Cultura y entretenimiento

Los días eternos, de María Elena Higueruelo

Este mes de abril he estado buceando un poco en las aguas de Ediciones Rialp, que entre otras cosas muy interesantes, edita la colección Adonáis de poesía.
Pedro Robledo

En realidad, la colección se creó en 1943 por Juan Guerrero Ruiz, en Editorial Hispánica. Fue en 1946 cuando Ediciones Rialp se hizo con la colección y hasta ahora. Casi 700 volúmenes editados. Al frente de la colección se encuentra desde 2003 el poeta Carmelo Guillén Acosta, que además es presidente del jurado de los premios Adonáis.

Pues bien, hoy me gustaría invitaros a leer el número 672 de la colección. El premio Adonáis 2019: “Los días eternos”, de la andaluza María Elena Higueruelo. Un poemario delicioso, resultado de su estructura ordenada y sus numerosas referencias para las que se acude a la tradición, al mundo clásico, a la filosofía o a la contemporaneidad.

Los días eternos” está hermosamente estructurado. Abre con el poema “Los días caducos” y cierra con “Cosecha el día” cuyo último verso da título al poemario y cierra el círculo abierto por el poema de apertura. Por el camino, encontramos cinco partes: “Noche oscura”, “Luz primera”, “La caída” y “Noche blanca”. Cada una va acompañada de un fragmento del libro VII de “La República” de Platón. Concretamente va desgranando el mito de la caverna según avanzamos en los poemas, creando un paralelismo contextual muy sugerente y original.

Así comienza María Elena Higueruelo:

“FRÁGIL libélula, danza la memoria / enjaulada en el abismo del pecho: / su efímero batir de ala escucho / erizar el silencio en agua trémula. / Brota ya con la sístole una imagen: el fulgor del ayer eclipsa el mundo, / recorre la nostalgia todo el cuerpo / como crece por las venas la sangre / (pero también ahora estoy muriendo / como sucumben las flores cortadas). / Elástica sombra del tiempo -recoge / la fuente maternal su soplo / para que la vida se reanude/  como el despertar deshace el sueño: / prosigan los días caducos / bajo la atenta mirada del insecto.”

Dentro de las referencias culturales y los guiños a la tradición, destaca “Biografía cero”. Supone una actualización del poema “Ciudadano cero” de Ángel González para volver a hacerlo vigente para las nuevas generaciones. Arrancándolo del terreno de la postguerra civil, “Biografía cero” nos recuerda que los grandes poemas son eternos para cualquier tiempo y generación.

En este sentido, también destaca “Invocación”, dedicado “Al tándem Pardo-Valente” cuya última estrofa dice así:

“No: la luz no basta. / Hay que hendir los dientes en el fruto, / arrancar la carne a la palabra. / Hay que aspirar al silencio.”

“Los días eternos” es todo un descubrimiento y no puedo más que recomendar su lectura. En él encontrarás sentimientos y reflexiones sobre la vida, el paso del tiempo, el amor, la muerte… y grandes consejos de vida como el que nos deja la última estrofa del poema que cierra el libro: “Cosecha el día”.

“Cosecha el día: siembra un sol / que en el horizonte florezca / y riegue la rosaleda en un destello. / Cuando pasado y futuro se fundan / en el instante -afilado hilo de luz- / brotará la flor que descierra / la puerta de los días eternos.”

Pedro Robledo