Cocinando egos en una buena estrategia de comunicación
CHEFS TABLE es una maravillosa serie de Netflix que nos acerca a la personalidad de los responsables de las cocinas más brillantes del universo. En el episodio dedicado a Albert Adrià, el maestro nos descubre su falta de inquietud ante la fama en los inicios de su proyecto.
Sus ganas entonces estaban centradas en el trabajo, la innovación culinaria. Dejó por ello sin problemas la parte visible y mediática a su hermano Ferrán.
El trabajo de Albert logró brillantes resultados elaborados desde ese enorme laboratorio de innovación que fuera El Bulli y del que salieron en el año 2003, las esferificaciones, eso que ahora todos hacen en Master Chef. Méritos que conmueven y emocionan, máxime al estar ligados – ¡cómo no! – a una gran historia de superación personal. Méritos, sin embargo, siempre ligados a la imagen de Ferrán, el super poderoso hermano… ¡de Albert!
Avanza el capítulo y en la segunda parte, descubrimos que el entonces poco mediático y centrado en el trabajo Albert Adrià, comienza a pensar en su legado. Y confiesa. Confiesa que le molesta que el periódico le llame «el hermano de…» Confiesa quiere que todos sepamos que es él el autor de las más innovadoras y extraordinarias locuras culinarias. Confiesa que llegó a contar los minutos que le dedicaron en un documental… y que le parecieron pocos.
¡Albricias! Emerge al fin el EGO del maestro; se agita entre fogones; se cocina a fuego lento para bullir y encontrar su sitio, el merecido, el que un día cedió.
La gran mayoría de directivos y políticos que he conocido, al hablar de la estrategia de marca personal o empresarial, al hablar de reputación, de hacer entrevistas o potenciar sus redes sociales para ser influyentes, suelen decir: «yo tengo ya el EGO satisfecho». Y la gran mayoría de los comunicadores sabemos que eso, sencillamente, no es verdad. ¿Por qué habría de serlo? ¿Es que no tiene derecho un empresario o el ganador de unas elecciones a sacar su ego? El problema es que el ego coloquialmente se entiende como un exceso de autoestima y yo, sin embargo, le quitaría lo del exceso. Es, sencillamente, la estima que todo ser humano debe sentir por sí mismo y por lo que hace.
Si una empresa quiere mostrar su pasión y su propósito, necesita un rostro, un discurso, una emoción… un Ferrán que haga suyo lo que otros crean en cocinas. Una persona que represente no solo lo que hace sino el legado que deja. A los tímidos, he de decirles que comunicar forma parte de su trabajo; a los que sí se exceden en su ego, pedirles humildad para hacer fuerte y coherente su discurso; y a los que no saben, decirles que todo se aprende.
Una brillante estrategia de comunicación debe cocinar bien los egos de la empresa y utilizarlos como utiliza un anuncio, un post o una nota de prensa. La receta no es sencilla y además es muy arriesgada. Pero solo así la comunicación gana en sabor y calidad hasta hacerse inolvidable.