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Los pueblos de España que pagan por vivir en ellos

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Algunas de las zonas más despobladas del país tienen un sistema de generosos incentivos para atraer a nuevos habitantes, con cuantías que pueden alcanzar hasta los 3.000 euros.
LMN

Una de las mayores luchas del ámbito rural es, simplemente, la de la supervivencia. Cada vez son más los lugares asolados por el éxodo rural. Quedan lejos en el tiempo los días de esplendor en el campo, cuando existía un equilibrio entre las dos Españas, la de los edificios altos y los semáforos y la de las pequeñas casas erigidas entre el verde brillante de los campos.

En mayor o menor medida, es inevitable y común a todas las sociedades civilizadas. Con los avances tecnológicos e industriales, los jóvenes de la periferia tienen al alcance de su mano los sueños imposibles de sus mayores. Pueden hacer la maleta y marchar hacia lares populosos donde poder cumplir sus ambiciones. Perseguir carreras que, hasta hace bien poco, estaban reservadas para unos pocos.

Aunque esto tiene su parte buena, indudablemente también tiene un reverso triste. El de poblaciones enteras donde reina el silencio y la tristeza. Municipios en peligro de extinción con una media de edad alarmantemente alta. Datos que hace temer, y con razón, que ese otro país, cada vez más mermado y asediado, acabará desapareciendo para dejar paso a edificios de piedra consumidos por el tiempo y abrazados por las enredaderas.

Una alternativa campestre

Se han puesto en marcha, no obstante, programas para tratar de revertir la crítica situación. Las localidades han recorrido un largo camino para conseguir resaltar sus atractivos y llamar la atención de personas que quieran hacer el viaje en sentido contrario. Alejarse de los ruidos y el frenetismo de las urbes para abrazar la tranquila y sencilla existencia campestre.

Esta opción, además, está tomando cada vez más fuerza en un panorama desolador para los nuevos adultos, que quieren independizarse y comenzar una andanza propia pero ven erigirse ante ellos el muro infranqueable del disparatado y salvaje mercado de la vivienda. La vida rural no solo es más apacible. También es mucho más asequible. Y es que, por si fuera poco lo ofrecido ya son un buen puñado de municipios los que tienen generosos programas de incentivos para nuevos vecinos.

Se destacan en este empeño localidades modestas como Ponga, en los montes asturianos. Ofrecen ayudas de hasta 3.000 euros para las personas que quieran asentarse en el pueblo. Situación análoga es la de Olmeda de la Cuesta, en Cuenca, donde el Ayuntamiento abona los 3.000 euros con el requisito de que se construya una casa en los tres años siguientes de la llegada. O Griegos, en Teruel, donde el inquilino estará exento del pago del alquiler durante tres meses. Y dos lugares gallegos, A Xesta (Pontevedra) y Rubina (Ourense) ofrecen hasta 150 y 100 euros respectivamente a los interesados en pasar a formar parte de sus mermados censos.