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Agustín Montes, el triunfo de la perseverancia

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A Fondo/LMN

Agustin Montes (Montespan), es un empresario que lleva toda su vida dedicada a la fabricación de pan. Nieto e hijo de panaderos, desde muy pequeño comenzó a trabajar en el obrador familiar. Su historia está completamente vinculada a San Sebastián de los Reyes, pero también a Alcobendas. A día de hoy, su empresa da trabajo a 80 personas y su pan se reparte por centenares de establecimientos.

Nacido en Alcobendas, con un año su padre decidió irse a San Sebastián de los Reyes porque, como cuenta, “vio una oportunidad”. Al principio les surtía el pan su abuelo, que estaba en Alcobendas, y ellos lo vendían. En su opinión, “los comienzos no fueron fáciles porque existía una ley que te obligaba a vender solo en el término municipal donde estabas” En esos tiempos en los municipios en cuestión, solo vivían 1.000 personas, con lo que la competencia era muy fuerte y más, nos añade “si tenemos en cuenta que el otro vendedor de pan cuando llegamos a Sanse era el alcalde de la ciudad en aquel momento”. Hablamos de tiempos de posguerra. Lo pasamos mal, pero no había más solución que remangarnos y trabajar”

Tanto a Agustín como a sus tres hermanos no les quedó otra que trabajar sin descanso, y en su caso, como hermano mayor, desde muy joven. Además de estar a diario en el obrador, con sólo 13 años ya se iba con el carro, a repartir el pan a Valdemasa, El Goloso y Monte de Viñuelas, terrenos del Duque de Infantado. De esos recorridos guarda un buen recuerdo, aunque “tardara tres horas en cada trayecto”.

Siempre trabajó por las noches, obligación del negocio familiar, “por qué había que tenerlo todo preparado a primeras horas de cada día”, nos dice.  Este factor, el trabajo nocturno, condicionó sus estudios. “Quise estudiar y lo hice hasta tercero de bachiller con un Veterinario que me daba clases. Pero después había que irse a Madrid y mis padres no podían permitirse pagarme los estudios”

Después de trabajar sin descanso y de una lucha incansable de su familia, con muchos apuros y cortapisas, fueron evolucionando. De la calle Real con la calle Postas, donde tenían un despacho, se trasladaron al número 54 de la calle Real, donde ya pudieron tener un obrador más grande. La expansión desde entonces no paró de crecer.

Desde allí la compañía siguió creciendo hasta que en los ochenta compró una fábrica en la zona industrial, donde está ahora. Este paso tampoco fue sencillo porque le obligaban a irse a una zona donde no había nada. Pero perseveró en el trabajo y a día de hoy, de las 4 fábricas de pan que había en Alcobendas y de las tres que había en Sanse, solo queda la suya. En la actualidad, su fabrica y la marca de su familia, Montespan, son líderes consolidados del sector por la calidad de su pan.

Otra razón para explicar su éxito es su tesón y su ambición, porque, aunque él, como asegura, no quiso ser panadero, ya que lo fue, también nos aclara “quería ser el mejor”

Su bagaje profesional también tiene una faceta de constructor, donde llegó a tener una cuadrilla de 30 obreros, o de político, donde estuvo de concejal siete años en el Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes.

La ganadería, los toros y la familia

Sus otras grandes aficiones son la ganadería, los toros, y por supuesto, su familia. Desde siempre sintió una gran afición por todo lo referente al mundo taurino. De hecho, un atropello le impidió tomar su alternativa en Talamanca del Jarama. Prueba de su afición es que “todos los días se iba en bici hasta Carabanchel para entrenar” Retomó la alternativa, pero lo dejo porque “no valía”.  Pero esta pasión por el astado sigue como aficionado y desde hace casi 20 años como ganadero de renombre, ya que en su finca de Cabanillas de la Sierra, además de su propia plaza,  están sus toros de Montealto, ganadería de primer nivel y cuyas reses han estado en las mejores Plazas de España.

Su otra gran pasión es su familia. Sus tres hijos llevan junto a él las riendas de la empresa. Para el empresario, la presencia de sus hijos le “hace muy feliz” y le hace pensar que “todo lo que ha hecho merece la pena”. Su mujer, Adela, le aguarda en el cielo y mientras tanto, él se da vueltas por su fábrica y se siente “orgulloso de todo lo que ha hecho”

En definitiva y más allá de su condición de empresario, a Agustín Montes le gustaría que se le recordase como una persona humilde, honesta, seria y familiar