Recordando a Mary Quant, icono de la libertad femenina que popularizó la minifalda
Acortó centímetros de tela, impulsó la combinación de colores extravagantes y reinventó el concepto de ‘boutique’.
LMN
En la segunda mitad de los años 60, la aún muy comercial calle Carnaby Street fue uno de los puntos de referencia del denominado ‘Swinging London’ y por ella paseaban cientos de jóvenes día tras día sin perder de vista lo que se mostraba en los escaparates de sus tiendas.
Sonando de fondo artistas y formaciones como The Beatles, The Rolling Stones, The Who, The Kinks o Them, buena parte de estos viandantes buscaban con interés su tienda, Bazaar, que abrió junto a su marido y socio Alexander Plunket Greene en 1955 en la zona de King’s Road, también epicentro de la moda urbana londinense, donde «sus talentos creativos, con visión de futuro, hicieron una contribución única a la moda británica», tal y como ha recordado la familia de la diseñadora en un comunicado con el que han anunciado su muerte.
En su interior, los jóvenes podían encontrar prendas con un estilo muy distante al de sus progenitores y generaciones anteriores, en el que abundaban rayas, lunares, estampados geométricos, botas altas, pantalones de talle alto, vestidos muy cortos con bolsillos y cuello alto y, como novedad, las minifaldas. Si bien el lanzamiento de esta última prenda también se atribuye al modisto francés André Courrèges, Mary Quant sí podría llevarse el mérito de haberla popularizado en todo el país y haber hecho del color la mejor expresión del estilo.
Sus propuestas giraban en tono a combinaciones de colores que hoy nos costaría lucir y que entonces vendrían a significar que cada una era dueña de un estilo propio. Tanto es así que una de sus musas, la popular y malograda Twiggy ━que en cierta ocasión posó para Vogue con una de sus creaciones━, llegó a decir que «antes de ella no había ropa moderna para los jóvenes», sino que todos se veían obligados a vestir como sus padres. Lo cierto es que nadie pudo pensar entonces que acortando unos centímetros una prenda tan habitual podría lograr que esta se convirtiera en un icono de rebeldía y libertad.
En alguna ocasión, según se explicó en una retrospectiva que tuvo lugar en el museo Victoria and Albert, las faldas se volvieron más ‘mini’ que nunca al llegar a los 34 centímetros, algo que no gustó a algunos (generalmente, padres y madres preocupados porque a sus hijas se les viera un poco más de piel), hasta el punto de que intentaron boicotear el establecimiento. Como respuesta, miles de jóvenes salieron a la calle, pancartas en mano, para reivindicar lo que ya se había convertido en un derecho: vestir a su gusto y sin miedo a arriesgar. Y eso es lo que hoy, que acabamos de despedir a su precursora, perdura y encanta.