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Dennis Hopper, el actor rebelde y hippie

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Por Betty GS

En la América profunda, si alguien decía que quería ser actor poco más que era un proscrito. Cuando los padres de Dennis Hopper se enteraron de que su hijo quería abrirse camino en Hollywood alegaron que aquello era como ser un vagabundo. «Querían que fuera médico o ingeniero», confesaría muchos años después.

En aquel momento no fue consciente de que se estaba convirtiendo en un adolescente prodigio porque tenía un talento innato para la actuación, la escritura, la dirección, la fotografía y la pintura. Joanne Woodward, la gran actriz viuda de Paul Newman, visualizó el potencial de Hopper cuando tenía veintitantos años: «Dennis es un genio. No estoy segura de qué, y no estoy segura de que él tampoco lo sepa. Absolutamente no es la actuación. Pero Dennis es un genio».

Hace justo una década, el actor falleció tras luchar contra un cáncer de próstata mientras peleaba en los tribunales por su quinto divorcio y la custodia de su hija, quienes heredaron los casi 60 millones de euros de su fortuna. 

 Aunque gran parte del público le recuerda como uno de los protagonistas de Easy Rider (1969) junto a Peter Fonda -hermano de Jane e hijo del icónico Henry– que también escribió y dirigió, lo cierto es que su debut con nombre propio -en Johnny Guitar no aparecía acreditado- en la gran pantalla fue apoteósico.

Su primera película fue junto a James Dean y Nathalie Wood en Rebelde sin causa (1955), todo un drama juvenil cuyo elenco principal fallecería de una forma tan temprana como inesperada: James Dean se estrelló con su Porsche ocho meses después del estreno, a Sal Mineo le apuñalaron en la calle y cinco años después, Nathalie Wood moría ahogada tras caer misteriosamente de su yate en 1981.

La muerte de Dean le afectó muchísimo, ya que ambos habían intimado porque procedían de hogares desestructurados, se perdían dando largos paseos en los rodajes y fumaban marihuana para relajarse. Hooper fue la reencarnación del rebelde Dean.

Al año siguiente volvió a tener la suerte de frente porque volvió a coincidir en el rodaje póstumo de Dean, Gigante (1956), donde interpretó el papel del hijo de los protagonistas principales, los inconmensurables Elizabeth Taylor y Rock Hudson. Durante ese rodaje, la Taylor fue la gran confidente de las aventuras homosexuales (y secretas) de Dean y Hudson.

Fue un gran amante del arte y de la cultura. De hecho, en las paredes de su fortaleza en Venice Beach (California) tenía una colección impresionante de arte contemporáneo formada por Warhol, Basquiat, Schnabel, Haring o Salle.

En plena contracultura underground, fue uno de los primeros en comprar una de las primeras latas de sopas Campbell firmada por Warhol por la irrisoria cantidad de 68 euros. Hoy en día, en algunas casas de subastas se han llegado a vender por 10 millones de euros.

También compró un retrato del líder comunista Mao Zedong del artista neoyorquino contra el que disparó tras delirar debido a las drogas porque confundió el retrato con una persona real.

En 1969 estrenó la road-movie Easy Rider, que cambió para siempre el paradigma de un Hollywood anclado en las tradiciones para mostrar una realidad amparada en las drogas, la revolución sexual, la decadencia del sueño americano, el pacifismo y el rechazo al consumo conspicuo. La película la financió en gran medida Henry Fonda, su hijo Peter ganó en los tribunales a Hopper por un tema de los derechos y los beneficios y su amistad se resquebrajó para siempre.

Durante el rodaje, Hopper rechazó cambiarse de ropa durante seis meses, agujereó una mesa con la cabeza de un traficante y esparció LSD con Jack Nicholson sobre la tumba del escritor D.H. Lawrence.

Fue nominado al Oscar al mejor guión y Nicholson también obtuvo su primera candidatura a la estatuilla que supuso su entrada por todo lo alto en el clasista universo de Hollywood. ¿Una curiosidad? En su vida personal odiaba las motos.

A pesar de que el filme consiguió el premio a la mejor ópera prima en el Festival de Cine de Cannes, el actor cayó en desgracia, sobre todo, tras dirigir la fracasada La última película (1971).

En alguna entrevista llegó a decir que en los 70 llegó a consumir dos litros de ron al día, 28 cervezas y tres gramos de cocaína, aunque también fumaba marihuana y tomaba anfetaminas en algunos rodajes. Esa combinación mortal le ocasionó alucinaciones, perturbaciones mentales, diferentes psicodelias y cierta agresividad tanto en los rodajes como en su vida personal. «Sí, he pegado a alguna mujer. Si ellas me daban yo las trataba también como si fueran hombres», aseguraba sin remilgos. «He usado a las mujeres toda mi vida, tal y como hice con el alcohol y las drogas», confesaría poco antes de morir tras cinco matrimonios y tres hijos.

Su primera esposa fue hija de la realeza de Hollywood. Brooke Hayward era la primogénita de la estrella Margaret Sullavan y del agente y productor Leyland Hayward. Se casaron en 1961, tuvieron una hija, Marin Brooke, y muchos problemas. Fue violento con ella, la golpeó en alguna ocasión y en su defensa alegó que no entendió su enfermedad ya que era maníaco depresiva. 

Con su segunda mujer la cosa no fue mejor. El matrimonio con Michelle Phillips, vocalista del grupo The Mamas & The Papas, duró ocho días, tiempo más que suficiente para el actorse liara a disparos por la casa mientras ataba a Michelle para que no huyera.

Tras una década ahogado en las drogas y el alcohol en la que Hollywood pasó olímpicamente de su talento, uno de sus íntimos amigos le arrastró a una clínica de desintoxicación.

Debido a su inclasificable personalidad, a partir de finales de los 70 tan solo algunos amigos y fans empezaron a ofrecerle trabajo. Gracias a ellos, intervino en Apocalipsis Now (1979), Terciopelo Azul (1986) o Amor a quemarropa (1993). También tuvo la oportunidad de trabajar con dos directores catalanes, como Bigas Luna en Renacer (1981) y con Isabel Coixet en La elegida (2008).

Cuando en el 2002 su íntimo amigo, el artista y director Julian Schnabel, le entregó el premio Donostia del Festival de Cine de San Sebastián dejó patente el legado de su colega: «Tras Easy Rider, transformó Estados Unidos en Estados Alterados». Antes de abandonar el escenario, tuvo unas palabras cariños para nuestro actor más internacional: «Javier Bardem, te amamos».