‘Los Galindos’, un crimen cutre que conmocionó al país y que el periodista Francisco Gil Chaparro nos lo recuerda
El autor ha hecho un libro con los artículos de sus investigaciones sobre este suceso y por el que nunca se llegó a sentar nadie en el banquillo. Un libro que se lee como una novela negra y que no queremos destripar en este artículo, pero sí inducir a tomarlo.
LMN
El 22 de julio de 1975 fueron asesinadas cinco personas en el cortijo Los Galindos, a cuatro kilómetros del pueblo de Paradas, en Sevilla. Eran el capataz, su mujer, dos tractoristas y la mujer de uno de ellos. Todos trabajadores de la casa. Fue un crimen atroz, lleno de sangre.
Pero, sobre todo, lleno de preguntas que a día de hoy, cuando casi han pasado cincuenta años del suceso, siguen sin responderse. Ha habido investigaciones policiales, judiciales, una película, una novela que fue finalista del premio Planeta en 1978, el libro del hijo del marqués propietario del cortijo, una serie de televisión reciente. Hay hipótesis, tesis, comentarios y rumores. Pero ni se sabe por qué sucedió ni se sentó nunca a nadie en el banquillo. Quien fuera que lo hizo (o quienes), o se lo llevó a la tumba o sigue por ahí sin soltar palabra.
Eso es algo que le escuece al periodista Francisco Gil Chaparro (Sevilla, 1959) que ha investigado el crimen durante años y del cual ha publicado múltiples artículos, como los reunidos en ‘Los Galindos. El crimen de los silencios’, que se publicó originalmente en 1998, tres años después de prescribir el caso, y que aparece ahora en una versión actualizada gracias a la editorial El Paseo.
Cuenta con entrevistas nunca publicadas a los jueces -hubo hasta tres-, el fiscal y el único abogado que hubo que ofrecen nuevas panorámicas. Y también con una serie de fotografías inéditas -algunas bastante sensibles- sobre cómo aparecieron las víctimas, los regueros de sangre, las armas y la exhumación de los cuerpos en 1983. Porque fue un crimen que durante años dio todo tipo de vueltas. Para que al final no pasara nada.
Lo cierto es que, a priori, son asesinatos bastante cutres en los que se dejan todo tipo de rastros como las armas (la mayoría eran maquinaria agrícola) y hasta dos cuerpos ardiendo desmembrados en lo alto de un pajar. Y todo ello a la luz del día.
Y, pese a que se dijo de todo durante aquellas primeras semanas, la idea que defiende el periodista es que aquel día, en realidad, no debería haber muerto nadie y que una serie de casualidades hicieron que aquello acabara convertido en una carnicería.
Gil Chaparro: «La prueba es las distintas formas en las que se ejecuta a las cinco víctimas. La primera se produce de forma accidental como consecuencia de una pelea, unas diferencias, un enganchón entre una persona y otra. Es el capataz [Manuel] Zapata y eso desata el resto de las muertes. Muere en torno a las 12 del mediodía. Allí estaba su mujer [Juana Nartín] y es la siguiente en caer porque no había que dejar testigos. También estaba el tractorista Pepe González, persona de confianza. Lo que no sabemos es por qué se va a buscar a su mujer a las tres y cuarto, cuando él salía de trabajar a las cinco, y la lleva al cortijo. Pero esa orden tiene que venir de alguien con cierta autoridad porque ella se viste bien y él se cambia de ropa. Y cuando vuelven los estaban esperando para matarlos. Y luego estaba el otro tractorista que llega porque tenía que cargar la pipa de agua (cisterna) para regar los olivos, se encuentra con todo y le matan con una escopeta”.
Durante las primeras semanas del crimen se dijo de todo. Que si unos legionarios habían ido a por hachís y al no dárselo acabaron matando a todo el mundo. También se insistió en toda una trama de drogas con mafias que operaban en el Mediterráneo. Esta es la tesis que señaló el escritor Alfonso Grosso en su magnífica novela Los invitados, con la que fue finalista del Planeta en 1978. Hubo hasta una adaptación al cine protagonizada por Lola Flores. Sin embargo, no se encontró plantación de este tipo por ninguna parte más allá de la que había de girasol y trigo más algunos olivos. A Gil Chaparro todo esto le parece que no tuvo nunca ni pies ni cabeza,
Otra hipótesis durante los primeros días fue que había sido el capataz tras una discusión con su mujer. La había matado y luego se había vuelto loco, había matado al resto y había huído. El problema es que su cuerpo apareció asesinado a los pocos días. También se dijo que había sido el tractorista José González porque estaba enamorado de una de las hijas del capataz y este se había negado a que se casara con ella, por lo que le mata y luego al resto porque sí para acabar accidentalmente quemado en una pira. Todo muy folclórico, muy de la época de los crímenes pasionales.
Lo único que podría ocurrir es que alguien confesara. Eso, si esa persona sigue viva. Gil Chaparro no cree que suceda. El crimen de Los Galindos seguirá sin resolverse para la eternidad y acabará disolviéndose como un azucarillo en la memoria.