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Consejos para ahorrar dinero y energía en invierno

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El invierno no solo es sinónimo de Navidad y bajas temperaturas, sino también de un aumento significativo en las facturas. Por eso, resulta crucial comprender la importancia del ahorro tanto de dinero como de energía durante esta temporada.

Pequeños gestos como el uso eficiente de la calefacción, la solicitud del bono social térmico o saber cómo afectan las luces de Navidad a tu factura de la luz, pueden marcar una gran diferencia. Estas prácticas no solo impactan positivamente en nuestra economía personal, sino que también contribuyen al cuidado del medioambiente al reducir nuestra huella de carbono.

Existen climas privilegiados en los que la temperatura ambiente se corresponde casi siempre con la que mejor nos hace sentir, facilitándonos mucho nuestro día a día. Cumplir con nuestras tareas resulta, en estos casos, mucho más agradable, a lo que se suma un importante ahorro energético a la hora de aclimatar nuestros hogares, oficinas, etc.

Sin embargo, en la mayoría de los casos es necesario tomar medidas para alcanzar la temperatura ideal en casa: te contamos cuál es y cómo conseguirla de la forma más sostenible y económica posible.

Aunque cada persona es un mundo y puede preferir una temperatura más o menos elevada, se suele decir que la temperatura ideal en casa se encuentra entre los 21 y 23 grados. Por eso, cualquier acción que lleves a cabo en tu hogar o en cualquier otro espacio para aclimatarlo debe poner el foco en alcanzar dicha temperatura, que podrá descender un par de grados por la noche.

Intentar sobrecalentar o enfriar en exceso un espacio no solo resulta contraproducente para tu salud y bienestar, sino que, además, incrementará innecesariamente tu factura energética y provocará un mayor daño al medioambiente.

Otro criterio consiste en no superar una diferencia térmica de más de 12 grados con respecto a la temperatura exterior.

La temperatura óptima dependerá, en primer lugar, de nuestras preferencias personales, así como del uso que hagamos de este tipo de espacio. No es lo mismo la cocina, en la que nos moveremos constantemente en un espacio relativamente reducido haciendo uso de fuentes de calor, que un despacho en el que la actividad será normalmente sedentaria y donde no habrá tantas personas al mismo tiempo.

Lógicamente, la orientación del inmueble y el clima de la zona geográfica en la que se encuentre también son factores que deben tenerse en cuenta. Si a cierta ahora el sol incide con fuerza en la fachada (y los materiales utilizados no nos protegen en exceso de los cambios de temperatura exterior), deberemos tener en cuenta este factor a la hora de calcular y utilizar las distintas herramientas a nuestro alcance para lograr la temperatura ideal.

El tipo de construcción y su aislamiento influirá en gran medida en las acciones que deberemos llevar a cabo para aclimatar la vivienda: cuanto más expuesto esté el inmueble a la temperatura y la humedad exteriores, más necesitaremos acudir a técnicas de climatización para salvar esos vaivenes a corto plazo.

Por último, no olvides que cuantas más personas ocupen un espacio, más necesidad habrá de enfriarlo para compensar el calor acumulado.