ActualidadOpinión

El gran mandamiento de la reputación

Hace unos días una joven profesional me dijo que su marca digital valía oro. Yo le pregunté entonces por su reputación; y se escuchó un gran silencio. No hay reputación que pueda levantar un departamento de comunicación, sin que la persona se implique y cuide su comunicación en todos los ámbitos de su vida. Lo mismo les pasa a las empresas.

Son muchos los términos que nos hemos inventado para este oficio tan antiguo que es la comunicación. Tan antiguo que se dice que la mejor nota de prensa jamás escrita fueron los diez Mandamientos de Moisés: solo diez renglones que lograron unas cuantas páginas en la Biblia. Ahora, narrar una historia que transmite los valores de la marca sin ser la marca la protagonista, lo llamamos “storytelling”; vivir la experiencia que propone la marca, haciendo protagonista al espectador, lo llamamos “storydoing”; y a una grabación de voz, lo llamamos “podcast” y es verdad que suena mucho mejor que decir “me he grabado un audio”.

Todas estas tendencias – o modas – que, seguro que han venido para quedarse, las venimos usando los comunicadores desde que Moisés abrió las aguas del mar Rojo. Porque ya entonces había “narradores”, aunque no tuvieran las plataformas y oportunidades que tenemos ahora para hacer llegar nuestros mensajes. Hoy todo queda en la red y algunos creen que, por salir mucho, hacerse muchas fotos y participar en muchas charlas, están logrando hacerse una buena “reputación”. Pero muchas veces no es así; muchas veces se quedan en una identidad digital que, por bien posicionada que esté, es un sencillo “ni fú, ni fá” que, como diría Luz Casal, “no me importa nada”.

Y es que la verdadera tendencia es que hoy es el público el que habla de nosotros o de nuestra marca. Así, lo que opinen y compartan mis amigas Ana, Cris, Lola o Rosa en internet sobre mí, es mucho más importante que todo lo que yo pueda decir. Eso es así en una escala personal así que imaginen en el mundo de la empresa. Un comentario bien construido sobre nuestra marca puede acabar en segundos con una reputación. Fíjense en las marcas de hamburguesas: su posicionamiento en Internet no lo duda nadie; pero su reputación, por muchas hojas de lechuga que sobresalgan entre carnes, quesos y panes de sésamo, no es ni de lejos equivalente a su presencia en anuncios o búsquedas en Google.

Identidad versus Reputación. Una persona o una marca pueden tener mucha presencia mediática y social. Pero son las impresiones que sobre esa persona o marca transmiten los demás, las que construyen su reputación.  Cómo aprieta la mano; cómo funciona ante un conflicto; si contesta a los mensajes privados de LinkedIn o se queja en público porque le llegan ofertas comerciales. ¡Qué osadía en una red de networking! Todo eso construye la verdadera marca, tanto personal como empresarial. Tan difícil de construir y tan fácil de perderse.

Si Moisés hubiera vivido hoy, sus diez mandamientos tendrían versión “podcast” y estarían en los medios y en las redes. Pero la portada sería, seguro, para su historia personal: niño abandonado para salvarle la vida y criado con el faraón. Esto afectaría directamente a su reputación, aumentando su identidad digital, pero creando una enorme crisis de credibilidad y, por ende, reputacional. Les propongo un único mandamiento para cuidar su reputación: ser buenas personas o empresas. No hay mejor reputación, no hay mejor identidad.

TAMBAB