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Los signos de puntuación de nuestras vidas

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Los signos de puntuación son fundamentales en una buena comunicación; las palabras, sin ellos, son simples enumeraciones sin sentido. Poner una coma aquí, o allí, puede variar totalmente el sentido de una frase.

En el castellano tenemos además la suerte de contar con signos de interrogación y exclamación que acotan la pregunta o la frase enfatizada… algo que lamentablemente estamos perdiendo cuando usamos las redes sociales o el WhatsApp pero que, todos los amantes del castellano, debemos defender y utilizar.

La vida, como los textos, está llena de signos de puntuación. Signos que, además, caracterizan cada etapa. Por ejemplo, podríamos decir que el signo de puntuación por excelencia de la infancia es la exclamación. ¿Recuerdan cuando nuestros hijos contestaban a todos nuestros planes con un “¡¡sí!!”? ¿Cuándo todo les sorprendía y enfatizaban con exclamaciones cada una de sus expresiones? “¡Los abuelos!” “¡Navidad!” “¡Vacaciones!” “¡Las notas!” Benditas exclamaciones que resuenan en el recuerdo y a las que, seguro, más de una vez, respondimos con un “pero no grites”. No sabíamos entonces qué era gritar y cuánto añoraríamos esas voces agudas viviendo entre exclamaciones.

Los puntos suspensivos, utilizados para hacer una pausa especial, son el signo por excelencia de la adolescencia. Lo que pasa es que no son pausas especiales sino eternas. Un adolescente, en general, no habla; pero sus ojos son puros puntos suspensivos… ¿Qué tal tu día? Puntos suspensivos.

Llegamos a la juventud y aparece, como signo predominante, el interrogante. Ya no son los padres lo que preguntan sino los hijos. Época de decisiones, época de dudas. ¿Por qué? o ¿para qué?  ¡Ay si tuviéramos las respuestas!

Empezamos en la vida adulta, a poner la vida entre paréntesis. Nuestros pensamientos se llenan de incisos y acotaciones; dejamos de creer en las verdades absolutas y desarrollamos un pensamiento crítico que nos permite poner entre paréntesis opiniones o matices que nos hacen más empáticos (a veces) y, seguro, más críticos (en el mejor de los sentidos).

Y llega la etapa de la madurez plena. Ahí todos los signos de puntuación son válidos. ¡Nuevas ilusiones y nuevos miedos! Muchísimas preguntas. Algunos puntos suspensivos cuando no queremos ya compartir nuestra opinión porque… ¿para qué? Una vida entre los paréntesis hechos y las citas, entre comillas, de los maestros que nos llevaron a ser quienes somos. Si un signo caracteriza esta etapa, la de los abuelos, es el saber poner punto final. ¡Ojo! No el punto final a la vida, sino a las discusiones absurdas, a las compañías que no lo son y a las obligaciones innecesarias. Digamos que ese punto final es la sabiduría de todo un texto vivido entre comas, puntos, exclamaciones, paréntesis e interrogantes.

A veces quisiéramos haber leído el texto entero antes de escribir el primer párrafo; pero entonces la vida no sería – como es – apasionante.

¿Verdad?

TAMBAB