Cultura y entretenimiento

Steven Spielberg se confiesa en la Berlinale y el por qué de ‘Los Fadelman’

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El director recibe el Oso de Oro a toda su carrera, rinde homenaje a su madre y a John Ford, y recuerda lo que le afectó la separación de sus padres.
LMN

Dice Steven Spielberg que en la pandemia le pasó lo que a todos. Que tuvo miedo. Que pensó en la muerte. Que se vio viejo. Que se acordó de su madre. Y eso, que suena algo banal, le engrandece.

Siempre emociona ver a un gigante emocionarse. «Mi madre era una mujer que celebraba la vida cada día; sí le apetecía hacer algo, simplemente lo hacía«, dijo ante un auditorio entregado con motivo del Oso de Oro a toda una carrera.

Antes, por supuesto, se mostró agradecido y falsamente modesto para asegurar que algo debería haber hecho «para recibir un premio como éste«. Pero lo relevante era su madre, que no el galardón. «Durante años, ella quiso que hiciera una película sobre su vida. Solía decirme: ‘te he proporcionado muchísimo material, ¿por qué no la haces?'». Y es ahora cuando entra la pandemia: «Me hizo pensar mucho en la vejez y la muerte, y ese miedo me hizo querer hacer finalmente esa película, ‘Los Fadelman’«.

La lectura oficial coloca al responsable de casi todos y cada uno de los mitos que jalonan la infancia, la adolescencia y lo que sea que venga después como el más atildado Peter Pan del que ha sido capaz el cine moderno. Mimar al niño que llevamos todos dentro no sólo consuela ante el incomprensible gigantismo de la realidad digital que nos subyuga, sino que además es muy rentable. 

Steven Spielberg hizo suya la misión de dotar de nuevo brío, de mucho más brillo y, sobre todo, de capacidad para la hipnosis a precisamente el cine vivido como simple aventura para la fugaNo es que siempre fuera así, pero el creador de juguetes como ‘Tiburón’, ‘Encuentros en la tercera fase’, ‘Indiana Jones’, ‘Hook’, ‘ET’ o ‘Parque Jurásico’ hace tiempo que se ganó el privilegio adoptivo de la paternidad de todos.

«Nunca pienso en el cine como terapia, pero las cosas traumáticas que nos pasaron cuando eramos niños, si eres artista, salen. Aunque no lo quieras. Está claro que la separación de mis padres me afectó mucho, y fue clave en la persona y el artista que soy. Cuando hago una peli, todo lo que soy se pone al servicio de ella».

El esquema del progenitor obsesivo, volcado en su trabajo y ajeno a nada que tenga que ver con la familia se repite de un modo u otro en cada uno de sus trabajos, personales o no, con tenacidad. Y siempre (o casi) de la mano de un final catártico que llena ese vacío con el sucedáneo de una figura paterna más o menos convincente.

La primera trilogía del arqueólogo que odia a las serpientes se cierra con la reconciliación de nuestro héroe con su progenitor en ‘Indiana Jones y la última cruzada’ con un explícito y marcial «Sí, señor». Y el personaje al que da vida Richard Dreyfuss en la película en la que por primera vez visitó el espacio exterior no deja de ser un hombre-niño en pleno estado de regresión que consigue su sueño de ser adoptado por unos adultos idealizados y perfectos llegados de la estratosfera.

Son sólo dos ejemplos que se repiten y modulan sea en el huérfano alienígena cuyo único deseo es volver al calor del hogar o en el Peter Pan adulto que redescubre de golpe el valor de ser papá o en el crío sintético que vive la soledad como el mayor de los castigos de una civilización incapaz de asumir que progresa muy por encima de sus posibilidades. Y, por encima de todo, el Los Fabelman‘, donde todo lo que antes era metáfora es descripción detallada.

Dice Spielberg que premios así están bien porque le obligan a mirar a atrás y relfexionar. Y en ese mirar por el retrovisor encuentra la película de la que surgió todo: Centauros del desierto‘, de su admirado y eterno John Ford. «Cuando tenía 9 años, mi padres fueron al cine y dijeron que era una peli demasiado violenta para mí. Al volver no dejaban de hablar de ello. Ellos fueron el viernes y el sábado, y yo saqué unos centavos de una jarrita con monedas que había en casa y fui por mi cuenta. La vi solo. No la entendí probablemente…». Y la fascinación ahí quedó. Spielberg, Oso de Oro.