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“Crímenes de familia”: tres mujeres y un terrible secreto

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Por José Ignacio Vidal
La película argentina, ya disponible en Netflix, habla sobre los  abusos que se dan “hasta en las mejores familias”. ¿O no? Esa es la cuestión que debe desentrañar el espectador.
Jose Ignacio Vidal

En los últimos años, el suspense ha estado bastante ligado al cine argentino. ¿Quién no recuerda la estupenda “El secreto de sus ojos”, de Juan José Campanella? En ella, un notable a Ricardo Darin resuelve un asesinato muchos años después a través de una fotografía. O unos antes, “Nueve reinas” (1999) un film que supuso una enorme sorpresa y que fue bautizado (estoy completamente) de acuerdo como “El Golpe” en versión latina. Ya saben, el estafador (Darin), estafado. 

Pues bien, ahora Netflix nos trae “Crímenes de familia”. Basada en hechos reales, y protagonizada por una renovada Cecilia Roth (“Martin Hache”). En ella, se demuestra que las mujeres pueden ser un baúl de los misterios -cosa que ya sabíamos-, y además silencian abusos. Sin embargo, el mundo está cambiando para que los criminales sean puestos en su sitio, y eso es siempre una buena noticia.

La película, dirigida por el joven cineasta argentino Sebastián Schindel, que ya estuvo muy acertado con “El hijo” (2019), es una crítica social transversal, y el hecho de que esté basada en hechos reales la hace más temible aún. Habla del coraje femenino para enfrentarse para denunciar a los abusadores, violadores, psicopatas… y hay que decir que el director da en el clavo porque el resultado cala hasta los huesos. No esperen sangre y visceras no, pero el miedo y la incertidumbre seles meterá muy dentro. Eso seguro. Y resulta más interesante aún. 

A grandes rasgos, el film relata la vida de un matrimonio mayor compuesto por Alicia y Hector, que residen en un elegante barrio de Buenos Aires y llevan una vida de lujo que termina por convertirse en un gran espejismo. Primero, porque tienen a su hijo Daniel (Benjamin Amadeo) en la penitenciaria por haber intentado asesinar a su esposa Marcela (Sofía Gala) y a su hijo Martin. Por otro lado está Gladys, la empleada doméstica, que hace algo que no se descubre -aunque se trufan algunos flasbacks- hasta la última media hora de la película que la deja en la cárcel.

Schindel crea dos relatos paralelos como si fuera un rompecabezas en el que el espectador tendrá que ir uniendo las partes hasta llegar a descubrir al responsable de las atrocidades que se desarrollan en la trama. El director maneja con gran soltura los temas de violencia de género, abuso sexual, la corrupción de la justicia, los problemas maritales y la preocupante brecha social entre ricos y pobres, que queda bien reflejada en el personaje de Gladys, de procedencia muy humilde y que además es casi analfabeta. 

El guion -siempre insistimos en este punto, el real armazón de cualquier película- escrito por el propio director y Pablo del Teso está realmente bien elaborado, es sólido y convincente, porque además, los mismos intérpretes le dan seguridad al mensaje que transmite, y lo que el director pretende que quede en la retina de los espectadores. 

La banda sonora es otro de los puntales del film. Dirigida por Sebastián Escofet, es un ingrediente que este tipo de películas necesitan siempre. Escofet ya “acompañó” filmes como “21 gramos” y “Biutiful”, credenciales que aquí confirma, ya que provee esa música que le da toques escalofriantes y de misterio a un film de género como este. 

La fotografía -aquí nos detenemos poco a veces y hay que darle más importancia- es otro factor a tener muy en cuenta en “Crímenes de familia”. Julián Apezteguia logra combinar con maestría muchos juegos de luz -no en vano hay muchas escenas de exterior- con el hecho de que en el fondo es una película oscura muy bien trabajada en interiores -atención a las escenas de la cárcel- y sobre todo, lo que va hilando la trama: la escena del largo pasillo a cuyo final sucede el quid de la película. No, no se lo revelaremos. Tienen que verla. 

Ya les hablamos anteriormente de la protagonista, una renovada y, pese a su veteranía, aún muy bella Cecilia Roth que sabe girar de una madre “ciega” y sobreprotectora a otra que empatiza con el dolor ajeno y que al final… (no, véanla). Pues bien, los personajes secundarios están muy bien representados por sus intérpretes. A destacar el spich de Daniel (el hijo) en el juicio, la presencia siempre sólida y sobria de Miguel Ángel Sola (me encanta este actor) y el matiz de “animal abandonado” que da la actriz al personaje de la sirvienta, Gladys, quien -está podemos contarlo- es en realidad el vértice de toda la historia.

“La Mirada” les promete pasar un buen rato pese a lo árido del tema del que trata la película. Les confieso que yo era un tanto reacio a visionar este film. Lo veía – sin haberlo visto aún- como un relato denso e incluso aburrido. Qué equivocado estaba, no caigan en mi error. Menos mal que mi mujer se anticipó y me la recomendó -no solo verla, también escribir aquí de ella-. Y es que ellas son el auténtico baúl de los misterios. ¿O era de los secretos?