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«Belfast», lo último de  Kenneth Branagh camino de los Oscar

Por fin, Branagh, ha llegado al momento de hacer algo muy personal, saltándose todas las normas que le imponían las productoras en muchos de sus trabajos y se ha embarcado a plasmar sus recuerdos como un niño en la Belfast de finales de los 60. Un momento en el que la violencia en Irlanda del Norte explotaba y en el que su familia, protestante, decidía huir del país para que sus hijos vivieran alejados de una situación casi irrespirable.
BettyGS

A sus 61 años decide mirar al pasado para entender quién es en el presente. Con ese punto de partida, la elección de cómo afrontar ese pasado es fundamental. Se lo juega todo al punto de vista, el de un niño de 9 años que no entiende lo que ocurre alrededor, pero sin renunciar a mostrar lo ridículo de un conflicto basado en diferencias religiosas.

La lucha entre protestantes y católicos se muestra desde el absurdo, como se muestra en ese momento en el que el niño protagonista (un pequeño alter ego del director), pregunta cómo se puede saber quiénes son católicos y quiénes no. Su prima lo intenta, pero es imposible. Son las mismas personas enfrentadas por una creencia. Para la mirada infantil no existen diferencias entre esos hombres. Branagh incide en colocar la clase obrera, el sentimiento de comunidad por encima de la religión o la política, y ese es su posicionamiento. No hay diatribas políticas ni discursos.

Belfast apuesta por un tono amable. Que emociona a la vez que hace sonreír. Divertida y tierna. A veces se pasa de sentimental, pero normalmente Branagh agarra la película antes de que se desmadre. Todo rodado en un hermoso blanco y negro que se rompe cuando la familia protagonista se coloca delante de la pantalla de cine, cuyas imágenes son en color.

Así, el director se saca de la manga una escena mágica con los protagonistas disfrutando con Chitty Chitty Bang BangLa ficción como válvula de escape, como forma de escapar, en comunión, de la violencia exterior. No funciona su machacona apuesta por la banda sonora de Van Morrison, cuyas canciones subrayan en exceso lo que no hacía falta subrayar.

El espectador no puede apartar sus ojos del debutante Jude Hill, cuyo encanto y gracia ilumina la pantalla. Su mirada al descubrir una realidad que no entiende emociona, y no se achanta en sus escenas con ‘los mayores’. Un reparto donde destacan dos veteranos Ciaran Hinds y Judi Dench como los abuelos del joven protagonista, que tienen las mejores escenas y los momentos más emotivos. A su lado Caitriona Balfe y Jamie Dornan, puro carisma y fotogenia como los padres, y con un momento musical en el que Dornan conquista a todos al ritmo del Everlasting Love de The Love Affair.

Una película de consenso para los Oscar, que si bien está lejos de propuestas como El poder del perro, de Jane Campion, si representa un cine adulto de calidad y hecho con talento que cuadra con el gusto de los recientes ganadores de los últimos años y que también demuestra que Kenneth Branagh sigue teniendo algo que contar fuera de sus encargos para las grandes productoras.

Sinopsis 

Belfast( Irlanda del Norte), finales de los años 60. Buddy es un niño inocente que navega por un paisaje de lucha obrera, cambios culturales radicales y violencia sectaria. Enamorado del cine, sueña con un futuro glamuroso que lo aleje de los problemas. Mientras llega ese momento, encuentra consuelo en su carismático padre, su sacrificada madre y sus alegres abuelos.