Los ojos que nos miran
¿Existe la objetividad? En esta España nuestra acostumbrada a asignar etiquetas ideológicas a todo aquel que dice algo, la objetividad es Misión Imposible y como Tom Cruise no es periodista, es fácil concluir que la objetividad no existe.
Tambab
Y sin embargo yo creo que la subjetividad está en los ojos que nos miran. Mi marido por ejemplo objetivamente no me ve como realmente estoy sino que mezcla su visión con la de cómo estaba yo hace 22 años cuando nos conocimos. Es recíproco, les advierto; cuando yo le miro, solo veo sus maravillosos ojos verdes. Esto, que nos enternece y que es entrañable, en el fondo es lo mismo que ocurre cuando oímos la radio, leemos un artículo o un libro, vemos un telediario, una obra de teatro o una serie. Lo mezclamos con todo lo que somos y nada es objetivo.
La subjetividad reside en la perspectiva con la que observamos. En nuestra mirada se entrelazan miedos, creencias, deseos y experiencias personales que, inevitablemente, moldean la interpretación de los hechos. La objetividad, entonces, es un desafío constante ya que cada observador aporta su propia carga subjetiva al proceso de narración, influyendo en la percepción final de la realidad que se presenta.
Neutral; real; imparcial. Son palabras que usamos a menudo cuando queremos remarcar una postura equitativa y libre de sesgos. Antes por ejemplo, la justicia era vista como un ejemplo de objetividad, a veces incluso exenta de sentimientos, al juzgar exclusivamente hechos. Hoy cada decisión judicial se cuestiona etiquetando al juez en un bando u otro.
¿Podemos entonces concluir que la objetividad es una utopía? El otro día, durante una hora y media, supe que no. Frente a mí, un escenario: el del Teatro Real. Un ex compañero de trabajo, amigo y vecino, Miguel Pérez García, es coautor de la obra «Carmen, nada de nadie». La obra aborda la vida de Carmen Díez de Rivera, Jefa del Gabinete de la Presidencia del Gobierno de Adolfo Suárez. La obra, magistral. En ese auditorio, de pie y aplaudiendo, tenía a la derecha, la derecha; y a la izquierda, la izquierda. Ver a ambos aplaudir de igual forma, habiendo sonado en el teatro La Internacional y el Cara al Sol, fue un ejemplo de cómo es posible narrar un pasaje tan admirable y difícil de la historia de España desde la objetividad.
Recupero mi optimismo. La objetividad no es una utopía aunque es obvio que interesa mucho más provocar a nuestras miradas, sacarnos todos nuestros sesgos para intentar marcarse un viral. Y que caigamos en la trampa; que nos dejemos llevar por mil demonios cada vez que miramos, ya sea para enfadarnos o alegrarnos, sin ganas de comprender o contextualizar.
Encontrar la objetividad reside en cada uno de nosotros. Tal vez sería más saludable brindar de compasión a nuestros ojos para observar el mundo y lo que acontece con esa mirada enamorada del inicio del artículo. Como tantas cosas, la objetividad es un territorio claramente subjetivo anidado en los ojos que nos miran. Por eso son tan importantes las miradas limpias… y los ojos verdes.