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“Un juego de caballeros”, mucho más que fútbol

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Por Jose Ignacio Vidal
La miniserie británica, que cuenta los inicios del fútbol en Inglaterra a finales del siglo XIX, se adentra en las relaciones humanas y sociales de la época con el balón como pretexto.

Porque como decíamos en el título, “Un juego de caballeros” va más allá, mucho más allá, del fútbol. A través de la rivalidad entre los equipos ingleses en la disputa de la FA Cup, la producción se adentra en la sociedad inglesa de la época, en las relaciones humanas y en cómo comenzó la profesionalización del fútbol. Sí, porque en sus comienzos, el balompié era solo para los aficionados o amateurs, de hecho estaba muy mal visto que los jugadores cobraran por ello. Éste es uno de los hilos conductores de la producción, cuando un equipo pequeño contrata los servicios de dos jugadores escoceses para poner fin al dominio del conjunto que gana siempre, integrado por caballeros ingleses, esto es, hombres ilustrados de la clase alta que conciben el fútbol como una simple diversión y para los que resulta impensable cobrar por jugar.

Con este telón de fondo, “Un juego de caballeros” avanza a través de sus 6 capítulos mostrando no solo los inicios de un balompié que casi carecía de reglas y que enseña cómo eran esos comienzos, desde las porterías sin red, casi ausencia de árbitro y los primitivos uniformes que poco tienen que ver con los que se estilan ahora, sino también la propia idiosincrasia del juego: del inmovilismo de los creadores, que solo creían en sus reglas, a las nuevas técnicas de juego, donde lo que primaba -y sigue primando hoy en día por cierto- es la creeación de espacios y los pases al hueco.

Inspirada en hechos reales y co-creada por el responsable de “Downton Abbey”, Julian Fellowes, la miniserie cuenta la historia de Fergus Suter, reconocido como el primer futbolista profesional. La miniserie se permite ciertas matizaciones y licencias respecto a los hechos reales, algo que sin embargo no resta ni un ápice de la verosimilitud de la historia. Como por ejemplo, que sus motivaciones son sobre todo atender a las necesidades de su familia en lugar de querer ganar el máximo dinero posible jugando al fútbol. Un cambio obviamente pensado para ganar más empatía por parte del público y que realmente funciona, sobre todo cuando el personaje, interpretado muy convincentemente por Kevin Guthrie ha de mostrar sus dudas a la hora de cambiar un equipo por otro, aunque no tanto cuando entra a hablarnos de lleno de su familia.

Este es uno de los pocos puntos en que la miniserie muestra sus debilidades, ya que Julian Fellowes, el co-creador de la miniserie, se interesa más por el contraste entre las clases sociales. Como decíamos al principio del artículo, “Un juego de caballeros” no se queda solo en el tema del fútbol, también ahonda en temas como la adopción de niños o las huelgas de trabajadores por las bajadas de los salarios. De hecho, es el contraste con estas problemáticas lo que hace que el fútbol en la miniserie se nos haga aún más atractivo.

Todo lo anterior se traslada a la puesta en escena, tanto en la recreación de los partidos de fútbol como en el retrato que hace de una sociedad muy desigual y llena de prejuicios. Respecto a la recreación de los partidos, hay que señalar que es acertada en el sentido no solo de la ambientación pura y dura, sino también por el hecho de no alargarlos demasiado, lo cual habría sido un error.

Las interpretaciones de los personajes es otro punto muy fuerte de la miniserie. Encarnados por actores desconocidos para el gran público, los principales protagonistas de la historia, Kevin Guthrie como Suter y James Harkness como Jimmy Love, son representados como dos genios del balón primigenios, pero con un fondo más dramático, que es donde la serie consigue más empatía con el espectador.

El verdadero corazón de “Un juego de caballeros” se encuentra ahí, en la amistad entre ambos futbolistas, inseparables aun bajo las peores circunstancias. Es una relación además cimentada en el fútbol y los vínculos entre lo que sucede dentro y fuera del terreno de juego están bien trazados y son sólidos. Como contrapunto a los dos protagonistas está el personaje del futbolista ilustrado que no juega por dinero, interpretado por Edward Holcroft, el cual viene a representar la conciencia de las clases poderosas y cómo su evolución resulta decisiva en esa etapa de transición para el fútbol. Este personaje nos puede parecer al principio de la acción como el que va encarnar al villano. Pues no, a medida que avanza la serie nos damos cuenta que, a pesar de la distancia social respecto a los dos protagonistas, está más cerca de ellos de lo que pueda parecer, y terminará siendo fundamental para el desenlace, ayudando a resolver los problemas más que a crearlos.

En conclusión, desde “La Mirada” queremos destacar que “Un juego de caballeros” no es una historia de fútbol y ya está, sino que estamos ante un mosaico que refleja la sociedad y la cultura de finales del siglo XIX, y en cómo el fútbol pasó de ser un deporte controlado por los ricos a que las clases trabajadoras tuvieran también su participación y su protagonismo. Es más, hasta aparece en la serie el surgimiento del colectivo del fan y hasta el hooligan, todo nacido de la pasión que provoca este deporte.