ActualidadModa y TendenciasOpinión

Comunicación para vuelos medios

Compartir

Vivimos rodeados de mensajes ajenos a la realidad de muchas personas de clase media. Muchos de ellos parecen criticar nuestro estatus o querer inspirar un cambio en nuestras vidas.

Desde estas humildes líneas, yo quisiera poner en valor a las personas en nómina; a las que vamos a trabajar de lunes a viernes y el sábado hacemos la compra. Somos personas que no aspiramos a tener nuestra propia empresa ni queremos soñar más alto de donde ya hemos llegado. Somos las clases medias; esas que a veces llegamos a fin de mes… y a veces no.

Por mi carácter fuerte – y quizá por algunas otras razones – siempre he escuchado de amigos y colegas profesionales aquello de “¿por qué no te montas tu propia agencia de comunicación?”. Y miren que he tenido sueños; pero ese precisamente, si alguna vez me lo he planteado, ha sido más bien como pesadilla. En mi caso “emprender” sería solo la forma de enfrentarme a la triste no contratación de personas mayores de 45. Una lucha, vamos.

Durante años estuve convencida de que llegaría a escribir uno o varios libros. No lo he hecho (aún). A cambio miren: tres hijos, un marido, un montón de amigos íntimos, una hipoteca a 30 años de la que me quedan cinco y 25 años trabajando. El libro quizá un día llegue; o quizá sea solo un PDF para compartir por WhatsApp con quien me de la gana. Hace años que no me atormenta lo que no he conseguido y vivo disfrutando de lo que he logrado. Y eso no crean que es notable: es suficiente para sentirme bien y cumplir mi propósito de ser, sencillamente, cada día mejor persona.

Entre la prensa que leo y las páginas y redes que visito, me inundan mensajes que me explican que la vida es algo más que trabajar todos los días. Y yo pienso: ¡claro! Están los puentes, el teatro, la navidad, los cumpleaños; está esa escapada romántica que por fin has organizado y esa excursión familiar a la que nos llevamos hasta al perro. Están los viernes porque están los lunes. Y está el verano y esa palabra mágica que me alegra el alma y que, en mi caso es Cádiz, como para otros es Comillas o Menorca o Altea. Está en algunos el refugio místico en los que se fueron y en Él, que siempre está.

Veo y oigo frases que me invitan a perseguir mis sueños; que me quieren convencer de que, si persisto, lo conseguiré sin decirme el qué voy a lograr persistiendo; personas que me dicen que el tiempo de dormir hay que emplearlo en seguir produciendo lo que sea: ideas, innovaciones, proyectos… o diseñando una vida mejor.

Pero ¿qué pasa cuando miras a tu alrededor y te gusta lo que ves? ¿Qué pasa cuando te conformas con soñar que las cosas sigan su curso y que siempre seamos capaces de volver a subir cuando la vida nos derriba con uno de sus golpes? Me encantaría ver a alguna marca decirme que le gusta mi modo de ver la vida y que lo apoya. Que no identifica que aceptar con agrado lo que soy y lo que tengo, es algún un tipo de conformismo. Las clases medias no somos conformistas; tal vez estamos ocupadas en otras cosas.

Entre el lujo ostentoso y presumido que personalmente tanto pudor me provoca; entre las personas que hoy no tienen para vivir, ni comer y que tanto nos necesitan, existimos una inmensa mayoría de personas que nos ganamos un sueldo honradamente; que nos comprometemos y entendemos el valor de ese sueldo y tratamos de ganarlo cada día dando lo mejor de nosotros mismos. Esa clase media, llena de asalariados y autónomos, clama a gritos ser tenida en cuenta. No solo en las campañas publicitarias y en los blogs de esos gurús del emprendimiento empeñados en decirnos que volemos más alto; en todos los aspectos de la vida y de la política. Más, más y más, para algunos, es menos.

Todos los valores que esta sociedad debería potenciar están en las clases medias. El esfuerzo, el tesón, el intento de ahorro, el trabajo duro, el cuidado de amigos y familia, la empatía, la colaboración… Vuelvan la mirada hacia nosotros. Nos somos iguales ni tenemos todos lo mismo. Pero seguro que todos, en algún momento de un sábado haciendo la compra, hemos sentido ese instante de felicidad que nos hace ricos.

Algunos no queremos volar más alto; queremos, sencillamente, volar con libertad.

Tambab