Oriana Fallaci, la reportera global que a muchos nos enseñó la profesión
Fue la reportera más importante del mundo. Reportera, periodista, escritora… lo era todo y más. Revolucionó el modo de ejercer la profesión, enseñándonos que siempre hay que colocarse frente al poder, jamás a su lado. Y si no la conocéis es el momento.
Manuel Vega
El pasado 15 de septiembre se cumplieron diez años de la muerte de la excepcional periodista y tenía este artículo para tener un recuerdo con la profesional de la que tanto que tanto aprendí traduciendo sus artículos para publicarlos en la prensa española en mis comienzos en el periodismo.
Así era el artículo escrito el mes pasado y que no se pudo publicar y, en los últimos días, he leído algunas referencias a ella y creo que es bueno recordarla o conocerla. Es historia de la comunicación.
Artículo
Fue la reportera más importante del mundo. Quizás suene desmedido, pero la sentencia se ajusta a su legado. Todas las universidades de Periodismo del mundo la incluyen en sus planes de estudios.
Revolucionó el modo de ejercer la profesión, enseñándonos que siempre hay que colocarse frente al poder, jamás a su lado. El poder emponzoña. Milan Kundera la calificó como la precursora del periodismo moderno, por encima de Hemingway y Orwell.
Su modo de entrevistar era áspero e incómodo. Resultaba impertinente, ruda y fastidiosa para sus interlocutores, pero ninguno resistía el prurito de ser entrevistado por ella. Conversó con Ghandi, Arafat, Arthur Miller, Kissinger, Fellini, Scorsese, Clark Gable, Galtieri, la duquesa de Alba, Gadafi, Jomeini, Sinatra… la lista es interminable. “Cada entrevista es un retrato de mí misma, son una extraña mezcla de mis ideas, mi temperamento, mi paciencia, y todo esto guía mis preguntas”, explicó al Times.
Ella misma confesaba en Entrevista con la historia (1974) que no se sentía y que jamás podría sentirse «un frío registrador de lo que escucho y veo. Sobre toda experiencia profesional dejo jirones del alma, participo con aquel a quien escucho y veo, como si la cosa me afectase personalmente o hubiese de tomar posición (y, en efecto, la tomo, siempre, a base de una precisa selección moral)».
Se comportaba, decía, «oprimida por mil rabias y mil interrogantes» que antes de acometer a sus entrevistados «me acometieron a mí, y con la esperanza de comprender de qué modo, estando en el poder u oponiéndose a él , ellos determinan nuestro destino». Y eso sin olvidar jamás que «cada entrevista es un retrato de mí misma, son una extraña mezcla de mis ideas, mi temperamento, mi paciencia, y todo esto guía mis preguntas”.
Cubrió, como reportera de guerra, los conflictos en Vietnan, India, Pakistán, oriente Medio y Latinoamérica. Durante la masacre de Tlatelolco (México, 1968), fue alcanzada por una bala del Ejército. Tampoco eso la arredró. Como no la amilanaron los cuatro meses de prisión condicional a los que fue condenada por negarse a revelar al Tribunal de Menores el nombre de la persona que le informó de que en la muerte de Passolini habían intervenido varias personas. Corría entonces el año 1977.
Como escritora
Más de veinte millones de copias de sus libros demuestran que lo hacía bien. O, por lo menos, que era capaz de conectar con lectores de todo el mundo.
Su primer título es ‘Los siete pecados capitales de Hollywood’. A él le seguirían ‘El sexo inútil’ (donde combate los estereotipos femeninos), ‘Penélope en la guerra’ (que narra un tórrido ménage à trois), ‘Nada y así sea’ (sobre la guerra de Vietnan), ‘Entrevista con la historia’, ‘Carta a un niño que nunca nació’ (una reflexión sobre la maternidad, pese a que perdió el niño) e ‘Inshallah’.
Mención especial requiere ‘Un hombre’, publicado en 1973, cuando conoció al poeta Alekos Panagulis, un resistente a la dictadura griega que había sido el autor de un atentado fallido contra Yorgos Papadopulos, jefe de la Junta de coroneles que en dirigía los destinos del país heleno, y del que no sólo se enamoró (todo lo perdidamente que puede enamorarse una mujer aguerrida e independiente como ella), sino que mantuvo un intenso romance. A raíz del atentado, Panagulis fue detenido y condenado a muerte, pero finalmente solo permaneció cinco años en prisión. El libro es una apasionada biografía de su amor.
Resumen de ‘El hombre’
Un hombre narra la experiencia personal de la autora con el poeta griego y líder de la resistencia al régimen militar Alekos Panagoulis, desde su liberación tras varios años de cárceles y torturas hasta su asesinato, en misteriosas circunstancias jamás esclarecidas, en 1976. El libro es un paréntesis romántico, un soplo de aire fresco en un momento en que el trabajo de la autora era eminentemente periodístico. Fallaci, para quien «un hombre debe ser valiente para conquistarme», sucumbe ante este torturado personaje, al que define como «un cristo crucificado nueve veces». He aquí la eterna leyenda del héroe que se bate solo, pateado, vilipendiado, incomprendido. La eterna historia del hombre que rechaza plegarse a las iglesias, a los temores, a las modas, a los esquemas ideológicos, a los principios absolutos vengan de donde vengan, se revistan del color que sea, del hombre que predica la libertad. La eterna tragedia del individuo que no se adapta, que no se resigna, que piensa por su cuenta, y que paga por ello con su vida.
Esta mujer de 48 kilos, menuda, de rasgos marcados, con fuerte personalidad, también tenía una faceta «simpática, alegre, vital». Amaba la cocina y era una apasionada de la cultura. Adoraba tanto a Europa como detestaba su decadencia moral. Se instaló en Estados Unidos, al que despreciaba por su política exterior.
Cuando los médicos le dieron cuenta del cáncer que terminó minándola, regresó a su país natal. «Me desagrada morir, sí, porque la vida es bella, incluso cuando es fea», escribió.
A los 77 años cerró definitivamente los ojos esta “atea cristiana”, como solía definirse, que vio tantas cosas y que las dejó por escrito para que otros, nosotros, los que vendrán, seamos testigos de la historia a través de su mirada.