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Antidisturbios: Mucho más que persecuciones policiales y porrazos

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La serie de Movistar + no solo trata de los avatares de un equipo de policías antidisturbios. Detrás de ello, se revela como la corrupción policial y política coloca en un difícil disparadero a los protagonistas de esta historia fantásticamente escrita y dirigida por Rodrigo Sorogoyen.
Por José Ignacio Vidal
José Ignacio Vidal

Iba a titular este articulo “Antidisturbios”, la mejor serie del año”, pero hubiese sido demasiado obvio y demasiado fácil. No, eso ya lo saben ustedes incluso sin haberla visto, como me pasó a mi. Excuso decirles tras haberla visionado, y si es en dos ocasiones, como ha sido mi caso, mucho más. Porque lo primero que van a sentir cuando hayan terminado de verla es una necesidad de más. De una segunda parte.

Y no es porque “Antidisturbios” les deje insatisfechos, no, es que lo bueno siempre se quiere alargar, y si es una obra de Sorogoyen, más. Rodrigo Sorogoyen, menudo pedazo de director tenemos. Ya les habré hablado aquí de “Que Dios nos perdone” o “El reino”. Con esta serie nos vuelve a sorprender por su capacidad de aunar la acción con temas más profundos y actuales que han sacudido a la sociedad, como la corrupción política, policial o los desahucios. Todo comprimido en seis capítulos de unos 50 minutos cada uno cuyo argumento se basa en… luego volveremos a eso.

Quiero empezar diciendo que al margen de ser un magnífico director y guionista, Sorogoyen tiene una cualidad que siempre he admirado en un cineasta: la habilidad de dirigir actores, esto es, ser un gran director de actores. Ustedes dirán que esto es una perogrullada, pero les aseguro que no todos los directores logran hacerlo.

Y Sorogoyen lo ha hecho en esta serie, al igual que en sus películas. Para empezar, ha colocado de protagonista -y como le ha respondido el actor- a Hovik Keuchkerian, un ex boxeador metido a intérprete  -les sonará como uno de los atracadores de “La casa de papel”- que asume toda la carga dramática de su personaje basándose en la contención y en casi ningún estallido -le hubiera sido más fácil así- histriónico. Ayudan mucho su tremenda presencia física y su cavernosa voz. Igual habría sido más lógico colocar a Roberto Álamo como líder del grupo, y hete aquí la inteligencia del director: Alamo encarna al veterano, torturado por una depresión y ataques de ansiedad. Lo borda, claro. Completan el grupo -el equipo de antidisturbios- un Raul Arévalo pasado por el gimnasio, hierático, el más racional de todos aparte del jefe, que solo se permite media sonrisa en toda la trama; Alex García, el que más se cuida y sobrino de un alto mando; Raul Prieto, el nuevo, y que está deseando ganarse el respeto, y por último Patrick Criado, el joven, el “descerebrado” chulito que tiende a meter la pata.  

Cada uno de ellos, un carácter, distintos problemas, pero con un denominador común: verdadera vocación por su trabajo. Hasta que… luego, se lo cuento. Al otro lado, seguimos hablando de los personajes-, la agente de Asuntos Internos, encarnada por una Vicky Peña que pasa de parecer un ratón de biblioteca a convertirse en la heroína de todo el grupo. Seguro que les pasará como a mi con ella. Como a mi y algún amigo mío, que me comentaba: “De querer darle un bofetón pasa a caerte súper bien”. Cosas del guion, magistralmente escrito y conducido por el propio Sorogoyen y su compañera laboral y de vida, Isabel Peña. 

Ahora si, les cuento un poco el argumento, pero no el giro, bueno, los giros que da la historia: un grupo de policías antidisturbios -ya les conté antes un poco cómo son- que salen un día cualquiera de misión. Ese día tocaba desahucio. Uno más pensaron. Pero no era uno más, no. Ese día les iba a cambiar la vida a todos por lo que ocurre en esa corrala a la que acuden. A partir de ahí, su existencia se convierte en un infierno por las consecuencias del hecho acaecido hasta que a la agente de Asuntos Internos Laia -Vicky Peña- algo le chirría en todo aquello y empieza a escarbar en pos de la verdad. A partir de ahí, van saliendo más capas, como en una cebolla, y no todas tienen buen color… lo demás lo dejo que lo descubran ustedes, que a buen seguro les sorprende -como a mi, y para bien. 

“Antidisturbios” presenta el fondo ideal para la puesta en escena espídica y angular que Sorogoyen ha perfeccionado tras “Que Dios nos perdone” y “El reino”.

En la serie, el director apuesta por por un tono documental que parte del costumbrismo para, capítulo a capítulo, derivarse en un tono más oscuro, de puro thriller político. La cámara en mano -signo del estilo del director- cobra aquí de nuevo protagonismo. Como en el primer episodio – el del desalojo- y en las escenas de acción -la carga contra los ultras-. Cuando el personaje corre, la cámara también. Una propuesta formal que recuerda a aquellos “docurrealities” de la televisión americana que siguen a los policías, incluso durante los tiroteos. Una gozada. Por eso les comentaba al principio que una de las claves de esta magnífica serie es aunar la acción con la trama más retorcida para conseguir que no pase ni un minuto de metraje son que “pase” algo. Y bien, esta es, “grosso modo” la presentación que queríamos hacerles de “Antidistubios”.

En su mano esta verla o no. Mejor dicho, verla una o dos veces, o más. Porque ya saben, no es que te quedes con “las ganas”, es que quieres más de este caviar de series. Ahora solo queda preguntarse, ¿habrá segunda parte? Tal como termina, parece algo complicado, pero teniendo a Sorogoyen, todo es posible. Ojalá.