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La adolescencia se está comiendo a la niñez

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Nuestra generación vivió la niñez y adolescencia siendo testigos inconscientes de una profunda transformación de la sociedad y de las familias. El futuro de nuestros hijos depende en gran medida de lo que vivimos nosotros. De los valores, creencias y educación que recibimos  y que hoy en día proyectamos en nuestra realidad.
Diego Barbo

Goethe decía que la juventud es una época de idealismo; la adultez, de escepticismo, y la ancianidad, de misticismo. No sé si estoy de acuerdo o no, pero siempre he tenido especial predilección por el orden, por la clasificación de los conceptos y por las definiciones. A fin de cuentas gracias al orden en los conceptos  es mucho más fácil analizar las situaciones, segmentarlas y si surge algún problema, resolverlo. 

Continuando con la segmentación, la teoría de los septenios de la vida humana nos indica que desde los 0 a los 7 años, nacemos como pura inconsciencia y a medida que crecemos, la consciencia va ganando terreno. Buscamos la autosuficiencia aunque no seamos conscientes de ello. Lo fundamental en esta etapa es que el ambiente en el que crecemos sea acogedor. Si analizamos con detenimiento, en esta fase se producen transformaciones muy potentes. Aprendemos a comer, a  caminar, a comunicarnos, a expresar nuestros sentimientos….

Posteriormente, de los 7 a los 14, entran en juego variables más psicológicas y sociales. Es una etapa camino hacia la madurez sexual también. Emergen nuevas  formas de relacionarse y  las primeras responsabilidades. Se crea un cocktail del cual sabemos sus ingredientes pero no sabemos los efectos que se van a producir. Cuando los conflictos comienzan a aparecer, vengo observando un patrón que se repite cada vez más: “Incapacidad de detectar el origen de los problemas de nuestros hijos”

La experiencia y la realidad me demuestran a diario que a pesar de lo que puedan decir los estudios o la teoría, la adolescencia se está comiendo a la niñez. Los comportamientos propios de la adolescencia se pueden ver ya reflejados en cualquier niño  que tenga teléfono móvil, acceso a videojuegos online, redes sociales, canales infantiles,  etc.  Además, es evidente el descenso del nivel académico con respecto a generaciones pasadas y no sólo eso, incremento de la ansiedad y frustración en nuestros hijos, dispersión, pérdida de la cultura del esfuerzo, faltas de ortografía increíbles, fruto del consumo abusivo de vídeos y de poca lectura…. ¿Sigo?

Me gustaría mandar un mensaje para las Mamás y Papás a los que internet y las redes sociales nos pilló con la cabeza ya amueblada. Más o menos los nacidos entre 1970 y 1985. Siempre nos dijeron que nuestra generación se lo encontró todo hecho, que además hemos disfrutado y viajado como nadie  ( doy fe ) y que nunca tuvimos un gran desafío que resolver. Pues bien. Ese desafío lo tenemos delante de nuestras narices.  Nuestros hijos preadolescentes.

Somos la última generación analógica, la de libro de papel, la de sellos en las postales y las que memorizábamos teléfonos y direcciones.  Antes de regalarle un móvil a nuestros hijos o un ordenador con acceso al mundo entero, con los riesgos que eso supone,  es fundamental que la familia le transmita unas normas de uso, unas directrices y una utilidad de dicha tecnología. Si es bajo la supervisión de un profesional, mejor.

La adolescencia se ha adelantado, es un hecho.  No seamos nosotros los que además contribuyamos a ello. Respetemos el orden natural del desarrollo humano. Sabemos perfectamente que los cerebros de nuestros hijos no están lo suficientemente maduros para digerir el uso ni el abuso de la tecnología. No bajemos los brazos y pensemos que la batalla está perdida. Nuestro verdadero reto es asumir que somos la generación del ejemplo, la responsable de proporcionar a nuestros hijos un ejemplo de madurez y criterio. Nos preparamos para esto, algunos sin saberlo.

Diego Barbó Menéndez
Ingeniero Industrial,  profesor  y fundador del Método Kubox.
www.aulakubox.com