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 Maledictus hereditas

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El caso de sucesiones que voy a relatar no es atípico, sino que se presenta con más frecuencia de la que cabría esperar. Se trata de un caso de herencia envenenada o maldita, que son los términos que designan una herencia que incluye deudas o problemas legales que exceden del valor de los bienes heredados.

Mi clienta es una buena persona, de carácter afable, casada en gananciales y sin hijos, que vivía con su marido, reconocido entre sus amistades por su carisma y su aparente habilidad para los negocios. Digo aparente, porque su tren de vida exteriorizaba un desahogo económico inexistente, ya que estaba acumulando deudas que sobrepasaban su capacidad de reembolso.

Además de su mala situación patrimonial oculta, el marido mantenía una presunta doble vida afectiva, con relaciones extraconyugales que su esposa ni sospechaba.

Un día, mientras mi clienta estaba cuidando de su madre, que se encontraba enferma, el marido sufrió un accidente doméstico y falleció inesperadamente. La trágica muerte la dejó en shock, de tal manera que no tuvo fuerzas de volver a la casa matrimonial y se recluyó en casa de su madre durante un prolongado periodo de tiempo, durante el cual se desentendió de la herencia por motivo de una fuerte depresión. Los padres de su marido habían fallecido y el matrimonio no había tenido hijos, por lo que la esposa era la heredera universal.

Poco a poco, mi clienta se fue enterando las dificultades económicas de su fallecido marido, y cuando la situación se volvió insostenible por las demandas de impago que estaba recibiendo, decidió enfrentar la realidad y pasar por mi despacho. Para entonces ya que se le había pasado el plazo para aceptar la herencia a beneficio de inventario. Por fortuna, no había aceptado la herencia pura y simplemente, por lo que le quedaba la opción imprescriptible de renunciar a la herencia. Bajo mi recomendación y asesoría, renunció a la herencia y gestionó la liquidación de la sociedad de gananciales, lo que le permitió preservar su patrimonio personal y poner un punto final a la situación depresiva en que se encontraba.

La moraleja de esta historia es que hay enfrentar sin demora cualquier asunto jurídico que surja en la vida cotidiana, aunque pueda resultar doloroso o desagradable, y no dejarlo en el olvido, pues el tiempo lo agravará, en lugar de resolverlo.

Igualmente, antes de aceptar una herencia pura y simplemente, deberemos tener en cuenta que el heredero acepta tanto los bienes como las deudas del fallecido. Esto significa que si las deudas superan el valor de los bienes, el heredero responderá con su propio patrimonio, por lo que si tenemos la más ligera duda, deberemos aceptar la herencia a beneficio de inventario, llevando a cabo este trámite con la adecuada asesoría jurídica. En la aceptación de una herencia a beneficio de inventario, el heredero acepta la herencia, pero solo responde de las deudas del fallecido hasta donde alcancen los bienes heredados. Esto protege el patrimonio personal del heredero.

También cabe llevar a cabo una renuncia pura y simple a la herencia, con la que se evitan los trámites legales y fiscales de la aceptación a beneficio de inventario, por lo que resulta la opción más conveniente si está claro que los pasivos superan a los activos en la masa hereditaria. En este caso, el heredero rechaza ante notario la herencia en su totalidad, tanto los bienes como las deudas.

En algunos casos, también es posible renunciar a una herencia a favor de otros herederos.

Como estamos hablando de herencias, me permito aconsejar a quienes no tengan herederos forzosos vivos (hijos o sus descendientes, padres u otros ascendientes, o cónyuge) que otorguen testamento incluyendo una cláusula por la que cualquier heredero que impugne el testamento o la decisión de los albaceas, quede automáticamente excluido. Esta cláusula soluciona casi todas las diferencias y hace que en menos de una hora se pongan todos los herederos de acuerdo.

Por último, quiero reivindicar que pertenezco al turno de oficio y dar ánimo a todos los compañeros que forman este colectivo, ya que son grandes profesionales y constituyen un pilar esencial para la defensa de los ciudadanos

Juan Pedro Mantilla

Abogado