Economía y empresas

Santander y Mapfre rescatan la polémica hipoteca inversa

Compartir
El banco y la aseguradora se han unido para reformular la hipoteca inversa aprendiendo de las lecciones de la pasada crisis financiera e incluyendo las máximas garantías posibles para que tanto los beneficiarios como sus herederos conozcan todas las aristas.
LMN

Para mayores de 65 años, con viviendas de valor superior a los 200.000 euros (y no en todas las zonas geográficas) y a un interés del 5,99%. Estas son, a grandes rasgos, las condiciones del producto diseñado por Santander y Mapfre, una hipoteca inversa que permitirá a propietarios de viviendas obtener liquidez sin tener que abandonar sus casas. Del interés, así como de la deuda contraída con la entidad, se harán cargo los herederos en el momento del fallecimiento del beneficiario, que tampoco tendrá que abonar una comisión de apertura.

Se trata de un producto complejo que, sin embargo, atrae el interés de numerosos propietarios y, sobre todo, de sus herederos, que ya han acudido a estas entidades para solicitar información, según apuntan fuentes cercanas a Santander y Mapfre. Y eso que se trata de un producto algo polémico.

La hipoteca inversa, por lo general, no tiene muy buena fama. Sin embargo, España es un país de propietarios y la vivienda ha sido siempre la alternativa de inversión favorita, al menos por la parte de la población que puede permitirse adquirir una. Una circunstancia que deja a muchas personas en edad de jubilación con una vivienda en propiedad pero sin liquidez para hacer frente a sus gastos. Es en estos casos en los que la hipoteca inversa puede ser de utilidad.

Antes de la crisis financiera estos productos saltaron al mercado con fuerza, si bien el periodo de tipos de interés negativos desincentivó su contratación y las entidades, inmersas en numerosos litigios por la comercialización de estos productos, los retiraron poco a poco del mercado.

Desde la entidad Santander Mapfre Hipoteca Inversa, la joint venture conformada por estos dos gigantes financieros, esperan que el producto se cocine a fuego lento y que poco a poco los clientes vayan entendiéndolo y utilizándolo.

Las dos compañías han aprendido de las lecciones que dejó el pasado. Uno de los aspectos más polémicos de las hipotecas inversas comercializadas antes de la crisis financiera era el desconocimiento por parte de muchos herederos de que sus familiares habían contratado estos productos. Muchos acusaban a los bancos de haberlos ‘colocado’ sin la información adecuada, lo cual dio lugar a una gran litigiosidad.

Para evitar que la historia se repita, Mapfre y Santander han incorporado a su producto la obligación de que los herederos formen parte del proceso de contratación. No tendrán voto para evitar que el cliente firme la operación, pero deberán estar informados. De hecho, en el caso de que no se pueda informar a todos los herederos (independientemente de si están a favor o no), la operación no se formalizará.

Ellos mismos deberán estar presentes en la visita al asesor financiero independiente que el cliente tendrá que realizar como parte del proceso. Una visita que servirá para garantizar que el beneficiario está debidamente asesorado sobre si le conviene contratar el producto más allá de la información que le proporcione el agente especializado de la entidad en el momento de la venta.

En el pasado, estas hipotecas inversas eran comercializadas como un producto más en las sucursales, de forma que lo hacían los mismos profesionales que se encargaban de vender otros productos, como hipotecas convencionales, depósitos o fondos de inversión.

Santander y Mapfre no quieren que ahora se haga de la misma manera. Es por eso que están contratando a profesionales especializados en banca para formarlos y que se encarguen de la comercialización de estas hipotecas inversas en exclusiva. De esta forma, se garantiza que conocen el producto perfectamente y que no se vende como cualquier otro.

En cuanto a las implicaciones de solvencia para Santander y Mapfre, las autoridades se han tomado su tiempo para determinar las exigencias de capital del producto.