulta que lo que dejó atrás es tanto o más abrumador que la aventura sin red que le llevó a abrir, junto a algunos socios, cinco restaurantes y dos naves que han tenido que echar el cierre ante la evaporación de su dueño.

El ultraderechista catalán Josep Anglada se la tiene guardada: “Es un auténtico delincuente”. Román contactó con él tras deambular con más pena que gloria por el Centro Democrático y Social (CDS) —admirador de Adolfo Suárez, llegó a ostentar un cargo en Madrid— y por un partido propio que no tuvo tirón.

En aquella época Anglada estaba iniciando Plataforma per Catalunya, un movimiento xenófobo, cuando Román le propuso ser su hombre en Madrid. El ultra vio en él a alguien preparado, que demostraba cualidades intelectuales (“tonto no es”, afirma). Román organizó todo a una velocidad vertiginosa, como es su costumbre: abrió una sede en Coslada cuando la propia matriz todavía no tenía una y contrató empleados.

Anglada fue a verlo en persona y quedó maravillado. Román invitó a 25 miembros del partido a una comida que pagó de su bolsillo sin titubear. Después acudieron a un mitin que Román había organizado ante la visita del líder y que gozó de una afluencia considerable. A ojos del radical Anglada, lo que florecía en Coslada era hermoso.

Meses después, Anglada supo que Román había desaparecido. Su familia había presentado una denuncia, como ahora. El político pujante que parecía impulsar la plataforma se marchó sin pagar la nómina de los empleados durante varios meses y adeudando cuotas a la Seguridad Social. La formación tuvo que hacerse cargo de un pufo de 90.000 euros.

Entonces se hizo el silencio durante un tiempo. Reapareció en Málaga, donde regentó bares y abrió una revista, Ahora Málaga. Se hizo presidente de una asociación de comerciantes de los barrios Los Corazones y Tiro Pichón y más adelante aglutinó en una consultoría a una docena de entidades similares. Lo recibieron en el Ayuntamiento y la concejala Teresa Porras ofreció una conferencia de prensa a su lado para fomentar del comercio de proximidad. Ese día llevaba traje azul y la raya del pelo en medio. Parecía inofensivo.

La etapa malagueña

No tardó en repetirse el patrón: quiebra, evasión de dinero y desaparición de Román. Cuatro empleados suyos denunciaron que un día, al acudir a su lugar de trabajo, lo encontraron clausurado y con las cerraduras cambiadas. Les había expedido cheques sin fondos. La publicación de Román se quedó con el dinero de comerciantes que habían pagado por anunciarse en ella, según El Mundo. Metro de Málaga también cayó en la estafa.

En esa etapa malagueña conoció a Armando Robles, director de la web de información Alerta Digital, de ideología conservadora. Román escribió artículos para él y le propuso además una colaboración con un medio que dirigió, El Aguijón. “Escribía bien, tenía conciencia de la actualidad”, recuerda Robles.

Comenzó a sospechar del personaje cuando Román insistió en que había asesorado a Geert Wilders, el líder holandés xenófobo, y a George W. Bush, presidente de Estados Unidos. Se le cayó la venda de los ojos definitivamente el día que afirmó que había entrevistado a Marine Le Pen, la líder ultra francesa, y Robles descubrió que no había nada de cierto en eso: “Es un embustero patológico”.

De vuelta en Madrid, con la excusa de la página web, Román se movió en círculos de medios de comunicación conservadores. Se acercó al periodista Enrique de Diego en 2011, poco después de su despido de Intereconomía. Congeniaron a la primera. De Diego lo llevó como tertuliano a un programa de Radio Libertad en el papel de derechista liberal.

Como buen estafador no es un tío tosco, es un manipulador”, opina De Diego. A sus espaldas, después de ganarse su confianza, Román embaucó a los trabajadores de la radio bajo la promesa de puestos de trabajo bien remunerados en su web. Para ello debían inscribirse antes en un máster preparatorio. Seis jóvenes periodistas que se embarcaron en ese proyecto acabaron denunciándole por firmar cheques sin fondos y otras irregularidades.

El propio De Diego le tuvo fe. Román le propuso escribir para su editorial, Rambla, una biografía “escandalosa” de la entonces presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre. De Diego le dio 500 euros de adelanto a la espera del manuscrito, que se preveía un éxito. Nunca más volvió a saber de él, hasta que lo vio transformado años después en el Rey del Cachopo.

¿Un psicópata o un asesino?

Al menos así era, como acabamos de contar, la vida empresarial y de estafas, antes del 5 de agosto de 2018, cuando la entonces pareja sentimental del propietario, y empleada del establecimiento, Heidi Paz, fue asesinada y descuartizada.

El crimen fue de sobra conocido en todo el país y ya está siendo juzgado por estos hechos ante la sección 26ª de la Audiencia Provincial de Madrid y se enfrenta, desde el banquillo, a la petición fiscal de 15 años de cárcel por los delitos de homicidio y profanación de cadáver con las circunstancias agravantes de la responsabilidad criminal de parentesco y de cometer los hechos por motivos de género.

