Opinión

Morante se corona en la Maestranza y entra en la historia del toreo

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Este pasado miércoles Morante ha marcado una página que ya será eterna para siempre: ha cortado un rabo en Sevilla después de 52 años que lo hiciera Ruiz Miguel a un toro de Miura un 25 de abril de 1971. Y lo han llevado en volandas hasta el hotel tras sacarlo por la Puerta del Príncipe.
Manuel Vega

No tengo muchas oportunidades de escribir del arte de la tauromaquia y no puedo dejar de decir algo en esta ocasión.

Ante la animosidad., que ha aumentado en estos años, contra las corridas de toros, algunos nos hemos autocensurados porque nada más lejos de mi intención que querer ofender a nadie, pero el hecho que en los municipios nuestros viven muchos aficionados a los que no les ha pasado por alto el gran mérito del torero andaluz al cortar un rabo en la Maestranza y, además, tienen unos días al final del verano, una semana de grandes acontecimientos taurinos. Su plaza, “La Tercera”, es reconocida por todos los aficionados.

Las Ventas y la Maestranza son las dos plazas que para cortar un rabo no sólo hay que torear muy bien. Hay que hacerlo de una manera sublime y hacer sentir a los espectadores ese algo de magia y que se siente muy dentro y que es casi imposible de explicar. Los buenos aficionados saben de qué hablo y los que no sientan esa emoción se pierden algo que merece la pena vivir.

Hace unos años que, en la Maestranza, un aficionado que estaba sentado a mi lado dijo algo en voz alta que nunca olvidaré: “Sólo por verle hacer el paseíllo merece la pena pagar la entrada”. Se refería a Curro Romero  en una de sus últimas tardes en su plaza favorita. Yo entiendo a este aficionado como siente el toreo y aquella tarde, el Faraón de Camas, realizó una faena portentosa, de esas que se pueden ver de vez en cuando.

Morante ha entrado en la historia del toreo después del 27 de abril de 2023, fecha que recordarán muchos en el futuro. El torero de La Puebla ya era uno de más seguidos y más esperados en cada corrida para ver si esa tarde era la buena. Como Curro y Rafael de Paula tenía una tarde buena por diez o doce malas o muy malas. Pero esa tarde buena borraba todas aquellas que se rajaban ante toros que no iban con su forma de entender el toreo.

El pasado miércoles, Morante, hizo algo sublime, tal vez como nunca antes, en un ruedo emblemático y en su Feria más importante. Hace años que no piso una plaza. Tan sólo procuro hacerlo cuando José Tomás decide hacer disfrutar al mundo entero con ese arte único que tiene el torero de Galapagar.

No se le escapa a nadie que, para mí, sólo existen Curro Romero, Rafael de Paula, Antonio Ordoñez, José Tomás y Morante y este último no por el rabo en Sevilla. Llevo tiempo disfrutando de sus verónicas, siempre espléndidas y únicas.

Según cuentan los cronistas que han tenido la suerte de vivir esta faena, en el transcurso de la plaza al hotel a hombros de los entusiastas, “Se detuvo el tiempo y se cortaron las calles de Sevilla. Torero, Torero, le gritaban a la vera del Guadalquivir ante la incredulidad de los turistas. Un delirio de idolatría, un acontecimiento histórico”.

Rubén Amón, buen escritor y periodista y un sabio de la tauromaquia, además del párrafo anterior, también escribía esto con lo quiero terminar:” Harían bien en someterse a las imágenes inequívocas de una faena que contiene y resume el toreo en su plenitud. La gracia y la hondura. El valor y la inspiración. La estética y el desmayo. El terciopelo y el acero. La enjundia y la plasticidad. Y la belleza”.