Según el escrito de acusación, Román y Paz iniciaron una relación de pareja sobre el mes de abril de 2018 y, pocos días después de conocerse en el restaurante del acusado, se fueron a vivir juntos. Pero el amor pareció caducar pronto, ya que tan solo dos meses después, la joven hondureña manifestó a su compañero su intención de tomarse un tiempo para pensar en su relación y le dejó una nota al hostelero alegando que se iba «unos días».

No fue hasta el 5 de agosto cuando la víctima tomó la decisión de contactar con su expareja y quedaron en verse en la casa que ambos habían compartido. Esa misma tarde, antes de las 16:21 horas, «movido por el hecho de ser mujer y no aceptar que ella quisiera distanciarse de él», la mató.

Pero, para evitar ser descubierto, optó por deshacerse del cuerpo de la forma más rebuscada y escalofriante; así que cogió un cuchillo y, «sin importar el ultraje y la deshonra» que ello suponía para quien fue su pareja, troceó el cadáver, separando la cabeza, brazos y piernas del tronco y se deshizo de ellos, aunque aún hoy se desconoce cómo.

En cuanto al tronco de Paz, el Rey del Cachopo lo metió en bolsas de plástico negra, como las de la basura, para introducirlo después en una maleta. A continuación, pidió un taxi y, llevándose consigo el equipaje, se trasladó en él hasta una nave industrial de la capital y allí, según el escrito, el acusado le cortó los senos, que tenía implantes de silicona, y trató de quemarlos haciendo fuego en el montacargas del sótano de la nave.

Pero las autoridades acabaron enterándose de la desaparición y muerte de Paz, por lo que, desde ese mismo momento, Román dejó de utilizar su línea de teléfono y se fugó a Zaragoza, donde, ocultándose en diferentes identidades falsas, se hizo con un lugar en el que dormir y encontró trabajo como cocinero.

Así, en esa nueva vida, permaneció hasta el 16 de noviembre de ese mismo año, cuando fue detenido en el mismo lugar de trabajo en el que se hacía pasar por otra persona y ha permanecido en prisión provisional desde entonces.

Un juicio de película

En el juicio se ha defendido con uñas y dientes, muy preparado todo para intentar demostrar su inocencia, aunque para muchos era un claro culpable y consideraban que la pena pedida es corta.

A su llegada al juzgado, Viruete, con pantalón oscuro, camisa blanca y un abrigo azul marino, declaró: «Vengo con ganas de demostrar mi inocencia». Ya dentro de la sala, su defensa ha apuntado este lunes a una nueva hipótesis, centrada en que Paz podría estar viva, lo que daría un giro por completo a lo que ha sido su versión hasta ahora frente a la acusación de un delito de homicidio cometido contra la joven hondureña.

Ha adelantado que pondrá en valor pruebas «que vienen a demostrar muchas cosas que se han ido tapando, por así decirlo» y ha defendido que César Román no se fugó tras la muerte de Heidi, sino que «cambió de domicilio y estuvo todo el tiempo pendiente de su familia», ya que «nadie le estaba buscando» y «no había orden de detención».

Hasta que llegó el turno de los testigos. Y entre ellos, dos de las mujeres con las había tenido relaciones Román. Y las declaraciones que, de momento, dicen más cosas escabrosas que ha habido entre “El Rey” y las mujeres.

El jurado popular le condena

El jurado popular ha considerado culpable por unanimidad a César Román, el Rey del Cachopo, de matar a su novia, Heidi Paz, y descuartizarla en agosto de 2018.

Los nueve miembros del jurado popular han dado a conocer su veredicto este martes tras dos jornadas de deliberación y ha considerado culpable a Román de homicidio y descuartizamiento, en una vista en la que el acusado ha estado presente y ha llorado al conocer el fallo.

Sus letradas, Ana Isabel Peña y Carmen Balfagón, han arropado al procesado, que ha mantenido las manos entrelazadas y pegadas a la boca, mientras escuchaba las explicaciones del jurado en cada punto.

El juicio se celebró a lo largo de catorce sesiones en las que la Fiscalía solicitó 15 años y 5 meses de prisión por homicidio y profanación de cadáver, al igual que la acusación popular que ejerce la Comunidad de Madrid, mientras la acusación particular pidió 28 años y 5 meses de cárcel por asesinato, profanación de cadáver y maltrato.

Los nueve miembros del jurado han estado de acuerdo por unanimidad en nueve de los diez puntos a valorar, entre ellos que César Román fue el autor del homicidio de Heidi Paz y la profanación de su cadáver (descuartizamiento).

Han destallado que en el juicio ha quedado probado que el cadáver encontrado en una maleta el 13 de agosto de 2018 en una nave del distrito de Usera-Villaverde, alquilada por César Román, es el de Heidi Paz conforme a las pruebas de ADN y a otras pruebas que demostraron que la víctima es de piel oscura.

Ahora la discusión está en la pena que el juez le tiene que imponer. 15 años parecen pocos. Si va a ser esa la condena, puede dar las gracias. Nunca se cumplen íntegras y su popularidad le puede dar beneficios económicos ya que el morbo se paga muy bien.